Alessio Brandolini

Los saberes del lobo, los saberes del poeta

 

Por Rafael Courtoisie

 

El panorama de la poesía italiana del tercer milenio es diverso y heterogéneo. En los últimos años, la heterogeneidad es fácilmente advertible a través de la proliferación de páginas web, publicaciones en línea, y de una intricada blogósfera donde comparecen líneas estéticas diferentes y toda la gama de niveles de calidad que van desde el “acting”, la “performance”, con un sustento en ocasiones mínimo en el texto, que a veces es más un “pretexto”, hasta piezas literarias logradas y muy logradas.

Este fenómeno de la poesía italiana contemporánea es extensible a otros países europeos, en parte a Estados Unidos y en parte a América Latina.

Sin embargo, la forma “libro tradicional”, es decir, libro en soporte celulósico y tinta, no solamente coexiste con los diversos niveles de cantidad- calidad en formato digital, sino que además plantea una vitalidad que hace unos años era insospechada.  Cinco décadas atrás aparecía el famoso libro de Umberto Eco Apocalípticos e integrados. Desde el título, este ensayo parecía establecer para los años venideros, una suerte de oposición entre la cultura tipográfica tradicional y la en ese entonces aún incipiente cultura digital. Medio siglo después puede afirmarse que el libro de poesía en su versión material de soporte papel como en su otra aggiornata versión, también material pero de una materialidad proveniente del “Sillicon Valley”, es decir de la neo edad de piedra determinada por el sílice y los circuitos integrados que da lugar al sucedáneo electrónico del libro, el llamado e-book, cuyas versiones más recientes procuran imitar la tinta, el paso de las páginas, etc., mostrándose como un ingenio tributario al menos en apariencia de lo que McLuhan denominó Galaxia Gutenberg, posee una vigencia y una vitalidad que se distingue de la fragmentariedad  y subalternidad algo caótica y sin marcos totalmente visibles de legitimación que presenta lo literario en el universo digital.

Si, como planteaba el pionero y fundador de la comunicología, Marshall McLuhan: “el medio es el mensaje”, es indudable que el libro de poesía considerado como una obra coherente, cohesiva y no, como una serie de fragmentos, lascas, o trozos más o menos desordenados de un posible discurso poético tiene, en el tercer milenio, una preponderancia y un protagonismo insoslayables.

Las anteriores reflexiones vienen a colación puesto que en la obra poética del italiano Alessio Brandolini (Rascati, Roma, 1958) se suceden con nitidez y certeza una serie de títulos unitarios de poesía y no meras selecciones o conjuntos de poemas formando un collage.

Cada libro de Brandolini es una obra cuya completud se demuestra en la precisión con que el estilo se desarrolla ad hoc para expresar un contenido, una sustancia semántica específica. Aun tomando en cuenta que su primer libro El alba en plaza Navona ,editado en 1992, es una suerte de antología, su composición muestra una coherencia y unidad propias de una propuesta organizada en forma unitaria. Ese título ganó la sección inéditos del premio Montale en 1991. En otro de sus títulos como Divisorias orientales publicado en 2002 (premio Alfonzo Gatto), si bien se presenta como una selección, es clara la voluntad de llegar al lector con una arquitectura expresiva definida en el todo. Pero es, sin duda, a partir de  Poemas de la tierra publicado en 2004, y de El mal desconocido o El mal inconciente,  publicado en 2005, donde puede afirmarse que cada nuevo libro de Brandolini es un solo poema en partes articuladas, una obra diseñada a partir de la conciencia plena de una intersección entre fondo y forma. Esto se hace evidente en un libro de experiencia sudamericana de alto impacto como Mapas colombianos (2007), Tíber en llamas (2008, premio Sandro Penna) y  El río en el Mar (2010, finalista premio Camaiore).

En el libro que aquí se presenta, En la mirada del lobo (Nello sguardo del lupo, edición italiana 2014),  hay a la vez una condición unitaria indiscutible y una articulación de siete partes que, como los siete brazos de una menorah, son ramificaciones de la misma pieza sólida, única, en cuyo extremo ilumina el mismo material incandescente en siete lenguas de fuego. El título global del libro ofrece, en su aparente claridad,  sin embargo, cierta dificultad en la traducción: Nello sguardo del lupo podría traducirse como En la mira del lobo, es decir, dando al lobo del título un rol de sujeto vigilante, al acecho, atento a su objetivo o víctima, pero de este modo alejando la animalidad radicada en el yo lírico  preponderante en vastos tramos de su discurso y  por tanto  haciendo de esta traducción una traición al procedimiento  que en el italiano original aprovecha la prosopopeya: una opción mejor es traducir el título como En la mirada del lobo, puesto que este título en español refleja  la ambigüedad lograda por Brandolini como formidable recurso expresivo. En el original se da una escisión: hay un tradicional yo lírico que coexiste y en ocasiones confluye con un yo exterior. Se da una escisión que permite disfrutar y entender grandes partes del libro como una travesía introspectiva. El lobo es el propio poeta. El lobo, desde la posición incontaminada de su animalidad no racional, percibe lo que no puede percibir el yo “racional”. En la mirada del lobo supone una definición de situación, la delimitación de un modo de conciencia “otra”. Aquí lo humano se ha subdividido para poder primero contemplar y luego descubrir la naturaleza física de la realidad vivida. El poeta es el lobo porque persigue, acecha, sale a la caza de una esencia inextricable para un yo lírico de la modernidad. Tal vez por eso,  sería mejor situar este libro, su construcción y el resultado de su construcción, como propios de lo que el pensador Zigmund Bauman llamó “modernidad líquida”.

El lobo ejerce la posibilidad de su mirada para permitir que el lector vea. Ver y mirar   no son formas equivalentes. En la mirada del lobo  es la construcción de un topos, de un lugar, en donde a través del discurso poético puede llegarse a ver la dimensión interior, síquica, espiritual, de ese lugar.

Pero como en todo discurso, a través de la Teoría de la Recepción existe siempre la posibilidad de una hermenéutica alrededor del “otro lado”, una hermenéutica que aproxime en un proceso infinito pero cada vez más ajustado, la realidad consciente y afectiva de esa entelequia llamada lector. El lobo es también el lector. Este libro unitario está en la mirada del lobo. Esta arquitectura discursiva ha sido puesta a disposición del lector, primero en italiano y ahora en español, entre otras cosas, para que su artificio estético abra canales del sentido alejados de la cotidianeidad racionalista, académica, o de la mera construcción canónica de lo “bello”.

Debe aclararse, de todos modos, que no se trata de una mecánica y simple puesta en discurso de lo irracional. Alessio Brandolini propone una ratio poética nueva, fundacional, una ratio que no excluye ni se opone al pathos. En todo caso, existe en el libro la proposición de una conjunción dialéctica de ambas cosas.

En A la búsqueda del sentido perdido, el crítico Marco Testi dice a propósito de este libro (Revista L’ ALBATROS Año 15 no. 4 octubre-diciembre 2014): “La pasión contemporánea ofrecida como espectáculo lejano (en el inicio) y cercano en las llegadas, ya había sido visitada en otras experiencias líricas precedentes de Alessio Brandolini, sobre  todo en Tíber en llamas (2008) y en El río en el mar, de cuatro años atrás (2010). Ahora deviene en En la mirada del lobo un universo, la expresión de un hoy que se escapa quizá por la condición miope del observador implicado en el espacio observado, el sentido y la causa”.

En la observación de Testi hay una clara señalización de la evolución de un discurso donde predominan la lógica de la comunicación y la referencia del yo emisor a un discurso donde el yo se divide y la lógica de la comunicación comienza a incluir la percepción de lo interno y la preeminencia de lo intuitivo al mismo tiempo. Sigue diciendo Marco Testi: “Ya en el epígrafe del poeta esloveno Kajetan Kovic (‘el verdadero nombre de las cosas/está escondido’), se esconde el estatuto poético de En la mirada del lobo. La afabilidad lingüística -aquella que en tiempo de modo narratológico se diría función denotativa- no es más en grado de comunicar aquello que el paisaje del momento propone”.

En este sentido, la delimitación de la mirada, instintiva o no,  permite descubrir, poner en evidencia. Nombrar es develar. Nombrar es saber. La construcción del discurso de  En la mirada del lobo es, como en las mejores construcciones poéticas del tercer milenio, puesta en práctica de un proceso cognitivo diferente. Lo que se conoce incluye siempre a quien conoce.

La separación arbitraria y positivista de “objeto a conocer – método – sujeto que conoce”, pertenece a un esquema mecánico obsoleto superado por esta poética de miradas cruzadas puesta en juego por Brandolini.

Por otra parte, resulta oportuno y complementario examinar las palabras de Armando Romero en el prólogo a  la edición  en español de Mapas colombianos: “Disolverse en el paisaje, he allí la tentación y el gozo del poeta y su poesía. No se trata de transformar o de ostentar el cambio, lo cual nos llevaría a la sin salida de un querer hacer político-social, esa triste esperanza donde la inocencia linda con la estulticia. Es la idea de comunión, o tal vez de transustanciación la que prevalece, ya que al plasmar así ese paisaje trascendido, el poeta alcanza la clara dirección del otro ser que es él mismo”.

Ese cruce de direcciones, de seres, señalado por Romero, ese disolverse en el paisaje es la causa prima del goce estético y de un tipo de conocimiento donde tanto el discurso como quien conoce forman parte integral de lo conocido y es así entonces que en cada acto poético que conforma En la mirada del lobo hay un acto de revelación de la realidad y a la vez un acto de creación de esa realidad que se conoce.

“El lobo de Brandolini”, dice Francesco Tarquini, “es un animal que se fue haciendo cada vez más astuto, producto del rechazo y del aislamiento del que es víctima tradicional (…) La imagen encarnada de la destrucción y de la muerte se transforma en figura solar, iluminándose en el momento en que sale de la caverna, como la luz que emerge de las sombras. Este es el significado simbólico de su ‘visión nocturna’: el lobo es portador de un conocimiento que proviene de las sombras y sólo afrontando ese miedo, y atravesándolo todo, se puede buscar el conocimiento: ’la luz viene de la oscuridad, no hay conflicto/sin encuentro’ “.

En esta proposición dialéctica, abductiva, está una de las claves del lugar desde donde se enuncia en este libro. Tarquini pone al descubierto con claridad este mecanismo: “En vistas de que el lobo, por lo tanto, es un lobo ‘desarmado’, hasta el punto de ser ‘despedazado por el cordero’ Alessio Brandolini comienza su visionaria aventura introspectiva. En esta, ‘en la mirada del lobo’ significa que el poeta está en los ojos del lobo, es objeto de su mirada; y, al mismo tiempo, está mirando a través de esos ojos; fuertes y sostenidos son los indicadores de la metamorfosis: ‘me veo en el cuerpo del lobo’, ‘me encuentro en la pureza del lobo’, ‘me recojo en la piel del lobo para aprender/ y me espanto’(…) Es en este contexto, que las diversas cuestiones evocadas por el poeta adquieren todo su significado: el pasado, la infancia, los recuerdos, los objetos, las caras, los animales, incluso los pequeños eventos que cambian su percepción del mundo, revelando verdades ocultas debajo de la opacidad de la apariencia”.

La coincidencia en que es un libro de praxis cognitiva, de cruce de miradas a la vez que una dolorosa travesía introspectiva, vuelve a remitir al epígrafe de Kajetan Kovic: “Debe ser abierto/ como una herida,/ porque el verdadero nombre de las cosas/ está escondido”.

Una de las partes del libro titulada “Llamo de otro planeta” agrega una clave interpretativa estratégica: la ajenidad de lo propio, el distanciamiento inmóvil, el viaje estático, diacrónico o sincrónico, para conocerse uno mismo.

Es en esta sección en donde se advierte que la perspectiva es un instrumento esencial del hacer poético.

El campo de observación está doblemente abierto;  En la mirada del lobo pone en funcionamiento bidireccional aquella lejana correlación sujeto-objeto mencionada por Jean Paul Sartre, pero da varios pasos más adelante en la intersección significativa de la mirada y lo mirado, del saber y del saberse.

Una confluencia fluida, ágil, umbría y solar a la vez, propone este libro de poesía y pensamiento, uno de cuyos efectos más notables es el de provocar y permitir el goce poético, una suerte de paradójica pureza contaminada de la esencia humana.

Alessio Brandolini (Italia, 1958). Vive en Roma, donde se licenció en Letras Modernas. Ha publicado los libros de poesía L’alba a piazza Navona  ... LEER MÁS DEL AUTOR