Beatriz Vanegas Athías

Festejar la ausencia

 

 

FRONTERIZOS (15)
Néstor Mendoza 

Beatriz Vanegas Athías manipula de muy buena manera sus recursos. Sus poemas, de efectiva llaneza, que interpelan a quien los lee, tienen el privilegio de la frescura y esa lozanía que otorgan los temas asociados al cuerpo que se desea, a los deberes cotidianos y a los asuntos de la provincia. Me hace recordar la vertiente festiva de Baltasar del Alcázar y su necesaria pieza «Una cena»: la estrechez económica, la cena de evidente pobreza, eran vistas no desde lo trágico sino desde una sana burla que invita a la piedad y la digresión. Se trataba, en el caso del viejo poeta andaluz del Siglo de Oro, de una poesía no siempre seria y formal, y que, de manera desenfadada, analiza la vida y sus rutinas a través de la jocosidad. Por eso me atrae de Vanegas Athías el recurso de la sorpresa y de la ironía, que la autora colombiana administra adecuadamente cuando deja para el cierre ese clímax esperado. Lo que podría ser un inicio convencional, de relecturas clásicas, se va transformando en el camino, y así va creciendo hasta ese cierre sorpresivo. Su poesía no tiene prejuicios de los temas y es allí donde radica su punto a favor: la condición femenina, el señalamiento hacia un tipo de machismo, la oralidad justa, son algunos de los intereses de Beatriz, quien sabe hacer notar los estragos del amor en el cuerpo y los episodios recordados. El poema de Beatriz parece burlarse de sí mismo, se sonríe de las vicisitudes y de las derrotas, de aquellos fracasos nada sangrientos sino más bien vinculados con el drama de todos los días. Una obra que se acerca a lo burlesco, por ejemplo, desde el tópico amoroso: frente a un amor idealizado (que no parece ocurrir del todo en esta poesía), el amor que protege el tacto desde lo sensorial y la desacralización. La palabra poética de Beatriz, que conlleva sonidos y comparaciones; y la mujer, quien almacena sensaciones e imágenes, se interrelacionan en un atractivo ejercicio de  erotismo en el que hacen parte la ilusión y la decepción. Se trata, me parece, de una poesía que alude al lector a través de la audacia y el desacato.

 

 

 

 

RUTINA

 

Él, le quita la blusa

hace volar su interior

y es un héroe que ha conquistado la lejana Troya.

Ella lo abraza

gime y lo hace gemir

y se cree Helena en brazos de Paris, el hermoso.

 

Tiempo después

él la acompaña a su pieza,

y en el camino

se extinguen los héroes y beldades

porque el viento huracanado de la nostalgia

sólo permite mirarse

y planificar acerca del examen

que al día siguiente deben presentar.

 

 

 

ADVERTENCIA

 

Pronto acabará el atrevido contoneo

que tarde a tarde obsequias a las calles.

Pronto acabará, te digo.

Si no me crees,

espera la llegada de aquél

que después de brindarte un guiño de ojos

te lleve amarrada a su cuerpo

una vez que decida salir contigo a pasear

y muy agradecido,

te invite luego a preparar su cena.

 

 

 

SOLIDARIDAD

 

Cuando el dueño de los objetos

permanece demasiado tiempo ausente

ellos se solidarizan con la esperanzada:

también la mesa, la cama y la biblioteca

mueren día a día de infinita tristeza.

 

 

 

EN EL PASILLO

 

En el pasillo ocurre el azulejo: ojo azul que

parpadea

feliz ante el hallazgo del grano de azúcar.

Ocurre el aroma mensual del lirio color

ladrillo.

En el pasillo ocurre el rebote del balón

que suspende la siesta.

Ocurre la impaciencia por recoger la ropa

seca

que la lluvia amenaza con empapar y la

carrera

hacia la cocina para intentar salvar la leche

que ya no es de este mundo.

En el pasillo ocurre la hamaca: balanceante

paraíso

para el encuentro con Sabines y Alejandra.

Y ocurre la noche: cuando el mirto

emborracha al aire

y los bonches son estrellas rojas

que encienden el cielo verde del jardín.

Y ocurre también, ni más faltaba,

el despiadado dolor de tu ausencia.

 

 

 

BAILARINA

 

Recuerda mujer:

a tu espectáculo

de caja musical

no acuden a admirarte

sino

a ser admirados.

No olvides:

ellos no son más

que traficantes de derrotas…

monarcas de fracasos,

y

tú,

su escenario más propicio.

 

 

 

NOCIÓN DEL CERDO

 

Insolente y sinvergüenza

emerge cual Dios lustroso de fango

y agradece a los santos

la lluvia propiciadora de los charcos.

El cerdo ríe hocico arriba

de la inercia pueblerina

incapaz de impedir

el avance de la podredumbre.

Hay días que siente piedad

y se retira a tomar el sol,

luego vuelve a su chiquero

que se le antoja un fragmento de calle

cercada y a la sombra

y se deleita con la servidumbre del ama

que acude a la mendicidad para engordarlo.

Pero aparece el día

el día que le toca

gruñir más de la cuenta

porque lo acecha

–insolente y sinvergüenza–

el reluciente metal del hacha.

 

 

 

BINOMIOS

 

El arma blanca y el arma de fuego.

La súplica y el silencio.

La viuda y las declaraciones.

La ciudad engorda.

El poder también.

 

 

 

NADA ANORMAL

 

Finca Villa Esperanza.

Vereda El Tesoro.

Corregimiento Don Gabriel

Municipio de Ovejas:

Varios Sujetos.

Llamado a lista.

Abrazo a la tierra.

Rostros lustrosos y plenos de polvo.

Identificación desvergonzada.

Súplicas inaudibles.

La cuerda lacerando puños.

El nacimiento de muñones.

La gasa clausurando palabras.

Despedida.

Otra porción de amenaza.

El éxodo como morada.

Fuera de este hecho,

nada anormal.

Beatriz Vanegas Athías (Majagual, Colombia, 1970). Magíster en Semiótica de la Universidad Industrial de Santander. En 2016 realizó un doctorado en Letras en la ... LEER MÁS DEL AUTOR