Agustín Labrada Aguilera

Pecados y serpientes

 

 

 

 

QUERÍAMOS UN REFUGIO UNA HOGUERA

 

Queríamos un refugio una hoguera

el atardecer

habitado de colibríes

y la tranquilidad de los manantiales.

 

Queríamos el maíz y los cerezos.

 

Pronunciamos el idioma del sol

en la época

soñada

del vino.

Del abismo regresó la abuela

y tibios panes

alegraron la fiesta de la mesa.

 

Pero el rancho visitado por los demonios

se incendió

las avispas

huyeron del verano

dejándonos el susto de las bestias…

 

Perdimos los frutos

el sendero que nos conducía al pozo

el escondite de las garzas…

 

Nadie impidió

la furia del diluvio

y no hubo barcas

ni delfines.

 

 

 

¿NO OYES EL VIOLÍN?

¿oye alguien mi canción?
José Lezama Lima

 

Tengo miedo

mis manos son demasiado pequeñas

y no alcanzan la ventana que da al cielo.

Mi madre pasa y vuelve a pasar y no me ve

hay una telaraña entre sus ojos y los míos.

Ella quiere que la casa se pueble de otros ecos

cuentos alegres

a la sombra feliz de la ignorancia

y no me ve

y no me ve

y no me ve.

 

¿No oyes el violín?

¿No oyes el violín?

Estos son mis buenos vecinos

jueces absurdos como el crimen

que ignoré en mis juegos

y en mis bailes ruidosos.

Esos adultos

dueños de una ética alucinante y antigua

pretenden rodearnos de fronteras

y no ven las luces violentas de mi tiempo.

 

¿No oyes el violín?

¿No oyes el violín?

Casi todo nos falta

la pobreza es un perro triste

no adornes con cal lo humilde que somos

diles que mi padre

nos dejó en la estación de la sequía

que crezco como puedo

y me enamoro de las estudiantes.

A él dile que no quiero sus monedas

ya aprendimos a sacar pan como los magos.

 

¿No oyes el violín?

¿No oyes el violín?

Nunca me dijeron: la ciudad

engaña tan bien como una puta fina

un adolescente se pierde

y puede ser devorado por los lobos

hay decadentes

matan con su apetito la alegría

trafican tu suerte

sin que respires

sin que digas nada

hasta ahogarte con sus propios derrumbes.

 

¿No oyes el violín?

¿No oyes el violín?

Qué difícil hallar

el llano transparente de la humanidad.

 

 

 

ELLA ES NOSTALGIA DE UN VINO

 

Vuelvo a mi escuela de ayer

por rutas anochecidas,

los años fueron suicidas

–gris que no voy a beber –.

 

Vuelvo como a la mujer

que me ha esperado en la sombra

y con su cuerpo me nombra

destejiendo un aire fino.

 

Ella es nostalgia de un vino

que me entristece y me asombra.

 

 

 

SECRETO DEL VENADO

 

Las sabanas que octubre ya amarilla

son el secreto canto del venado,

que amanece en un rayo tan dorado

con el oro cernido entre la arcilla

de un arroyo sin fondo y sin orilla,

donde nunca se aviva el tenue invierno.

El venado dibuja bajo un cuerno

la tristeza que fluye a su pupila

sobre el pasto que el miedo ha vuelto lila

y escapa indiferente hacia lo eterno.

 

 

 

PECADOS Y SERPIENTES

 

Ninguna foto eterniza

los minutos más dulces y prohibidos

que prohibidas mujeres

tatuaron en mi cuerpo

y me abrigan contra las tempestades,

cuando el verdor se agota

y me hunden sus gorriones.

 

En ninguna película,

flota el océano de mi infancia

con sus buques volando sobre los eucaliptos.

Ningún set reproduce la ternura,

pecados y serpientes

que vuelvo música,

esta desolación no confesada.

 

Tal vez no rasgue un solo oboe,

un leal espejo

que traduzca mis redes

y ascienda hasta el pasado,

pero comprendo al fin el laberinto,

sus pedregales borro

y me sumo al azar que nace con la aurora.

 

 

 

A LA MUCHACHA GRIEGA TRAS LOS MUROS

 

Si creyeras en la virginidad de toda alianza,

te asombraría la luz

en el peligro

y su esplendor que ciñe tu tristeza.

 

Una hora más

y alcanzarías la cuerda

conque Ariadna

atraviesa el oro de los siglos,

hasta ver a la muchacha griega tras los muros,

los guerreros que son esa playa que pisas.

 

¿Qué extraño testamento has confesado

para saldar tus deudas con la antigüedad,

que se inclina y señala ante tus pies el fuego?

 

Desde hace miles de años,

a las altas murallas retornan los difuntos,

es el humo de Troya

que iba a testimoniar su discordia en la Tierra;

siempre habrá un fiel guerrero y una joven hermosa,

siempre la misma luz

legada por el amor de Zeus a tu memoria.

 

 

 

DEUDAS OXIDADAS

 

Con un aullido

se desgarran milenios,

la inexistencia

que entre mis semejantes

nombran identidad.

 

Al otear

los inmensos ayeres,

sus equinoccios,

suben al corazón

tres deudas oxidadas.

 

Lamentaré,

asilado en la náusea,

que ya no ladren

las penas tan suicidas

por donde erró mi arpegio.

 

Desde las tumbas,

tocaré para todos:

a los que amé

y a quienes me atacaron,

juntos en la ceniza.

 

 

 

ASPAS

 

Ese molino

–en el ojo del llano–

tal vez no roce

las parvadas que emigran

en pos de algún consuelo.

 

Muy fantasmal,

ardido de intemperie,

entre sus claves

ha escuchado cien lunas

y ninguna esperanza.

 

Aunque sus aspas

dibujen la armonía

y dura vean

a su faz contra el humo,

lo sostienen las penas.

 

Soy como él,

pero sé disfrazar

el pentagrama.

Me creen un girasol,

pero giro en penumbras.

Agustín Labrada Aguilera (Holguín, Cuba, 1964). Reside en Cancún, México, y es autor de los poemarios La soledad se hizo relámpago, Viajero del asom ... LEER MÁS DEL AUTOR