Bernardo Colipan Filgueira

Oficio de tinieblas

 

 

 

 

Cuando de viaje, hija, salgas al mar

 

Cuando de viaje, hija, salgas al mar.

ten siempre en tu corazón a Wenteyao.

 

Llegar hasta allí es tu destino.

 

A Kanillo, kalkus y anchimallenes no temas.

Tales espíritus nunca hallarás

si tu alma no los pone en tu camino.

 

Deseo, Alen, que el camino sea largo.

 

Detente

en Pucatrihue, Choroy

Traiguen.

Recolecta como tus antiguos rulamas

lunfo y sobre todo algas

todo tipo de algas.

 

Con la shumpall de Caleta Manzano

comparte los dulces cantos de tu madre.

 

Pero no apures tu viaje en absoluto

mejor es que muchos ríos cruces.

 

Deseo, hija, que no manquée tu caballo.

 

Detén tu viaje en los catrihues.

Detrás de un cielo azul te hablarán en voz baja.

 

Y si pobre encuentras la isla

el viejo no te ha engañado

hermosa, como has llegado a ella, sabrás

del lugar

donde los pájaros van

a nacer con los ojos cerrados.

 

A Kavafis, en la memoria.

 

 

 

 

Arco de nguillatún

 

Las bandurrias vuelan en bandada.

Bajo las piedras algunos insectos

corren perseguidos por otros.

Harina tostada y muday

ardiendo en el fuego sagrado.

De rodillas esperamos la salida del sol.

Con el rocío las oraciones ascienden

hacia la “ Tierra de Arriba “.

La tierra vuelve a ser jardín

poblado por antiguos pasos

Una página en blanco

una vasija

en donde cabe todo

un puñado de semillas en un instante.

El fin de mi aliento es

el comienzo de otro.

Nuevamente la palabra traduce

la reunión de las cosas.

 

 

 

 

Lan Antu [1]

 

Fue un día de cosecha, allá donde los Llanquileos.

Nos juntamos nosotros los huilliches

y el sol.

Yo tendría todo el temor alojándose

en lo húmedo del pulmón izquierdo.

Asistimos a la muerte del sol.

Lo velamos en cuerpo presente.

Rezamos mucho.

Rezamos y vimos su rostro

reflejado en la fuente

con agua.

“Antu kushe, Antu fucha wentru”.

Tres veces nos arrodillamos

y el canto

no cayó en el vacío.

Así era la idea hace mucho tiempo.

Ahora podemos estar tranquilos.

Apagar el tizón.

Ya están cantando los gallos. Celestes

se ven los cerros

de San Juan de la Costa, el sol

evapora el rocío de los techos y la noche

cae nuevamente en su mordedura .

 

 

 

 

Noche de wetripantu

 

Anochece. Una mano dibuja en los vidrios

el rostro de una helada, cuyo nombre ha olvidado.

Los manzanos sueñan la felicidad

de compartir el mundo con los pájaros.

La Nueva Salida del Sol ilumina

el camino de los perdidos.

El invierno hunde sus pies

dejando una huella sin forma.

La estación de las lluvias es nuestro único consuelo.

Noche de Wetripantu. Un nuevo orden perdura en las cosas.

La memoria recupera el silencio

anterior a la palabra.

 

 

 

 

Difícil como el de Sechuán
es el camino a Panguimapu.

 

Poco antes de nacer Li Po

su madre soñó que en su seno caía el  planeta Venus

y por eso le dio el nombre de

de Po, que significa  “el luminoso”.

Sechuan,

la tierra en que anduvo el poeta

está llena de cerros y montañas

de difícil acceso

como aquí en Panguimapu donde siempre

vuelves como el hermano muerto

a recoger tus últimas pisadas.

Como estás solo invitas a beber

a tu sombra y a la luna

el último trago.

Más la luna no sabe de bebidas y tu sombra

se limita a imitarte.

Un ojo desnudo en la noche es la única luz imaginable.

un sol

de otra parte les tiende la mano.

La memoria dibuja el rostro

de la mujer que amaste en la cosecha

de mil novecientos cuarenta y el rocío

se sostiene

borracho entre las hojas de los árboles.

 

(De Arco de Interrogaciones. Lom Ediciones, Chile, 2005)

 

 

 

Pound

 

Pound vivía en un cuarto grande donde cocinaba y otro pequeño

donde recibía a sus amigos.

A los poetas  les buscaba editores, los invitaba a comer y les daba su propia ropa.

También les prestaba dinero.

Los sacaba de la cárcel y les presentaba a mujeres ricas.

Pasaba   la noche con ellos , les pagaba el hospital  y les rogaba que no se suiciden.

Eliot le dio el borrador de Waste Land para que  lo corrigiera.

Pound con un lápiz azul

lo redujo a la mitad.

Pero tus amigos extraños y montaraces,

maloqueros y conchavadores.

No prestan libros ni mucho  menos lo devuelven.

No hablan del camino de retorno a los espejos.

Como un caracol perdido  vuelven siempre  a  sí mismos

al  temblor,

a  la mano que arruga  una rosa de papel.

 

Buscan el lugar que algún día nunca habitarán.

 

Creen que encendiendo una lámpara en la noche

encontrarán su último cigarrillo, el polvo

el farol amarillo

y la mano que siempre tuerce  las palabras repetidas.

 

 

 

 

De seguro nunca escribes poemas de amor

 

Hace tiempo que en la Comarca no se escriben poemas de verdad.

Ni siquiera poemas de amor.

La mayoría de ellos hablan de fugitivos de la justicia.

Mujeres abandonadas, cautivas y prostitutas.

Hombres que transitan por pulperías, fuertes y villas

portando cuchillos y armas de fuego.

Sin embargo tú hablas del despojo de las lluvias.

Del dormirse en el vientre húmedo de las semillas.

Del gusano que busca en domingo las mareas de su sal.

De  la madre  que lame a sus hijos, del perro

que busca la mano torcida del silencio.

Es difícil creer en estas historias,

cuando las escribe un contrabandista.

A veces es bueno detenerse para mirar la extrañeza en los demás.

Pero  tú vas de viaje, siempre vas de viaje.

Lo más probable que nunca escribas poemas de amor.

Yo esperaba que me dieras los primeros jacintos de la estación.

Y me dijeran :

“Ahí  viene la chica con los primeros jacintos de la estación”.

Pero no podías hablar y te fallaban los ojos, no entendías nada

aún  mirando el corazón de la luz.

Yo sigo leyendo poesía buena parte de la noche.

Es media luz en la mitad del olvido.

Recuerdo por un  breve instante que junto a mi cuarto,

hay mujeres que venden su cuerpo.

Y sería largo contar que por la mañana siempre estamos cansados.

Que bebimos, acuérdate, copas de vino en celo.

Caro se pagan

los agravios

en la comarca, poeta.

 

 

 

 

Oficio de tinieblas

 

No  puedes escribir poemas malos, teniendo entre tus libros  a William Blake.

No se habita la memoria sin su órgano.

En el cuadrado del olvido

las formas vacías se ponen duras  y el corazón perdido busca

su cáscara de sal.

Entra el humo  y la niebla bajo mi puerta .

Cinco reinos vacíos me llevan a ti,

a una mano sin anillos, a  mis  sueños

donde siempre  me interrumpes y llegas con tus manos heladas

y me hablas de la muerte del tabernero.

De la mujer que  lo amó, sin esperar nada más que un caballo

que la lleve de vuelta al umbral ,donde siempre se ve amada,

revolcada ,

bajo el polvo de una tarde de domingo.

 

 

 

 

En la destilería

 

Me gustaría, ahora, que Pascual, tú y yo

volviéramos  de nuevo a la destilería de aguardiente del Irlandés Morton.

Y que Verniory estuviera vivo

y Elisa Bravo y Quilapán y Proust

estuvieran allí hablando de lo que saben.

Y bebiendo junto a ellos  el Padre Constancio y Blake .

Además, sería maravilloso escribir un poema

a bordo de este ferrocarril que se aleja y que todos

pidamos algo cada vez más dulce

cada vez más fuerte.

 

(De Comarcas. EAF Impresiones, Puerto Montt, Chile,  2013)

 

 

 

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Nota

1.Muerte del Sol

 

Bernardo Colipan Filgueira Poeta. Publicaciones: “Zonas de emergencia. Poesía Joven del Sur de Chile”. Colipan/Velásquez. (Ediciones Paginadura, Chile, ... LEER MÁS DEL AUTOR