António Gedeão

Máquina del mundo

 

 

Versión: Marco Antonio Campos

Revisión: Nuno Júdice

 

 

 

MÁQUINA DEL MUNDO

 

Está hecho el universo en esencia de ninguna cosa.

Intervalos, distancias, agujeros, porosidad etérea.

En suma: espacio vacío.

El resto es la materia.

 

De ahí que este escalofrío,

este llámalo y ténlo, yérguelo y afróntalo,

esta grieta de nada abierta en el vacío,

debe ser un intervalo.

 

 

 

POEMA DE LA MUERTE APARENTE

 

En los tiempos cuando acontecía lo que acontece ahora

y los hombres se asombraban también de eso en aquel tiempo,

la vida les parecía podrida y vil

y suspiraban por vivir ahora.

 

En suspirar y en protestar murieron.

Y ahora, cuando las cuevas se abren,

se hallan a veces los dientes con los que crujieron,

tan blancos como si las dentaduras fueran nuevas.

 

 

 

POEMA DE LA ALEGRE DESESPERACIÓN

 

Se comprende que allá por el año tres mil y tantos

nadie se acuerde de un cierto Fernâo Barbudo

que plantaba coles en Oliveira del Hospital,

 

o de mi virtuosa tía abuela María Dolores,

quien se retrató vestida de terciopelo

sentada en un canapé junto a un vaso con flores.

 

Se comprende.

 

Y asimismo que ya nadie se acuerde que hubo tres imperios en Egipto

(el Alto Imperio, el Medio Imperio y el Bajo Imperio)

con muchos faraones (todos caminando de lado y haciendo todo de perfil),

y Estrabón, y Artajerjes, y Jenofonte, y Heráclito,

y el desfiladero de las Termópilas, y  la mujer de Pericles,

y la retirada de los Diez Mil,

y los reyes de barbas rizadas que eran señores de muchas tierras,

que conquistaban el Lacio y perdían el Epiro, y que conquistaban el Epiro

y perdían el Lacio,

y toda la vida se la pasaban haciendo guerras,

Y cuando golpeaban con el pie en el sueño hacían temblar todo el palacio,

y el resto por ahí fue,

y la Guerra de los Cien Años,

y la Armada Invencible,

y las campañas napoleónicas,

y la bomba de hidrógeno,

y los poemas de Antonio Gedeâo.

 

Se comprende.

 

Más imperio, menos imperio,

más faraón, menos faraón,

acabará todo en un vastísimo cementerio,

trizas, ceniza, polvo.

 

Se comprende.

Allá por el año tres mil y tantos.

Y nuestro sufrimiento ¿para qué sirvió ahora?

 

 

 

POEMA DE LA NIÑA DEL HIGROSCOPIO

 

Cuando el viejo del higroscopio desaparezca dentro de la casucha de madera,

y la niña del cesto se asome a la puertita de al lado,

he de ir contigo a pasear por el campo.

Al andar, pasaré mi brazo sobre tu hombro,

y con dedos de amor pellizcaré

el lóbulo suave de tu oreja.

 

Cuando la niña del cesto se asome a la puertita del higroscopio

encintada con un moño,

la gran falda de vuelo, azul de Prusia,

 

con tres barras bermejas,

y el cesto rebosante de flores y frutos,

he de ir contigo a pasear por el campo.

 

Oculta en el bosque, la casucha florida del higroscopio,

tiene el tejido erguido en ángulo agudo

para que la nieve escurra,

y una guirnalda de margaritas amarillas para adornar el borde del tejado,

mientras la cuerda de tripa no jale al viejo hacia dentro de la casucha,

y con él las alas de grillo de su levita negra,

golpearé con los pies en el suelo para calentar, y esperaré

que la niña del cesto asome en la puertita de al lado.

Cuando asome, somnolienta y sorprendida,

ebria de sol, atontada por el olor de las flores,

he de ir contigo a pasear por el campo.

 

Iremos por los atajos

y sobre ti me acostaré en la tierra.

Arrimado a tu cuerpo

oiré a las abejas flotar sobre los flores como helicópteros

y oiré el estallido de las anteras

 

y el sordo deslizarse de los grupos de polen

buscando el óvulo, y deflagrando en él

la primavera eterna.

 

Cuando la niña del cesto asome a la puertita del higroscopio,

y los pájaros de yeso picoteen las puntas de sus zuecos,

¡oh!, ¡cómo va a ser bueno!,

y aunque no vengas ni existas,

he de ir contigo a pasear por el campo.

 

 

 

POEMA DE LOS TEXTOS

 

Inclinado sobre los textos

desliza despacio el índice

en las blancas entrelíneas.

La arruga entre las cejas denuncia

el concentrado esfuerzo.

Son siglos de lectura, perseverante y atenta,

que los labios en silencio reproducen

y con temblores la barba sintoniza.

Llegado el final, el dedo retrocede

y regresa al principio,

subrayando de nuevo el texto, con cautela.

Se detiene en la duda, el rostro se contrae

en el siempre nebuloso entendimiento.

Donde se lee “cordero” no es cordero;

 

¿Qué significará “mis amados hermanos”?

 

¿Qué querrá decir “amaos los unos a los otros”?

 

Donde se lee “pastor” no es pastor,

y el grano que fue a caer en la berma del camino,

pisado por las aves y comido por las aves,

no era grano ni existían aves,

ni los pies lo pisaron, ni siquiera

existía el camino.

 

El misterio persiste, emoliente y artero,      

para que viendo no se vea y oyendo no entiendan.

 

¿Qué significará el pan, el vino, el pez, el escorpión, la ceniza?

António Gedeão (Lisboa, 1906-Lisboa,  1997). Entre 1934 y 1974 fue profesor de enseñanza secundaria y se destacó como autor de libros escolares y obras ... LEER MÁS DEL AUTOR