Anónimo veneciano y otros textos
En el parque
Tras las lluvias insistentes, ansiosas,
el parque de El Retiro es el Edén
diplomado.
La fauna urbana
-palomas, perros…- se une
a la medio doméstica pacífica:
las ardillas, los patos… Los pájaros
vienen a ser como las chispas
sonoras de un mechero
al encenderse y el estanque
como el suspiro de un manantial oculto
que agrupa sueños y memorias
en las barcas. Los árboles pujantes,
de hinojos en el otoño desnudo,
de pie se han puesto como
si la ciudadanía vegetal
les rindiera homenaje a sus ediles
por haber fabricado
un paraje tan bello. Paseo
compañero de la luz, hermano
de la umbría que filtra
la transparencia de un cielo
bien colaborador. Veo las flores
como saludos de la primavera
en los cien mil idiomas
de sus colores refulgentes
y culmino en el festín de la hermosura
en la corona de la rosaleda,
de cuyo centro emerge en filigrana
la fuente versallesca inagotable
hasta la hora de cierre. Hay
presidiéndola un prócer
panameño y bajo su escultura
una frase que dice: “La palabra
extranjero debiera estar ausente
de todo diccionario.” Cierto.
En un banco cercano, un hombre
de raza negra descansa en paz,
enajenado, como si disfrutara.
Otro gallo cantaría si no fuera primavera.
Relativismo
Según ha leído, admirado, mi hijo
hay millones de estrellas
en nuestra galaxia. Contando
que debe de haber un millón
de galaxias y alrededor de cada
estrella unos cuantos planetas
-muchos de ellos con miles
y miles de millones de habitantes-
hay preguntas sin réplicas
y, sobre todas, una: ¿Cómo
va a desaparecer todo esto
porque desaparezca yo?
A no ser que un cadáver sea
la fiel medida de todas las cosas.
Algo de eso ya lo dijo Protágoras,
abuelo del relativismo padre de Einstein:
dado que una misma naranja es dulce
para un hombre sano y resulta amarga
para un enfermo, ¿es amarga o dilce?
Leed el poema mártir de Cañadas,
Su ser crucificado, en carne viva:
Naranjas de Ben Tariq…
Tan dulces para vosotros,
Tan amargas para mí.
Su padre fue eliminado por rojo,
era maestro, en Almería, y cuando
Aureliano jugaba en la plazuela
donde lo fusilaron
sentía ganas de llorar, sentía
sed, pero las naranjas…
“El hombre es la medida de todas las cosas,
de las que son porque lo son
y de las que no porque no lo son”,
luego también de un muerto si fue un hombre.
Bisabuelo de Popper, grieta
de la Filosofía-dividida por siempre
desde entonces- el gran Protágoras.
Miles, millones
de astros, de seres…Pero
no estamos repetidos, sino como cadáveres.
Ciro Alegría
Cada mañana asisto al logopeda
y comienzo de nuevo a contemplar la fuente,
las flores o el estanque del Retiro,
las barcas y los árboles,
esa demografía del estupor.
Cada mañana, primero Goya arriba,
después Retiro abajo. Y veo,
cuando subo, las prisas;
cuando bajo, los sueños. Goya
arriba la gente hablando sola a la ida
y hablando sola en el parque
a la vuelta. En eso son iguales
sólo aparentemente. Por Goya
conversan con sus móviles,
por el Retiro, con su soledad.
Jóvenes cuando subo, ancianos cuando bajo.
Por un lado los coches, su ruido,
la ambición insaciable, el dinero
y por otro la lenta muerte presta.
La observación es un árbol de huerto,
trae frutos como consejos la noche:
el mundo es ancho y ajeno.
La isla del tesoro
Volví al lugar del crimen
y me estaban velando.
Así hemos cantado
todos al mar.
Sus ahogados somos testigos.
Siéntate pues en la puerta de tu casa,
lee cualquier esquela del periódico
y verás pasar tu cadáver
hacia el olvido eterno.
Para contrarrestar en lo posible
renueva tu memoria
como si el paraíso
pudieras inventarlo, y dalo a conocer
por si en su luz coinciden.
De todas partes me echaron
menos de él al aplicarme el cuento.
(Me expulsarán de todas partes
salvo de mi recuerdo amaestrado.)
No obstante he de decir
que servirá de poco, que con mis invenciones
tampoco me he ganado el paraíso
precario de la fama
porque si hice meditar a algunos,
sé que apenas sentir a muchos,
sé que a nadie crecer de escalofrío.
La musa, la princesa,
la cicatera mágica
me señaló que no era suficiente,
que no me lo creyera,
me reveló el secreto:
“No te engañes-me dijo-,
las quimeras más bellas,
como las más hirientes,
las dicta el corazón.” Y añadió:
“Ay, bastardo mío,
poeta a medias, tienes
noticia del tesoro,
te falta el mapa”.
Nostalgia
Se llamaba Pozo el jardinero
del parque de mi pueblo. Tenía
una gran vara para asustarnos
porque le robábamos los peces
de colores de la fuente: un
sombrero de palma bocarriba,
unas migas de pan sobre su hueco
y un estirón, cuando los peces
se sentían felices, y era nuestra
la pesca.
Quizás fue
lo primero que robé y de lo
único que no me arrepiento.
Su figura aún es un pedazo
de mi infancia que está vivo,
que aún late. Se llamaba Pozo
y sigue siendo el humo
de mi chimenea, el latido
de mi corazón asistente
de nubes, de sueños…
Juez y parte de mi niñez,
es rayo de luz honda
-como su nombre, Pozo-
cuando llovizna tembloroso el tiempo.
La rueda
Cuando te recuerdo pienso que
todas las mentiras esenciales,
las que nos hicieron más o menos buenos
y temerosos de Dios, debieran
ser verdad, hermano. Verdad
aunque sólo volviéramos a vernos
por un momento en la Resurrección
de la carne y partiéramos
un segundo más tarde
en direcciones contrarias. Ese
segundo a cambio del Infierno
y a cambio de tu Gloria.
Que fuera mentira la existencia
anterior a Jesús de Adonis, Mitra,
de Atis, de Osiris, Buda,
que sus ritos sagrados, símbolos
del renacer que aseguraba la
continuidad de la vida con sus muertes
de jóvenes sacrificados,
no fueran más que infundios del demonio
ya fertilizados en mis lecturas,
que lo que más amo, hecho
de mi pasión por conocer
y de esa forma conocerme,
no pasara de un sueño envenenado…
Pienso que debiera ser cierto el cuento
aunque me destrozara el túnel
que he ido construyendo sin salida.
Paraísos Perennes
Rayos de luz del Paraíso caídos en mi infierno…
Víctor Hugo
Cuando me quedo solo pienso que
mis paraísos imperdibles son
mi madre repartiendo la merienda;
mi padre regresando por la noche
del trabajo con su achacoso taxi;
mi hermano Marcelino alzado a hombros
por una multitud tras un partido
en que el Arcense goléo al Xerez;
el día en que besé por vez primera
a la hija del teniente de mi pueblo;
los otros en que nacieron mis hijos
y mi nieto Manuel, luz de diciembre
y de enero- más rey que el Niño Dios
y mucho más que los Reyes de Oriente-
cuando vienen a vernos desde el Sur
su padre y Violeta y de infantiles
que somos sus abuelos, él es menos niño;
don Manuel, el maestro que me enseñó a soñar
leyéndome Platero y Don Quijote;
el verbo de Rosales, sus silencios didácticos;
un mano a mano de luz con Alberti
y otro con Jorge Luis el memorioso;
siempre, siempre, siempre que volví a Arcos
y se llenaron mis ojos de lágrimas
o de emoción enmascarada;
los amigos que habitan lo que escribo
sobre ellos porque así me multiplican;
la luna familiar cuando está navideña
sobre el castillo, sobre el Guadalete,
el amor a unas calles que prospera…
Por ejemplo. Y otras eternidades
que, dormidas, despiertan y se abrazan
conmigo.
Psicología popular
La echadora de cartas argentina
las barajó igual que si amasara
mis sueños. Cuando acabó de hacerlo
miró hacia el cielo como si rogara
por mí, en contra del destino,
como si el cielo pudiera burlarlo.
El día estaba soberanamente azul,
pero las nubes se confabulaban
en los naipes adversarios. De súbito
la argentina salió de sus conjuros
que habían congregado, aspaventosa,
a algunos niños expectantes.
Debieron de inspirarla
y buscó mi niñez. Me dijo
que había sido rubio e infeliz,
mal estudiante y que, muy pronto,
en cuanto tuve uso de razón,
me alejé de mi mundo
sin dar un paso, a lomos de mis sueños,
entre mis pesadillas,
y que en ellos refugiado seguía,
y que arreciaba la tormenta.
La echadora había acertado
a la redonda, plenamente.
Llevaba un libro de Neruda
entre mis manos.
Y no le pasó desapercibido
Tras la minuta de seis euros,
supe también que era poeta
pues me quiso vender un libro suyo
la echadora de cartas argentina.
Anónimo veneciano
Para qué congregar palabras
y palabras, en cabildo reunirlas,
llamarlas a concilio porque son admirables,
meter en cofradía arcaduz, gondolero,
arquivolta, voltaico,
abacial, rondaflor, sobrepelliz,
para qué repetir lo que otros
ya han dicho: que es la ciudad más bella
del mundo, que, como ella, no hay ninguna
que es el marco ideal para el amor,
que canta el agua en coro con el cielo
y con los monumentos, para qué repetir
que allí fuimos felices hasta el punto
que lamenté no ser unos de los novísimos
para ofrecer el collar de las plazas
en plata helada de sus versos
modernistas, citar a Thomas Mann,
hablar de Veronés, de Tintoretto, Tiépolo
en mis poemas, subir al campanil
y descubrirte el alma tiritando,
silbar el sobresalto que es Vivaldi,
para qué si después Florinda Bolkan
no es capaz de frenar la muerte de Musante,
esas cosas, ya sabes, la vida que se va,
el amor que se va
y se queda quejándose apenas
en contra del temblor maravilloso
de su mejor momento, o la frase
de Humphrey e Ingrid Bergman,
para qué si aquel sueño se cumplió
para desbaratarse, si aquellos versos decadentes
ya no son lo que fueron,
no sé si en ocasiones salpicando
su hermosura de entonces aún
como Venecia, la que siempre
nos quedará… cada vez más hundida.
El Éxito
Yo, más voraz que nadie,
más ambicioso, más
pleno de avaricia,
he logrado, por fin,
tras tantas y tantas derrotas
insignificantes, el éxito
definitivo.
Consiste en poder
jugar con los nietos,
promover su sorpresa,
sin ahorro cantarles:
Juan Ramón tiene un burrito
con el que juegan los ángeles
del cielo de Puerto Rico.
Y se le cae la baba
al poeta de Moguer
por el corazón y el alma
sin querer reconocer
que es más niño que en su infancia.
Como es tan caprichoso,
de repente, en su Platero,
por el cielo de Borinquen
pasea a los niños buenos.
Y a los niños malos dice:
“Ya veremos, ya veremos…”
Desde el cielo de Borinquen.
Amigos
Toda la casa llena de ellos,
un torero, una comparsa,
unas brujas, una pareja
mirando el mar…Son
sesenta, setenta cuadros
que llena de amor sus paredes,
de amor que costó sangre
hasta la plenitud.
Como la luz del día
ya son imprescindibles cuando
lo que iluminan es la noche
oscura, sin piedad del mundo.
Traen una novedad antigua:
El milagro probable,
lo detenido en movimiento,
lo oculto en cueros vivos.
Y están armados con una rosa.
Ir a Granada
En el Cementerio Marino de Séte,
al pie de la tumba de Paul Valéry,
se citan hombres y mujeres
ancianos y niños, para leer
sus versos claros de fuente fría.
Sobre el nombre de Antonio Machado,
en Colliure, se posan flores
frescas como sus versos.
Quisiera ir a Granada
y callar largamente
frente a una lápida de Federico
sabiendo que él me escucha
y sabe que me sé
su poesía de ángel expulsado,
que su fuego conozco de memoria.
Rezar después por la belleza,
porque no se marchite su misterio
de gruta en la que agita un manantial,
la paradoja de su tiranía,
su bondad despiadada.
Poder besar el mármol finalmente.