Una sed olvidada
Juicio final
Lasciate ogni speranza, voi ch´intrate
Dante
En una obra de Giotto
el demonio devora a un hombre
mientras expulsa a otro por su cloaca.
El fresco es de una belleza espeluznante.
En él está contenido el mundo y su materia.
No representa Giotto a la bestia sino al hombre
descarnadamente hambriento.
El símbolo es sencillo y no requiere explicación:
lo ingerido se coagula, se hace carne y hueso,
se destituye
se engulle de nuevo
se expulsa
se endurece,
es el hombre separando la luz de la tiniebla,
el sueño del residuo.
El artista, desde la luz y el color,
nos obliga a penetrar
cuaja las sustancias,
asombra las retinas del observador
y le devuelve su reflejo
consumido.
Pero eso es solo lo primero;
la fascinación por los signos
más reales a veces que la misma realidad,
empujan en su trazo hacia la reconsideración:
¿qué divina sustancia
sobrevive a la idea de mundo?
El artista lima, hace que los bordes encajen,
limando extrae de ese ensueño que es el bien
la imagen,
la monstruosidad más verdadera.
El color y la simiente oscuridad sobre la que respira la luz
dictan las formas
y estas son a los ojos el señuelo,
el centro del demonio.
Lo otro,
el destello de maldad frente a algo que se reconoce
profundamente humano
es lo que se desprecia,
hipócrita.
El mundo su idea el verbo
son el intestino de ese demonio
que sonríe.
En el fresco, de apariencia inmóvil,
está contenida la historia de los hombres.
Una sed olvidada
En la carne, en los huesos,
en la entraña inflamada del mundo,
solo hay hambre.
En los rostros el gesto
de que esta vida no es suficiente
y que esto no se trata solo de latir
ni de nombrar lo que se ama
ni de pulverizar una piedra enorme
hasta que aparezca el bosque.
Hasta hoy no dejé que Dios,
─el carnicero─
hiciera de mis manos
el barro
para sus empresas.
Una sed olvidada
que cada tanto regresa
y es apenas suficiente
la imagen de un charco estriado por la luz y el viento
es apenas suficiente
este amor
que encuentra la manera
de hacerle frente a la muerte.
El enemigo
Hubo un día en que el pan
fue una piedra entre las manos descarnadas
y brillante la llaga
en la boca de los perros.
No hay revolución más cierta
que separar los sesos de las tripas;
a un lado la lengua
esa espina magra
que hace frente a la voz
y la mano que escarba y va sumando a uno y otro lado:
mucha gente es desasosiego,
poca es templanza, mesura
y la mano mezcla y revuelve
estira las tripas,
pesa el hígado por donde corren
los odios más roñosos
y tantea la serenidad con la que se vigila el mal ajeno.
A uno y otro lado se batalla,
se resiste con furia animal.
Vuelvo a nombrar los días más amados
y es poco lo que queda:
las manos descarnadas
los hocicos lacerados,
la quietud del humo
a lo lejos.
Sparring Partner
una calma più tigrata,
più segreta di così,
prendi il primo pullmann, via…
tutto il resto è già poesia…
Paolo Conte
La noche es oscura
─dicen─
y es cierto que llueve.
Cerramos los ojos.
Puede ser que vengan a buscarnos
y entonces habrá que borrar las coordenadas.
Diez espíritus mueven las raíces de la casa
que es una isla y un tigre;
nos aferramos a la continuidad de lo invisible
creemos en esta noche como en un barco luminoso
que se anticipa al porvenir
pero quizás estamos ya inundados.
Olvidamos la ciudad y el doméstico afán de regresar.
Casi es año nuevo.
Esperamos a los bárbaros de cuchillos afilados
y en la lengua el sopor del vino.
Ya no hay nombres
ya no importa que amanezca
mientras suena la música más triste.
En altamar el faro es incertidumbre
la mirada ya no le pertenece a nadie
y amamos no regresar.
31 de diciembre de 2018
Objetos oscuros
Todo lo que ha sido es eterno;
el mar lo devuelve a la orilla.
Nietzsche
La naturaleza de algunos objetos
sacudidos por la urgencia de los ojos que los mira
es a veces solo barro conmovido
que se cuece en su limpia eternidad.
Permanece su sustancia como un pozo;
en esos objetos crueles se funda la belleza
y quien los canta
desdeña la posibilidad de que sean de otra parte,
de otro mundo.
Solo acá,
consagrados a la vida humana se agotan y resucitan;
entre ilusiones se debaten
y son
en medio de este mar
la tabla de salvación.
Nos conmueve su corazón real
y así fundan esta casa,
la hacen eterna.
Idénticos a sí mismos
el espíritu ante su fuerza se quiebra;
nos contienen
y son capaces de hollar la más firme voluntad;
atentos a nuestros movimientos
son pequeños núcleos
que en el cine sustentan la vida de la obra
y en la vida
emergen desde un fondo indistinto
para obligarnos a amar un nombre
a olvidar nuestra voz
bajo el cielo despoblado de dioses;
son testigos
de esta corta ruta
encendida por ellos y en su gracia.
La música como una gota oscura
que beberemos;
el seco papel
y el lápiz y la punta agotada;
la silla después del viaje
y el perro que a la sombra de la cama
escucha nuestros pasos y sacude la cola
como sacudiendo el ensueño.
Materia, toda esta materia amada
en la que lo más hondo se revela.
Intento optimista con perros y Pink Floyd
Cada una de las cosas que pasaron
y de menos estuvo
que el tiempo fuera breve
y una engordó
y fue la historia un puñado de perros
que uno a uno también engordaron
entre las cosas mías
que siempre han sido un parlamento fumante
sobre lo mismo
y menos mal
porque traían de regreso
del otro lado de la vida
el encargo de lo que resiste.
Bring the boys back home
se repetía en el desayuno
el almuerzo
la cena
y era tan cierto como ahora
el desprecio por los hombres que deciden
que otros vayan en su nombre a morir.
Pasaron tantas cosas y uno apenas
vio el destello
el oscuro rescoldo
que quemaba la punta de los dedos
por no poder decir algo diferente
y así se repitieron a través de los años
los mismos poemas
y quienes los leyeron decían:
levanta de entre el lenguaje otras imágenes
más acordes a esta época
y la época siempre es la misma
y una engorda y engorda
de impotencia
de pensar en el temor enconado
de los otros por mí
porque nunca pude decir otra cosa
ni ser vanguardista
y me quedé girando
bella e inalterable en el mismo espejo
cuando todo siguió pasando
y se esperó
de la poesía
el futuro
aunque no.
Actos renovados
Se deshila el pellejo
se arranca y asoma
la carne que deslumbra los ojos.
Se sosiegan los nervios
se los hace cantar como a raíces
de un árbol enterrado en el cuerpo.
Los cuchillos se acomodan boca arriba
sus aristas recuerdan las costillas de un mal amor.
Luego se lame el filo
el pasmo
y sobreviene el crujido de la carne rasgada;
lo crudo que se olvida con la primera mutilación.
A los tenedores hay que agarrarlos por los picos.
Tres dientes
tres astillas afiladas que espantan a la presa
y viven famélicos,
plenos de hambre.
En la penumbra las cucharas eran
peces extraños de cola esbelta;
las vimos otras veces
encima de algún plato,
animales satisfechos en plena digestión.
Entonces era mejor no tocarles la panza de metal
pulida, como una bella retocada.
En su cóncavo estómago podía uno contemplarse:
un ojo alargado,
deformado por el metal que escarba el rostro.
Sencillo despojar del pellejo,
salvar la carne que late a la espera.
A veces había luz
porque el cuchillo cambiaba de lugar
y su destello cortaba la sombra.
No sabíamos mucho sobre objetos de cocina
apenas de las ollas y los platos,
de las tazas
donde el agua es oscura.