Adela Fernández

El Títere Melancólico

 

 

 

EL TÍTERE MELANCÓLICO

 

El telón se abre lentamente.

El escenario negro, intenso, desolador.

El Títere Melancólico va y viene por el proscenio; imagen desesperanzada. La

oscuridad es infinita y densa. El Títere es de lastimosa pequeñez.

No hay música.

Sólo se escucha el golpear de sus pasos y el latido de su corazón de madera.

Una luz blanca, brillante, sin mayor expansión que la de su delgadez, verticalmente

lo ilumina; parece otro hilo más que somete y ordena. El Títere

ama a pesar de saberse solo en el escenario, oscuro, manchado de sombras

por todo lo que le ha sido negado. Descubre un botecito de pintura, se

pinta la cara de blanco. Emprende un ejercicio de movimientos rápidos,

heroicos, jubilosos. Logra en esos minutos simular ser un títere feliz.

Alguien, una mano lejana y desconocida deshoja una rosa. El Títere se estremece,

solloza, recoge con los labios un pétalo y al contacto descubre lo

exquisito; imposibilitado para rehacer la rosa, asoma a la crueldad. La flor

es sólo residuos. Ensaya vivir con esos restos considerando que mientras

haya un fragmento, una partícula, se puede reconstruir: Imagina a la rosa

restaurada, plena, pero los pétalos esparcidos sufren el destrozo.

La luz se apaga y lo invade la sombra. Ensombrecido articula sus miem–

bros. Se adivina en él un intento de ser a pesar de esa oscuridad que

amenaza ser definitiva.

Su corazón gotea.

La delgada luz vertical vuelve a iluminarlo. Lo encuentra y lo señala ahí, tirado,

dormido sobre la rosa deshojada. Los hilos enredados y hechos nudos.

Despierta, se levanta encorvado, los brazos entrelazados en las piernas, la

cabeza vuelta hacia atrás.

Sin embargo, se mueve, trata de desenredarse, logra al menos la posición

correcta de la cabeza. Se duele de sí mismo, solloza…

Dios conmovido, se pinta la cara de colores, se viste de payaso y salta al escenario.

Hace cabriolas, pasea en monociclo, realiza piruetas sobre la cuerda floja.

El Títere,

doloroso, desconcertado, da pasos torpes. Lo mira muy de cerca

con incredulidad. Lleno de asombro trata de seguirlo. Dios le mete zan–

cadilla. El Títere cae. Dios lanza una mirada retadora hacia el público de quien espera

una carcajada. No hay risa en la sala. No logró su impacto

cómico. El Títere lo mira con tristeza, débil aplaude, trata de sonreír, suspira,

se estremece y llora.

Dios tira al aire un pañuelo negro, al recobrarlo saca de él una daga.

Corta los hilos al Títere, los hilos sangran: sangre callada de madera. El público

no solloza. No logró su impacto trágico.

Dios quiere ser aplaudido; de nuevo hace cabriolas, círculos con el monociclo,

piruetas en la cuerda floja, devora lumbre, danza parado de manos. Ninguna

reacción en la sala. Toma la rosa deshojada, la rehace,la transforma,

la cambia de colores, la ilumina. Se la lleva al Títere inarticulado, yacente.

No hay ya en él ni siquiera un ánimo contemplativo.

Dios, ahora triste, arrastra al Títere por todo el escenario, lo carga, lo suelta, lo

abraza, le llora.

Ninguna emoción vibra en el espacio de la sala. Ese único público, aburrido,

indiferente, se ha quedado dormido durante la función.

El telón borra al Títere Melancólico y a su inútil Dios vestido de colores.

Silencio absoluto.

Pero…

Nadie sale del teatro.

 

 

 

 

 

LA ROSA EN EL VASO

 

Entró más feliz que nunca a su miserable cuarto.

Vio la rosa en el vaso, le cambió el agua

y decidió ahorcarse.

 

Ahogados en sol mis destrozos…

hincados en el templo están los diablos

amada por amada la muñeca negra

alteradas mariposas todas pardas

mórbidas mujeres mordiendo muerte

y callados los niños oxidados.

 

…nada me preocupa; sólo la rosa en el vaso.

 

La mesa del desayuno ensangrentada

por el pan de Cristo rebanado en la costumbre

hilos de ira desatados

máscara a otro rostro trasladada

cápsula de horizonte al vencido

espléndido dolor, danza y giro

noche dividida en siete partes.

 

…nada busco; sólo la rosa en el vaso.

 

Recargado en árbol caduco

comulgando con hostia de estiércol

mano que aprieta pez, plateada

sin dedos, sin alma, sin caja

 

cabalgando la fe de los herejes

muerto de risa y cementerio.

 

…nada lloro; sólo la rosa en el vaso.

 

Cayendo el Dios abolido

llovizna la plaga de estrellas

gime la tierra tarántula

bañada de luz perezosa

en el rincón de cualquier iglesia

remoto el sentido de aquello que toco.

 

…nada desgarro; sólo la rosa en el vaso.

 

Heredo cabellos y no ideas

impulso de gato sin brillo

nardo lamiendo al nardo

streap-tease de religión vacua

epidemia del arte colérico

atónito de paisaje en mi uña

la brutal arboleda en espanto

deshecho el fauno en el lago

la tarde permanece en mi lengua

mi ojo al fondo del cráter vacío.

 

…nada amo; sólo la rosa en el vaso.

 

Abside roto

angustia decolorante

angosto ruido de sombras amputadas

indigesta de viento la exedra

vaho de todo lo agónico

bufón condenado por trágico

acto último de obligado suicida.

 

…sólo la rosa.

 

Soy único porque estoy solo

súbito solitario quebrando el mito

sórdida queja sobre el andrajo

ovípero sueño malogrado

sangre sin brío por todo inválida

revolcado en la galáctica alegría

rojo búho saetizado

en el trance y en el espacio

rompo la última pupila del abismo

ojo inmenso que me traga sin imagen

hueco en el hueco oquedando…

 

…sólo la rosa

La rosa y su ahorcado.

 

 

 

 

 

-Adela Fernández
Híbrido
Laberinto ediciones
Ciudad de México, 2011

 

adela hibrido

Adela Fernández (México, 1942 – 2013). Biógrafa, gastronómica, indigenista, investigadora y viajera. Interesada en la conducta humana, tuvo predilecci ... LEER MÁS DEL AUTOR