Eunice Odio

Las vertientes del fuego en su poesía

 

Por Floriano Martins

 

 

1 | El tránsito esencial de una poética está situado más allá de sus estimativas anecdóticas, incluso las declaraciones de su autor. Por veces la condición provisoria puede definir grados distintos de percepción. Creo que esto se ha pasado con la lectura crítica de la poesía de la costarricense Eunice Odio (1919-1974), en mucho perjudicada por la dificultad de sus pares comprender la verdadera dimensión de sus opiniones políticas, además de las siempre restringidas y prejuiciosas versiones del Surrealismo. El hecho de que Eunice percibiera los destinos políticos de Centroamérica y Caribe, no definían una condición reaccionaria de su persona. Igual que sus declaraciones de que no practicaba la escritura automática, la sitúa como alguien ajeno al Surrealismo. Tomemos dos declaraciones suyas, como notas del ensayo “El Surrealismo en la pintura de México”, publicado en la revista Zona Franca (Caracas, febrero de 1972), de su amigo el poeta venezolano Juan Liscano:

NOTA # 3 | Nada irrita en forma tan fuerte y descabellada a los burgueses –incluyendo entre éstos a los políticos rusos y de los demás estados totalitaristas-comunistas, reaccionarios en todo y más que en todo en arte– que estar frente a obras que, como las suprarrealistas, plantean situaciones insólitas. Sus mentes de cal y yeso paleolíticos, se sienten heridas, directamente ofendidas, ante lo inesperado y maravilloso que no entienden.

NOTA # 4 | Debo aclarar que no estoy adherida al suprarrealismo, como dijo una crítica venezolana. Mi poesía y mis cuentos son, por ejemplo, lo contrario de la escritura automática. Una y otros están pensados al centavo y superestructurados a tal punto, que esa es una de las características que los distingue de la literatura que hoy se escribe, en español o en cualquiera otra lengua.

Aunque permanezca la inapropiada versión del termo surrealismo, ella misma observa que lo hace como corrección a otras opciones comunes en español: subrealismo y superrealismo, recordando que suprarrealismo comparte la idea francesa de más allá. De todos modos, aquí están dos detalles que han cegado, ante la crítica, el espíritu vigente de vanguardia de la obra y el pensamiento de Eunice Odio.

Nacida en San José de Costa Rica, el nomadismo incansable de su naturaleza fue la aguja que ha definido su destino. Ha vivido –o simplemente pasado allí ciertos períodos de su vida– en países como Nicaragua, Estados Unidos, El Salvador, México, Honduras, siempre con una inquietud envidiable, en mucho movido por las disensiones políticas y el deseo de más conocimiento. La pasión por la vida ha quemado sus días, con absoluta y visceral pujanza. Al mismo tiempo esa grandeza de espíritu ha definido la incomprensión, su inaceptabilidad entre los suyos, un tipo de aislamiento que tuvo también un componente de recogimiento suyo, desde que se ha entregado a sus estudios de Cábala, llegando a integrar el orden Rosacruz.

Pero su red de amistades tuvo un carácter paradigmático, siempre con nombres de distinguida importancia en sus áreas, empezando por la juventud en San José, donde ha publicado sus primeros poemas en la legendaria revista Repertorio Americano, que dirigía Joaquín García Monge, hasta sus afinidades estéticas con Max Jiménez, Yolanda Oreamuno y Emilia Prieto, entre otros. En sus primeros viajes por Centroamérica y Caribe conoce a Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua), Salarrué (El Salvador), Clementina Suárez (Honduras). El poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas ha dedicado a ella un intenso y bello poema que lleva su nombre por título, donde podemos leer:

Por eso, para hablar de tu cabello, quise
resistir hasta ahora. Para decir
que está detrás de ti como un árbol
y como un árbol mucho follaje y sombra esparce.
Para ocultarnos lo que nos haría enrojecer y temblar:
y al Dios mismo en plena tarea, con las dos
media-lunas de sudor alrededor de las axilas.

La naturaleza de una declaración erótica encontrada en este poema tiene que ver con la lectura que hacía de la inquietud de Eunice Odio, su excentricidad siempre polémica, su risa alta y su sentido de libertad como atributos de una femme fatale. Eunice Odio era una mujer bella y libre. Anotemos unas palabras de su biógrafa, Tania Pleitez Vela, al decir que, aunque su belleza física fuera venerada, su forma de ser libre y extravagante no cuadraba dentro de las costumbres y las convenciones de la época, por lo que no faltaron los juicios constantes.

2 | Las cartas fueron un medio de comunicación largamente utilizado por Eunice Odio, para el cambio de ideas y los aportes de trabajo. En su amplio epistolario con el poeta Juan Liscano, director de la revista venezolana Zona Franca, quien ha publicado ensayos y poemas de Eunice, hay revelaciones muy espirituosas de sus cosas, como sus visiones de cuerpos luminosos, sus relaciones con el mundo Rosacruz, el conocimiento de otros poetas, su defensa estética –no es que deliberadamente busquemos que las palabras se agrupen en un orden brillante, sino que ellas así llegan y nos asaltan: agrupadas como quieren. Y se necesitaría ser un santo laico, para resistir al encantamiento a que nos someten primero que a nadie, lo decía en una de ellas–, y otros temas. Hay dos pasajes que tratan de su visión poética que imagino sea importante mencionarlos:

CARTA DE 1965 | […] La poesía y el poeta, se ven afligidos, también por el problema de la inidentificación. Todo aquel que crea se ve, en menor grado, o en mayor grado, afectado por él, ya sea en alguna parte o en todas partes. El creador extraordinario, el arquetípico, es el más inidentificado de todos –a mayor poesía mayor luz; por lo tanto, mayor deslumbramiento y ceguera general–. Nadie cree que es lo que es y, por lo mismo, la identificación es imposible. Se acostumbran demasiado a verlo, porque parece igual a todos los hombres. […]

CARTA DE 1967 | […] Y luego resulta que yo nunca creí en serio, eso de que tenía que morirme… ¿Sabes quién sí está seguro de eso? Octavio Paz. Un día me dijo en el colmo de la solemnidad y la seriedad. Tú, querida, eres de la línea de poetas que inventan una mitología propia, como Blake, como Saint-John Perse, como Ezra Pound; y que están fregados, porque nadie los entiende hasta que tienen años o aun siglos de muertos. ¡Qué consolador! Y ahora se va a dar un quemón. Como profeta es una pantufla, quizás porque no es cierto que yo haya inventado una mitología. Todos esos personajes son arquetipos de la vida; seres vivientes y padecientes, no dioses semejantes a los hombres, sino elegidos parecidos a los dioses. […]

Ahí encontramos suficiente oro para leer la poesía de Eunice. Los arquetipos que ha evocado, en especial en su libro El tránsito de fuego (1957), aunque basados en divinidades ya existentes, son una lectura muy singular de las relaciones de ellos con el hombre, empezando por la creación de un neologismo –pluránimo– que expresa toda una concepción filosófica de la existencia, en el sentido de la omnipresencia o, como ella misma ha dicho: Si un poeta no es la suma de todas las ánimas, va mal. Y precisamente esta suma de todas las experiencias refleja el dilema de la identificación y encuentra a esta poeta entre los grandes demiurgos de la lírica hispanoamericana. Además, este es el libro de la entrada en mundos del ocultismo, la cábala y la teosofía, en los aposentos iluminados de una nueva concepción del hombre, en la dimensión polifacética de la vastedad sacramental de conceptos como la verdad, la finitud y la trinidad, por ejemplo. Por ahí vamos a las espigas del misterio, a la formación de secretos que pueden revelar distintos modos de comprender la vida. Veamos un fragmento:

¿No comprendes, entonces,
que estoy guiado por signos de indecibles palabras? 

Aunque se levantaran en vilo sus arterias,
aunque su sangre activa tuviera un olor
que llegara al corazón de los muertos,
y estando ahí pensaran que era grato,

dulcísimo el olor,
y sonrieran de súbito los muertos,

la víctima no será rescatada.

El largo y opulento libro, que es todo un viaje por eso que su amigo, el poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, llamara de épica desmitologizada, la necesidad de transcender el mito, desde su epígrafe inicial sugiere: Es verdad: Mas ¿de qué modo es verdad? Así que Eunice no sigue los pasos de la mitología, sino que inventa su propio camino por todo el espinazo eléctrico de estaciones metafísicas. De algún modo el libro se acerca de la dimensión caudalosa de otro poeta hispano-americano de ramificación metafísica, el chileno Humberto Díaz-Casanueva que incluso fue su amigo muy querido en el período de pocos años que ha vivido en Nueva York. El mismo Humberto que ha revelado creer que el lenguaje poético de mi tiempo es un poder todavía virgen capaz de producir mayor revelación del ser humano. Este acto que el poeta comprendía como un proceso de lucidez inconsciente, una penetración en las raíces del lenguaje, una aventura del espíritu para llegar a secretos singulares.

3 | Precisamente ahora podemos hablar de los errores y aciertos de las relaciones de esta poesía con el Surrealismo, pues hay tanto de una cosa como de otra en su fortuna crítica. El diseño de una atmósfera que es un poco inmersa en aguas del onirismo, sobre todo en el libro Los elementos terrestres (1947) –libro en que la entonación amorosa está escrita con un crepúsculo enredado entre la lengua–, así como el modo como ha buscado en el imaginario una realidad sin límites, son características que acercan del Surrealismo su visión de la creación, pero sin que la convierta a su ortodoxia, o sea, es imposible clasificarla de surrealista en la medida en que la multiplicidad de sus códigos estéticos son inclasificables, pero jamás como rechazo al movimiento que, ella misma refiere como siendo, en todos los países hispanoamericanos […], más que un programa una necesidad auténtica, un imperativo categórico.

En su ensayo sobre la pintura surrealista en México, aquí ya citado, ella nos ofrece una lectura fundamental de su pensamiento acerca del Surrealismo:

Si el hombre corriente ama la libertad por encima de todo y la usa para hacer lo que le plazca, allá en su fuero interno, el poeta y el artista son muy dueños de hacer lo mismo. Y para ejercer la libertad de hacer lo que a uno le dé la gana no hay, en arte, nada mejor que el suprarrealismo. Este no pone trabas a la imaginación, ni al valor personal ni a ninguna de las calidades espirituales, ni a nada de lo que consideramos inmensamente bello y valioso.

Ahora, lo que pasa es que la biografía de Eunice Odio está repleta de actos y opiniones políticas que son muy provocativos y hasta al punto de que la gente la considere reaccionaria. Uno de estos ejemplos está en el hecho de que tenía declaraciones muy duras en relación al comunismo y estaba por completo contra la revolución cubana. Esto que, a rigor traducía nada más que su defensa de un pensamiento libre, jamás fue aceptado y su nombre fue borrado de muchos ambientes, incluso en la literatura y el periodismo. Agréguese el hecho de que fue dada como autora de una escritura hermética, incomprensible, hecho que me parece demasiado nublado de prejuicios. Lo que tenemos hoy es la necesidad de recuperar la obra de una de las más importantes poetas del continente, con su fuego sacramental, su trasfondo iluminador y la efusión de libertad que supo hacer brillar como una geometría de paisajes interiores. Esta mujer que es la que dijo en un poema: Esta mañana he amanecido alegre, y que tuvo su cadáver encontrado en la bañera de su casa, una semana después de su muerte.

 

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Floriano Martins (Brasil, 1957) es poeta, editor, ensayista y traductor. Es director de ARC Edições y Agulha Revista de Cultura. Su sello editorial mantiene en coedición con Editora Cintra una muy amplia colección de libros virtuales (con opción de versión impresa) por Amazon. Martins es estudioso del Surrealismo y la tradición lírica hispanoamericana, con algunos libros publicados sobre los dos temas. Su poesía completa, bajo el título Antes que el árbol se cierre, acaba de ser publicada (enero de 2020). En Brasil ha publicado traducciones suyas de libros de Enrique Molina, Vicente Huidobro, Pablo Antonio Cuadra, Aldo Pellegrini, entre otros. Su mejor contacto es floriano.agulha@gmail.com.

 

Eunice Odio (Costa Rica, 1919 - Ciudad de México, 1974). Poeta, narradora, ensayista. Destacan sus libros Los elementos terrestres (1948), LEER MÁS DEL AUTOR