Attilio Bertolucci

Mañana de otoño

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

AL ÁNGEL DE LA GUARDA

 

Divina misteriosa

claridad

resplandece el sol

en la carretera recta

no hay setos a su alrededor

y no se siente el aroma

de los majuelos

y sin embargo es primavera

pero se oye el agua quieta

murmurar

con tus ojos serenos

con tus tiernas manos

y la risa de tu joven vida

no es una sombra

fugaz en el polvo

grises son los grandes postes

del teléfono

donde se oye ese extraño ruido

y la hierba cansada y triste

mi joven compañero

yo ya no creía

tenerte a mi lado

y tengo miedo

de tu amor, desde hace tanto tiempo olvidado

voluble como ves

ahora me encapricho de una cabeza rubia

y de dos ojos azules

y en sueños los veo

incluso más hermosos y los finjo

enamorados de mí,

castos y voluptuosos

pero el viento

te desordena el pelo hermoso

y fijas los ojos negros

hacia una flor o una piedra

que a lo lejos vislumbras

allí donde inicia la ciudad.

 

 

 

 

VIENTO

 

Como un lobo es el viento

que baja de las montañas hacia el llano,

aplasta el trigo en los campos

dondequiera que pase es espanto.

 

Silba en las mañanas claras

alumbrando casas y horizontes,

estremece el agua en las fuentes

hace correr a los hombres hacia los refugios.

 

Luego, cansado se duerme y un asombro

se apodera de las cosas, como después del amor.

 

 

 

 

UNA YEGUA

 

Una yegua sola

pasta

en un claro

oscurece

la luna brilla

en el aire sereno

vagamente resplandece

respira con el hocico alto

los perfumados efluvios

de la noche que llega

empieza un pequeño trote

lindo y musical

ya anochece

y ya no se ve nada

alrededor.

 

 

 

 

MAÑANA

 

Desde la ventana abierta

entran las voces calmas

del río,

los cantos lejanos

de las lavanderas

allí abajo entre los álamos y los alisos,

cerca de la pura corriente

que murmura tan dulcemente

el humo de los vapores

se confunde con el de las casas

bajo la risa triunfal

del cielo.

En la otra orilla, en la alameda

los carteles azules

de las compañías de navegación

llenan de nostalgia y de ilusión

el corazón de los hombres

sentados en los bancos.

Pienso en una chica rubia.

Dentro de poco será mediodía

y una gran ternura me invade,

y unas ganas de llorar sin por qué.

 

 

 

 

MAÑANA DE OTOÑO

 

Un pálido sol que quema

como si tuviera fiebre

y nos hace estornudar cuando

la alegría de ser jóvenes

y pasear por la mañana

por las avenidas casi desiertas

está al máximo, alumbra la hierba

mojada y la fachada rosa

de un edificio. Todo es jovial

buen día y sereno, resfriado

y media estación. Y Goethe

en medio de la plaza sonríe.

 

 

 

 

OCTUBRE

 

Se asoma por el muro del jardín

la copa amarilla de un árbol.

 

De vez en cuando deja caer una hoja

en la acera gris y mojada.

 

Éxtasis, un sol blanco entre las nubes

aparece, cálido y lejano, como un santo.

 

El día está mudo, muda estará la noche

como un pez en el agua.

 

 

 

 

SOLEDAD

 

Yo estoy solo

el río es grande y canta

¿Quién está por allá?

Piso gramas chamuscadas.

 

Todas las horas son iguales

para quien camina

sin un por qué

cerca del agua que canta.

 

Ni una barca

surca las olas grises

que como gigantes aplacados

pasan ante mis ojos

cantando.

 

Nadie.

 

 

 

 

SUEÑO

 

Rubia y ardiente

estás

en la fiebre de la noche silenciosa.

Y tus ojos

risueños

y el dulce cuerpo

junto al mío

tú tan hermosa y tan terrenal

vago ángel

amoroso.

Palabras silentes

queman nuestros labios

y caricias no dadas

arden aún en mi rostro.

¡Oh, sueño,

lejano sueño,

ay, tan lejano!

 

 

 

 

FRAGMENTO

 

Bueyes rojos y negros

pisan la blanca nieve

en el cristal opaco de la noche

 

se estremecen los grandes abetos

en la lumbre inmóvil de los astros

 

ángeles invisibles y graves

guían a la columna

con sonidos de cuernos salvajes.

 

Attilio Bertolucci (San Lazzaro, 1911 - Roma, 2000). Fue poeta, traductor, crítico, guionista, realizador de documentales, colaborador televisivo y director d ... LEER MÁS DEL AUTOR