Antonio Porchia. Voces

 

Presentamos algunos aforismos claves del gran autor argentino nacido en Italia.

 

 

 

Antonio Porchia

 

 
VOCES

 

Quien ha visto vaciarse todo, casi sabe de qué se llena todo.
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Antes de recorrer mi camino yo era mi camino.
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Mi primer mundo lo hallé todo en mi escaso pan.

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Mi padre, al irse, regaló medio siglo a mi niñez.
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Sin esa tonta vanidad que es el mostrarnos y que es de todos y de todo, no veríamos nada y no existiría nada.
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El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana.
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Quien me tiene de un hilo no es fuerte; lo fuerte es el hilo.
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Un poco de ingenuidad nunca se aparta de mí. Y es ella la que me protege.
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Mi pobreza no es total: falto yo.
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Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.
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Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido me voy.
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Me hicieron de cien años algunos minutos que se quedaron conmigo, no cien años.
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Casi no he tocado el barro y soy de barro.
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El hombre habla de todo y habla de todo como si el conocimiento de todo estuviese todo en él.
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Todo es como los ríos, obra de las pendientes.
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El universo no constituye un orden total. Falta la adhesión del hombre.
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Las alturas guían, pero en las alturas.
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Han dejado de engañarte, no de quererte. Y te parece que han dejado de quererte.
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Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.
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Y sin ese repetirse eternamente de todo, de sí mismo a sí mismo, a cada instante, todo duraría un instante. Hasta la misma eternidad duraría un instante.
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Hallarás la distancia que te separa de ellos, uniéndote a ellos.
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El mal no lo hacen todos, pero acusa a todos.
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Lo pagado con nuestra vida nunca es caro.
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Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo.
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A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.
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Porque eres lo mejor, en este mundo, crees que eres lo mejor para este mundo. Nuestras creencias, ¡cómo nos engañan!
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Y si llegaras a hombre, ¿a qué más podrías llegar?
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Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y toda, es silencio.
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Nada no es solamente nada. Es también nuestra cárcel.
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Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.
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Mi pesadez viene de los precipicios.
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El hombre lo juzga todo desde el minuto presente, sin comprender que sólo juzga un minuto: el minuto presente.
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Lo indomesticable del hombre, no es lo malo que hay en él: es lo bueno.
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Quiero por lo que quise, y lo que quise, no volvería a quererlo.
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La flor que tienes en tus manos ha nacido hoy y ya tiene tu edad.
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A veces creo que no existe todo lo que veo. Porque todo lo que veo es todo lo que vi. Y todo lo que vi no existe.
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Las quimeras vienen solas y se van acompañadas.
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Hay dolores que han perdido la memoria y no recuerdan por qué son dolores.
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El hombre, cuando no se lamenta, casi no existe.
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Nada termina sin romperse, porque todo es sin fin.
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La razón se pierde razonando.
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Todos los soles se esfuerzan en encender tu llama y un microbio la extingue.
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Más llanto que llorar es ver llorar.
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¿Habría este buscar eterno si lo hallado existiese?
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El dolor no nos sigue: camina adelante.
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Tu mano me busca, porque me cubre todo y no es transparente.