Yirama Castaño Güiza

Y el mundo comenzará de nuevo

 

 

 

PRÓLOGO

 

No tengo la intención del desafío,

ni la premura por un juego de palabras.

 

No poseo el concreto de la línea en el poema,

ni la lucidez de cifras en la aurora.

 

No merezco un nombre que autorice

la búsqueda universal en primavera,

ni la mentirosa voz en la puerta de mi fuego.

 

No entiendo el coro de ángeles testigos

en una caída de noches anunciadas,

ni los demenciales silencios

dando el sí en mi costado.

 

No puedo construir la imagen

a partir del vacío con cerrojo,

ni aplaudir al inventor de la acrobacia

que finge ser bandera.

 

Para escribir y amar sólo mis manos.

 

 

                                     

EL CINTURÓN DE ORIÓN

 

Cuando se sueña

que poco hay para perder.

En la ciudad de los juegos

las noches son estrechas,

los bares siempre están abiertos

y las calles

van formando su propio laberinto.

Las luces intermitentes

impiden reconocer el número

en el que se detendrá

hoy el mundo.

En cada lance, el que apuesta

pierde una parte de su rostro

y el croupier arrastra

en el filo del rastrillo su adicción.

Al amanecer,

jugadores y asesinos

se recogen en sus casas

y nada queda en la memoria,

ni siquiera el fluido azar

que toma forma en las heladas.

 

 

 

EL VIGIA

 

Adentro del corazón suena la campana.

Alguien que no duerme,

habita el cuerpo de la casa.

Después de agotar los intentos,

el intruso sale a caminar,

invade el terreno de su piel.

No hay una frase para describir la salida,

el paso largo hasta el extremo.

Un ligero ruido,

preciso desborde de la calma.

Al silencio, agregó la palabra.

Esclavo de la víspera,

sentado en un cuarto sin luz

regresa al fondo.

Al espacio que es, no se le abandona.

Ayer, le pertenecía al diferente.

Así vive, compañero de él mismo.

Alquilado por dos.

El que fue,

ya no vuelve,

es fantasma.

El inmortal es el reflejo de los otros

en su rostro.

 

 

 

NACIMIENTO

 

Pretendemos escalar la sombra que nos dejan

los peldaños del bien y el mal.

Sería un osado aquel que diera la respuesta.

Yo intento escribir un poema.

 

Y lo hago porque muchas veces,

en el espacio de luz

que atraviesa mi cuerpo,

en esos momentos

que nos pertenecen del todo

que son uno, compactos,

caminé por el mismo bosque

resbalé en las paredes lisas de la cascada

y me convertí en sacrificio en medio de las llamas.

 

A lo largo de este país,

fui cómplice en las cavernas de la noche.

Participé en la ronda de juegos de los iniciados.

Vomité la rabia y tatué mi espalda con hojas de ortiga,

y ahora, llega el tiempo exacto

donde renuevo cantos de alabanza.

 

Salgo a la calle con el rostro transparente.

Y me quedo horas en el parque a la espera de la luna.

Sólo ella dejará resbalar por mi pecho

las cenizas.

Y el mundo comenzará de nuevo.

 

 

 

LA AGONÍA DEL JAGUAR

 

Alcanzaste transparencia en la mirada

y una vida de cristal entrecortado

 

Un viento alisio calma la pequeña herida

un solo tajo ocupa los silencios

 

La mujer del bosque sufre contracciones.

 

En la ventana, una lágrima de Orión.

 

 

 

ALETEO EN EL LUPANAR

 

En la tierra –vientre-

un montón de amores

 

El velorio de su piel nace en un adiós

 

Secreto de alfiler para un solitario encuentro

 

Retorno a la caída de la luz

donde estrellados yacen los espías del olvido

 

Mariposa,

acepta ser la esclava de tu propia noche

 

Levanta a los lisiados de tu vértigo.

 

Yirama Castaño Güiza Nació en Socorro, Santander, Colombia. Poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Pres ... LEER MÁS DEL AUTOR