Andrea Cote

En la guerra del clorox

 

 

 

EN LA GUERRA DEL CLOROX

 

Creo que hay dos mundos.

En uno de ellos yo lo limpio todo,

todo el tiempo.

En ese mundo tengo laboriosas rutinas

para purgar el día y sus objetos.

Hablo del polvo -en parte-

la capa que todo lo desborda.

Pero voy más allá del polvo.

Me arrodillo ante las cosas, sea carne, madera,

metal o plástico, todo lo recorro,

lo exprimo, lo enjabono, lo desaguo.

Descubro porosidades hasta en lo más llano y las extraigo.

En esto, siento como los músculos de mi cuerpo se tensionan

cuando bajo hasta una superficie y raspo.

Mis extremidades se llenan

de un líquido negro imaginario

que lleva el nombre de un cierto placer que desconozco.

Yo tengo el control.

Esa sensación entre dedos y muslos

es mi gran posesión inesperada

cada vez que, con mi esponja milenaria,

como un gigante enfurecido raspo,

hasta el resquicio de todo

y lo aliviano, lo desgajo y lo azoto

hasta arrancarle el borde puro,

hurgo una a una entre las cosas

y les saco la muerte que cargan.

 

Pero en las noches, viajo al otro mundo,

con las manos exhaustas,

descamando por debajo de las uñas

mi piel desprovista de toda superficie,

las manos sin animal

sin el brillo de lo vivo

sin la costra de lo muerto.

En mi sueño intoxicado

por vapores desinfectantes

en la ruta corrosiva de lo limpio,

sueño con las tardes inmundas en que yo era libre.

El tedio, la caída ociosa de una gota sucia,

cuando nadábamos la poceta antihigiénica del otro

y nosotros, los inmundos, comiéndonos las uñas en público,

-tan solo por creerlo- fuimos invencibles.

 

(*Poema inédito)

Andrea Cote Es autora de los libros de poemas: Puerto Calcinado, La Ruina que Nombro y En las praderas del fin del mundo (201 ... LEER MÁS DEL AUTOR