Al-Shahawy

Soy el error de los lingüistas

 

(Traducción al español de Abeer Abdel Hafez)

 

 

Frío mi corazón en una sartén vieja

أقلي قَلبي في مِرآةً صَدِئة

Hace dos años por lo menos,
apagué el gas de la cocina
porque había cambiado mi mapa gastronómico,
tras haber regalado los veinte gatos
que consolaban mi sombra y mi alter ego.
Puse los sillones “de anticuario” del salón justo frente a la cocina,
envueltos en papel duro,
para que me contasen las historias de su verdadero dueño,
y para robar del aire los cuentos de los gatos.
Hoy, tras la vuelta de los gatos, después de dos años,
uno por uno tocando mi puerta,
como si se hubieran olvidado del lugar,
decidí abrir el gas
y freír mi corazón en mi sartén abandonada,
oxidada de tanto tiempo sin usar.
Mi corazón se mostró cruel (sobre todo con el último gato,
lloraba al verse arrojado de mi piedad,
como si dijera:
juro por Alá que soy soltero como tú,
por qué no freímos la soledad en la sartén…)

 

 

El tirano atrapado en su sombra

الطَّاغِية مَسجونٌ في ظلِّه

El agua está presa en su vaso,
el aire en su alcoba,
el sol en su noche,
la libertad en su lenguaje,
un vocablo encarcelado en su sentido,
hasta que use sus pies para caminar,
mientras, tú estás encarcelado en tu cama.

Las montañas encarceladas,
al inclinarse para dejar pasar las nubes.

El movimiento está encarcelado en el silencio,
y viene cojeando con un bastón desde la montaña,
erosionado por la carcoma de los huertos de Salomón.

El enfrente está encarcelado,
horrorizado temblando el atrás.

Los muros están encarcelados
por el miedo de los cristales implantados en su interior.

El viaje está encarcelado
porque está atrapado en los permisos residencia.

La esclavitud está encarcelada
porque sigue libre su camino.

Las frutas del sicomoro
están encarceladas en nuestra tierra
porque mi padre falleció sin circuncidarlas,
yo de pequeño no podía llevar el cuchillo
por miedo de que los pájaros me odiasen,
se alojaban en el árbol
y creían que los iba a degollar.

La cuerda de la horca está encarcelada,
nadie se atreve a deshacer el nudo
por miedo a la mala suerte.

El ahogo está encarcelado en su sueño inquieto,
debajo del agua,
porque los peces vendieron su memoria a la muerte.

El tirano está encarcelado en su sombra,
esa que duerme de pie sobre un muro derrocado por las noches.

El Cairo, 6 de abril de 2015.

 

 

Da al fuego otra oportunidad
امنحْ النارَ فرصةً أُخرى

Da al fuego otra oportunidad
Quizás cambie sus costumbres,
O pedir otro alimento
diferente al que siempre había consumido
desde que creó a si mismo

acaso te acompañaría en un paseo
se siente en su despacho contando secretos
o dormir en una cama para narrar el ardor de los amantes
al mensajero de paraísos
dibujando caminos de bienandanzas

quizás se le sensibilice el corazón
tras haber sido preñado por un árbol llorón
de una leña que susurró el secreto
del fuego que nos había devorado
o para vengarse del fracaso y del amor.

Ámsterdam, 2 de Octubre 2013.

 

 

Como una elegía olvidada en la pared

مثلَ مرثيةٍ منسيةٍ عَلى الحَائِط

Como un presagio creciente
Crece la ausencia.

Como el gusano huérfano de seda
En su capullo
Donde crece el silencio
Debajo de las uñas.

Como un pequeño elefante
Crece en sus sueños
Y pasa un año como un secreto huérfano.

Como un sueño indescifrable
En la puerta de la mañana
Crece la timidez por la ausencia.

Como una mano que escribió una carta
Con sombras furiosas,
Crece la testarudez
Como una palmera manca.

Como un arco que tiró su tinta en la despedida
Inundándose como quién se lava las manos
en agua de los ángeles
crece la mañana en la sangre.

Como una palabra con una sola pierna
Crecen las cenizas de lenguas
En manos del poeta.

Como una herida olvidada
Se envejeció el poeta
una elegía en la pared

Como una rana que olvidó su elegía por el día
Se volvió un tren sin ningún respiro
Y crecieron las cortinas
Como árboles desnudos por la noche.

Como una cabeza llena de dudas
Crece el viento para devorar las espinas.

Como una luna débil atropellada por un coche de palabras
Crece el fuego para cocinar las palabras de la esperanza.
Como un infinito desprovisto del sueño,
Crece el muro de la elocuencia
Para que desaparezca el significado
En los funerales.

Como un pájaro confundido
Entre mi lenguaje y su lógica
Creció el desierto en el seno de mi mano
Y desaparecieron los secretos del lenguaje.

Como un nombre dormido
pisoteando la tierra por la noche
crece el olvido en el desierto
y se oxida el último beso.

Como un gato durmiendo
Al lado de la puerta
En el frío,
Como un elefante barriendo los recuerdos
De la casa.

Como una palmera que antes era mujer
Crece la madre en el poeta
Para prohibir a los ladrones
Robar las palmeras en el alba
Edificando templos alrededor sus manos.

Como un mausoleo que duerme al extremo del mar
Crece el cincel que esculpe mi nombre en él
Y se olvida que era un dios en su lecho.

Como una piedra
-apoyando al tiempo cojo-
Crece el muro para impedir el salto
del recuerdo.

El Cairo, 12-22 de diciembre 2014

 

 

Soy el error de los lingüistas

أنَا خطأُ النُّحَاة

Mi sangre no es ninguna limosna corriente,
tampoco me parezco a la esfinge en su silencio,
podría igualarme en el silencio y la discreción.

Nunca fui carnívoro,
mis diez dedos nunca fueron de pólvora,
mi boca no es tumba para recibir forasteros,
que abusan hasta la sobredosis del jarabe de esperanza.

No tengo puentes ni ventanas,
si los tuviera, serían ciegos,
levanto dos cielos encima de mi cabeza,
doy la cara a las paredes,
una cara sin caras negras.

El río me sube por las ventanas,
con sus peces,
soy el más silencioso,
el más loco entre la gente,
de otro modo:
soy la máquina de la locura al amanecer.

Los años no han pasado entre los dedos,
Sin embargo, rasguñados por las uñas,
volvieron al punto cero.

Todos los juegos que había ganado,
me hicieron hijo de las pérdidas,
me perdí en el laberinto,
no pude abandonar el juego,
y mi amante no me había colgado ningún amuleto,
para entrar solo en el himno
y vagar en el sueño.

Daba todo,
pero no ganaba de la sombra, sus sombras.
Cometí el pecado de un dios de bronce
cuando se oxida en los páramos,
los transeúntes no toleraron el cambio del color,
ni la palidez de mi tez por sus huellas en las caras,
sin acento ni punto,
como una araña sin pies,
buscando bastones encima de una pared desnuda,
un libro lleno de lágrimas,
unas palabras vistas solo por mí.
Soy el error de los lingüistas,
un dibujo único de un pájaro eufórico,
con aire ebrio.

Soy Ahmad Al Shahawy,
quien va hacía la eternidad
para evitar las catástrofes
de las hilanderas de la araña.

Sin ningún ojo en el espejo,
sin paredes en el espacio,
y lo infinito sin un cuerpo vistoso,
como si un diablo se acostara en las superficies,
llenando el tintero con sangre perversa,
y escribiese de mí lo que nunca decía:
La puerta cerrada,
ningún camino a la izquierda,
allí dejaba mi corazón,
andando solo toda la noche,
sin brújula ni guía.

San José, Costa Rica. 10 de noviembre, 2014

Al-Shahawy Nació en Damietta, Norte de Egipto, el 12 de noviembre de 1960. Realizó estudios de Periodismo, en la ciudad de Suhag, en la Facultad d ... LEER MÁS DEL AUTOR