Ali Al-Hazmi

Al rincón de un bar

 

 

(Traducción al español de María Del Castillo Sucerquia*)

 

 

I. Labios ardientes y salados

En el litoral,
solíamos construir casas de arena

Cuando fue a pescar por última vez… Nos apresuramos a devolver
los recortes de su red
en la pequeña barca

Con manitas,
saludamos sin cesar
a las últimas olas
que se llevaron su bote
lejos de los tiempos
de nuestra infancia

Tras los barrotes de la ventana, nuestras pequeñas cabezas
se apretaron con los ojos fijos
en el camino hacia el litoral

Mamá extendió sus alas
sobre nuestros pequeños hombros,
introdujo su cuerpo en el nuestro,

tan preocupada por nuestras almas inocentes

Tenía miedo de que su largo cabello
se rindiera ante el viento
si avanzaba sobre la barandilla de metal
y la traje a la calidez
de la sala de madera,
observé las costas
que moraban en sus ojos

Vi el mar viajar mucho más allá
de las casas de arena

“Seguro, volverá”, me dijo,
poco antes de que sus lágrimas
cayeran sobre mis labios,
mis labios ardientes y salados

Veinte años no sirvieron
para demoler las casas
de arena en nuestros ojos

El rostro reseco de mi padre,
tendido sobre las olas,
se convirtió en una ventana
que mira los años plateados
de nuestra era;
una época abandonada
en trampas fangosas

Aún así, mi amada madre
oculta sus lamentos
detrás de su sombra
Aún así, por las mañanas,
hace pan fresco con sus sueños
y, a medianoche, vuelve a calentar
lo que queda de sus deseos
en la estufa de su alma

Aún así, confiamos en ella
y comemos el pan de su mentira,
sólo para vivir.

 

 

II. Al rincón de un bar

Fue indiferente a mi presencia
tomó asiento enfrente
al oriente del barFue indiferente a mi caótica soledad, reflejada en mi palma, el cigarrillo,
que extendió su llama hasta mi sangre

El humo volaba como blancos poemas,
difuminó el cristal que cayó
para desnudar la nube
de férreas pasiones ante mis ojos

Con desparpajo
se ocultó la plata del silencio
que se derramaba
sobre los pulsos
hasta enmarcarnos,

completar el retrato de la pasión
en la palma suya

Luego, volvió a su lugar
un mechón de cabello
que vistió su ojo izquierdo

Distraída veía un ramo de rosas,
la mesa que nos separaba,
la mitad de mi cara

Moría por encadenarme a sus ojos
que notara el doloroso anhelo
que se había apoderado
de mi última mitad

que viera cómo
el miserable habitante
del fondo de mi copa
se ahogaba
en profundas agonías.

 

 

III. Pérdida

En el umbral de la noche,
anhelan que pase la última noche

Sus ojos, llenos de dolor,
a regañadientes,
se olvidan de sí mismos
en los caminos del pecado

—Crees que están borrachos
por las llamas
que consumieron sus esperanzas,
mas no lo están

Te impacta el retoño
que emerge de la primavera
en sus ojos

No deseaban que sus heridas dejaran huellas
y, robadas al comienzo del camino,
se negaron las flores a sus días;

descansaban en un exilio
que se fugaba sus pechos

—Eso hacen los perdedores con su tiempo

Al final,
el último camino
no se dirige a ninguna parte
en la cara de la noche,
pues lo dieron todo
y no les quedan palabras
en el vino del discurso
para juzgar

Entonces, ya no les importan
los gritos del pasado,
encerrados tras la puerta de la vida

Oh, cuán noble pudieron ser
de haber dejado sus sueños
en el papel
encerrados en el armario.

 

 

IV. Un amante al límite

Un amante cansado
se adelanta al invierno
empapado de insomnio
en su habitaciónRegresa de una noche angustiosa,
cargado de mujeres;
mujeres que lo sumieron
en la perturbación
de los deseos amargados
y, aún así, lo cautivan
en sus brasas femeninas

Ahora, apaga el último cigarro
Viajan sus ojos hacia un camino lejano al deseo

La preciosa dama deambula
por sus párpados,
le toca suavemente las pupilas,
cruza las orillas del sueño
irrumpe en él

Me encantas, dice

Fluye de sus mejillas cien encantos,
se obnubila por largo tiempo

y en sus ojos resplandece la luna;
luna agotada por el deseo

Se acerca a ella,
la rodea con sus brazos,
lo abandona
Vuela con sus rosas
hacia otro cielo

Al final de la noche,
yace solo
Los ojos se le pueblan de miseria,
se precipita al vacío

Nunca nota que la preciosa dama reposa cerca frente a él,
en su habitación,
desde una pared que lo mira
a través de lo marcos de un retrato
con los ojos cerrados.

 

 

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*(Poeta, correctora, narradora y traductora)
lacabramontes@outlook.com

 

Ali Al-Hazmi (1970). Es un poeta nacido en Dammad, Arabia Saudita. Licenciado en lengua y literatura Árabe. Autor de los libros Una puerta para el cuer ... LEER MÁS DEL AUTOR