Alberto Hidalgo

¿Quién dijo miedo?

 

 

 

 

  

Estética

 

Yo conocía

la emoción del ritmo;

pero desde el punto que te quise,

entiendo

el ritmo de la emoción.

Creía

que la poesía consiste

en los ritmos,

y en las imágenes,

y en la música de las palabras,

y en la rima,

y en las bellas frases,

y en la armonía

o la melodía del verso.

¡Mentira!

la poesía consiste

en ir juntando

un poquito de emoción

a otro poquito de emoción,

aunque cada verso sea

solamente

una palabra

o una modesta

sí-

la-

ba.

Y esta estética

la he bebido

en tu cuerpo

y en tu alma;

porque en ti se hallaba,

sin que tú lo supieras

ni

sos-

pe-

cha-

ras…

 

 

 

 

El Misti

 

Soberbio, lleno de altivez, ufano

de su bella apostura y gallardía,

cuando amanece, el Misti con humano

sentimiento bendice el nuevo día.

 

Los gallos le saludan desde el llano

con una orquestación de algarabía,

que él contesta, arrogante, con un vano

gesto de nieve de su testa fría.

 

Al ocultarse el Sol en el poniente,

parece un inca de nevada frente

coronado de innúmeras centellas.

 

Y resurge del fondo de la noche,

cuando comienza el sideral derroche,

como una copa derramando estrellas.

 

 

 

 

¿Quién dijo miedo?

 

Le apuntarán con rifles a la región del saco

el saco ha de dejarles perforar la camisa

la camisa de cándida permitirá que lleguen hasta el pecho

el pecho heroicamente sabrá ahí mismo convertirse en rosa

la rosa echará pétalos por los cuatro costados de la sangre

la sangre comedida irá a entregarle su caudal al río

el río asumirá la empurpurada fisonomía del obrero

y el obrero sin pausas ha de seguir pidiendo

pidiendo que le suban el salario

aunque después sus restos

vayan a exagerar el cementerio

 

Otros verán que tiene motivos el salario

para creer que es poco lo que le da a la casa

la casa tiene esposa

a la esposa le cuelgan como flecos los hijos

a los hijos no hay pan que no les ladre

no hay ladrido pequeño que no implore un juguete

ni hay juguete tan tonto que se ponga furioso

el día que lo adquieren porque lo rompa un niño

Pero al niño de veras solamente lo encarga

la madre cuando sabe que ha llegado el aumento

al aumento le dan de bofetadas sin asco los patrones

e irreductible la inclemencia de éstos

al perro de juguete

al chico que no ladra

a la madre atrevida que lo compra

y al jornal microscópico del padre

no les queda otra cosa que la huelga

 

La huelga es la antesala de la muerte

la muerte es una hilera de fusiles

los fusiles son seres

expertos en el arte de asesinar camisas

las camisas se abrigan con los sacos

los sacos son parientes de los pechos

en los pechos revientan las rosas de la sangre

la sangre nunca para hasta que llega al río

y este río de espantos desemboca

inapelable inexorablemente

en el mar sin perdones de la revolución

 

 

 

  

Papá

 

Tenía el padre un parecido grande con la bondad

La misma frente iguales ademanes

Idéntica manera de moverse hacia los lados

Como distribuyéndose en las cosas

Como soltando partes suyas para que las asieran las personas

El padre y la bondad eran sosías

 

Entiendo que el tórax era poco

Año tras año ampliaba el domicilio en que alojaba el corazón

Y de tal modo éste llegó a ocupar todo su cuerpo

Allí a sus huéspedes brindaba atención de primera

En costumbre de abrazos en que cabían miles

Sin promiscuarse y sin hacinamiento

Porque al espacio su conducta cual si fuera de goma lo estiraba

 

No era una vela pero ardía

Pasiones contenidas no exportadas quemábanlo

Los libros que pensaba y no escribía eran su incendio

Las lecturas el ver el ansia de escuchar lo combustían

En la voz en las manos en los ojos se le pulsaban 39 grados

Hizo llamar a médicos y su diagnóstico fue absurdo

Por no dar en la tecla y no auscultarle el alma no advirtieron

Que él quería ser cielo y se iba en fuego

En lo que sale de la hoguera en fibra

 

La profesión que ejerció fue el entregarse

Proporcionaba una amistad de higuera que daba alimento y sombra

Y por eso después de atacarlo la muerte se dio cuenta

De que había abatido no solamente a un hombre sino a un árbol

Aún quedan sus raíces en la tierra

 

 

 

 

Semáforo

 

Mejor es que los ojos como lámparas trémulas se apaguen

Que los sonidos sean transparentados a donde nunca se los oiga

Que no acepten el vuelo de los vocablos

Que no haya casos cuando yo poeme

 

Pido la cesantía de las buenas costumbres del lenguaje

La defunción de la gramática

El aniquilamiento del sentido doméstico en el canto

Exijo ausencias cuando yo poemo

 

Propugno el culto de la errata

El celeste relámpago de la equivocación

El juego mágico de malentendidos entre versistas y leyentes

Para que juntos poememos en perseveración de este prodigio

 

El poemar repuebla al tiempo

Acrecienta el espacio de perspectivas y alrededores

Y en tanto que se espacia poemando

Se tiempa para siempre quien poema

 

 

 

 

Texto escrito

 

Danza la tosca mano del labriego

en la sonora y cálida vihuela;

a los compases de la cueca, ciego

un remolino de pañuelos vuela.

En campesino idioma canta luego

el tenor del lugar una espinela;

levanta un ebrio con amante fuego

a una moza la falda de franela.

El abuelo que es de ella buen escudo

crispando el rostro, amenazante y rudo,

con la vista hace al sátiro un reproche.

Y al terminar la fiesta, en la explanada,

colérico, le da una bofetada

que resuena en lo negro de la noche.

 

 

 

  

Telegrafía simplista

 

La lluvia pone paraguas

sobre las cabezas de los ciudadanos.

Las miradas se resbalan al suelo,

ignorantes del equilibrio.

Los hilos de las conversaciones se humedecen

y quedan en las aceras sus ovillos mojados.

El telégrafo sin hilo es inútil.

La lluvia es un aparato Morse

sobre los vidrios de las ventanas:

tac, tactac, tac, tac.

El cielo y yo cambiamos noticias

por intermedio de los alambres de agua.

 

 

 

 

De Carta al Perú

 

Oh país que en los ojos te reflejas igual que en una fuente

Oh país de los días abundantes

Oh país con superpoblación de simprelindas

País que en los canarios ejecuta las más hondas guitarras

País que ensaya primaveras en atención a sus deseos

País que mira al universo como un balcón al patio

País que da la sensación de estar pisando en aire firme

País al que la luz entra volando como una rápida azucena

País que a las tormentas las sacude como si fueran campanarios

País donde a los senos se los traduce sin dificultad

País donde a la sombra de los besos se vive una palmera

País que abre su espíritu como si fuera un puerto

País que se atribuye el firmamento como si fuera un águila

País donde a los odios se los tiene a la mano cual revólveres

País donde el paisaje en cuanto surge adquiere carta de ciudadanía

País en que es peruano el color del lenguaje en que se quiere

País donde es peruana desde que nace hasta que muere el agua

País donde es peruano hasta en las flores que lo dan el fuego

País donde es peruana la propia cara de la tierra.

 

 

 

 

Ellas solas comprenden

 

En los mundos que salen de mi laboratorio a integrar lo

/imposible hay azucenas de

clavel jazmines de magnolia

uvas de naranja plátanos de limón

trigales en que el pan ya está hecho en la espiga

cultivos obtenidos en terrenos de poema o de música

porcelanas de hierro

una industria con relaciones exteriores y por eso secretas

 

Una palabra es almoperitud

y otra sebrotelena

ambas en este único momento sorprendidas

Quién no las reconoce bellas y significativas

cómo negar que expresan claramente algo que no se entiende

 

Jesús de un orbe al fin inaugurado digo

dejad a las palabras que vengan a mí

 

Alberto Hidalgo (Arequipa, Perú, 23 de mayo de 1897 - Buenos Aires, 12 de noviembre de 1967). Poeta y narrador peruano cuya obra, exaltadamente individuali ... LEER MÁS DEL AUTOR