Contra mi oficio
Toma en tus manos
este jersey tejido en nudos de memoria.
Consérvalo, porque algún día
recordarás las manos desgastadas
que lo tejieron en las noches de tu infancia.
Y no podrás volver. Y tendrás frío
cuando descubras que vivir
a veces es llorar.
Abrígate con el amor que en el jersey está trenzado:
lo que nos quita el tiempo
ha sido el tiempo quien lo ha urdido
en formas misteriosas y sencillas
que hilvanan nuestras vidas a otras tramas.
Es imposible amar fuera del tiempo,
nada infinito hay que se alcance sin su hebra
aunque la hechura de su amor
nos muestre su belleza en sacrificio
sólo al perder a quien más hondo nos ha amado.
No pienses, como Eliot,
que sólo el tiempo vence al tiempo,
porque el tiempo es invencible.
Más bien realiza hazañas cotidianas:
piensa en mamá, aprende a tricotar
tus horas en ofrenda:
–punto de arroz,
ochos perdidos,
espigas que se cruzan
con las agujas de la vida–.
Ponte el jersey
y teje otro jersey para tus hijos.
INSTANTE
No lo pienses muy bien,
porque esta es la felicidad, y si la piensas
huirá de tu mirada hacia otro tiempo
que pertenece a un mundo inconquistable.
En el futuro añorarás estos segundos
en los que aún no sabes lo que ocurre,
pero que son más plenos que mil vidas.
Y la brutal desproporción
entre los sueños albergados
y el saldo de las horas
será un abismo para el alma.
Mas no te dejes engañar,
porque has tenido algo más cierto que los sueños;
lo estás teniendo en este instante
en que algo ocurre silencioso
mientras papá remueve el fuego
y en la cocina corre un grifo.
Es una luz que te recorre entera
y hace temblar tus huesos de ternura.
Ya estás cumpliendo ese deber
que el hombre tiene al arrebato luminoso
y da valor a cuanto ni arrebata ni ilumina.
Pero no quieras atraparlo:
es imposible poseer el rayo del misterio
si no es al precio de la muerte.
Tú acaso graba esta ignorancia
en la blancura de tu vida
y habita su recuerdo,
como se apura un bálsamo bendito,
contra las llagas que el futuro te reserva.
Ya no podrás decir
que el paso de la dicha te ha esquivado.
Quizá tan sólo cuando acabe
conozcas lo que tienes sin tenerlo.
Mas no lo quieras comprender,
que es descifrar la claridad lo que la mata.
De Poemas para mi hermana
Accésit Premio Adonáis
Rialp 2007
8 DE JUNIO
Nací el 8 de junio.
Toda la luz se derramó en mi sangre,
pero hace tiempo que no encuentro
ni la luz ni mi sangre.
Pensé que era mejor poner mi vida
muy lejos de las cosas que he querido,
muy lejos de las cosas de este mundo,
muy lejos de tu amor, que ha sido el mundo.
Me fui fuera de ti
para poder volver un día
curado de la bestia que me ocupa.
Pero la bestia se ha hecho grande,
tan grande como puede hacerse un hombre,
y vamos los dos juntos de la mano
camino de la muerte:
¡si me vieras!,
los ojos que quisiste son agujas
clavadas hacia dentro.
Soy uno de esos hombres que desguaza
las flores con sus botas de jinete.
Consumo polen ácido,
comulgo reno crudo, escupo arcilla.
Me digo con palabras que les lamen
los ojos cancerosas a los ciegos.
Confieso que he bebido cera hirviente
tratando de sellar todas mis puertas.
A veces, si mi bestia se ha dormido,
planeo una manera de escaparme:
me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,
mas, vueltos al espejo mis dos ojos,
descubro que me mira un hombre muerto.
Y entonces, inhumano, desterrado,
retorno al colchón sucio de mi siglo
y cumplo un año más lejos de todo.
No he vuelto a escuchar luz.
No he vuelto a besar pulso.
Me alumbran y devoran la garganta
estrellas tan brillantes que son negras.
Mas dejo testimonio de que todas
las noches de mi vida he pronunciado
tu nombre con gemidos animales.
Tan fuerte te he llamado que no existe
frontera entre el aullido y mi persona.
Quizá sólo fui alguien un instante
del 8 de aquel junio de aquel año,
lo mismo que son hombres los que lloran
y dejan de existir los que no aman.
II.
RESPONSO
Que los potros de Cristo te salgan al encuentro.
Que canten para ti los coros de los ángeles
y que el gesto rotundo de tu animal mandíbula
sea ya, solamente, belleza.
Espero que ahora entiendas mis lágrimas absurdas
sobre el cuerpo de Cristo tantas veces vertidas.
Porque esos manantiales, que riegan las praderas
que ahora estás pisando, son pena trashumada
que mi llanto por ti –Javier, el de los ojos
oscuros y palomas, Javier, el de los brazos
palabra y arteriales- roció sobre las verdes
llanuras de la patria. Yo quiero que descubras
en esa luz total, que, al fin, todo lo explica,
que el llanto que se llora sobre el cuerpo de un hombre
engendra en el Edén arroyos de agua virgen
para aquellos que amamos en este valle oscuro.
Bebe en ellos, Javier, guerrero hermano mío.
Tú que estás en la vida, no te olvides de mí.
QUIZÁ UNA GOLONDRINA
Como en el cuadro de Fra Angélico,
un pájaro, quizá una golondrina,
salta esta tarde entre las bóvedas del claustro
buscando una palabra en que anidar.
Y aunque no es este el año uno
ni estamos a finales del Trecento,
aunque ni el manto del azul más limpio
podría cancelar todas las deudas
que tengo contraídas con la vida,
aunque, Señor, yo no soy digno
de que entres en mi casa y la ilumines,
quizá, precisamente, por mi pobre
materia de hombre pobre y desvalido,
quizá porque este cuadro de Fra Angélico
me invita a adivinar que tú sí puedes,
quizá por esta humilde golondrina
que salta, como aquella del Trecento,
entre las bóvedas cuajadas
de estrellas rutilantes de este claustro,
abro mi corazón y exclamo: fiat.
POÉTICA
La parte más extraña en mi existencia
es esta parte misma que ahora exhalo.
Tan sólo al pronunciarla cobra vida.
Tan sólo sin mí mismo me define.
Porque hay que dejar ir las cosas buenas:
vaciarse, enloquecer, irse de quicio;
no ser, ser muchos hombres, transfundirse
y luego recibir todas las sangres
en nuestro corazón y aunar de nuevo
la nada con el todo en la garganta
y darle al mundo un hombre renacido
que tiene nuestros ojos pero es otro.
Te doy lo que no tengo: aquí voy todo.
Libértame de mí, méteme dentro.
Gozoso de perder, gano la vida.
Entrando en tu pupila, nazco entero.
CONTRA MI OFICIO
Afirmo que el amor son las palabras.
Que no existe el amor si no se dice.
Afirmo, de igual modo, que esta insana
costumbre de buscar en lo vulgar el infinito
engasta cada instante en un prodigio
de inédita sintaxis que no puedo
llamar con otro nombre distinto del de amor.
Y afirmo lo contrario.
Que nunca las palabras bastarán
para dejar constancia de las cosas
que puede un hombre amar y, de hecho, ama.
Que está la vida fuera de estas líneas.
Que, si jamás deseo alguno me brotase
de decir lo que aquí digo, seguiría
viviendo en lo que aquí no he pronunciado,
amando en lo que aquí no halla lenguaje
ni quiero que lo halle por si un día
quisierais encontrarme entre mis nombres.
La vida es tan hermosa porque nada
la puede hacer hablar si ella no quiere.
Vivir es siempre más que darse cuenta.
Amor es siempre amor porque no sabe
de amor quien no se pierde en el distinto
misterio de otra carne incomprensible.
Y necio yo sería si pensara
que porque un día mis palabras engendraron
amor,
amé yo más,
vivir,
tuve la vida.
De Actos de amor
Premio José Hierro 2011
Universidad Popular “José Hierro” 2011. Reedición Raspabook 2016