Rodolfo Hinostroza. Algo de dialéctica

 

Presentamos dos textos del imprescindible poeta peruano.

 

 

 

Rodolfo Hinostroza

 

 

Anakairo de Hiroshima q.e.p.d.

Él iba a ser el padre de Anakairo. Su nodriza
le predijo: “Tendrás un hijo
como una lanza esbelto, bello
como el heno salvaje. En los campos de arroz se criará
y cuando cante
callarán las estepas, y los ríos y
los mirlos callarán. A mediados del siglo
tendrás un hijo tierno como el primer tañido
de las campanas, diestro como una ballesta,
inteligente como un guarismo o una joven esponja.
En su ciudadanía será amado y él
amará, será seguido y él seguirá, será creído
y él creerá.
Casará con la más bella de la ciudad y en sus bodas
tú serás el primero en beber el vino patriarcal. Será
tu hijo a mediados del siglo.”
(¡Anakairo, Anakairo!
En tu infancia atravesada de pájaros salvajes
y de piedras planas que debieron de ser talismanes,
se te busca. Yo no sé
si aquello tan salobre haya contaminado
la región de los sueños donde moras. No sé si aún
habrá un estío que cuide de tus carnes
vistiéndolas de seda y de jugos terrestres. Se te busca
Anakairo
después de la horrorosa caída de tu padre,
después del desplome de su ciudad, aquella
que en las noches de luna olía como almendro y cerezo.)
El que iba a ser tu padre está ahora distanciado
del mundo de los vivos,
del mundo de los muertos también, hay que decirlo.
Aquella muerte tan atroz, la suya,
penetra entre nosotros como una sola frialdad. El sol
brilla de noche ahora y nunca nos es útil.

Sólo nos va quedando el prestigio del mar, que un día
habíamos negado con las uñas hundidas en la tierra.
(Qué te lleva lejos,
Anakairo, qué te ausenta definidamente
de este nuestro pequeño mundo de suyo tan ausente.
Hemos escanciado ese vino que amabas,
que llegarías a amar, en tu funeral. Hubo palomas
y nardos. Los amigos fieles concurrieron;
los amigos que tú hubieras amado y que hoy rondan las
mesas
de madera como perros de presa.)
Anakairo,
niño horrible, pequeño tarado
lleno de pústulas y de piojos blancos
por lo que te perseguían entre piedras y befas
los niños crueles como niños que eran. Hombre ya
escupido, apto sólo para trabajar en las alcantarillas
y convivir con las ratas.
¡Anakairo, Anakairo!
Así se te hubiera preparado una morada de piedra
abarrotada del prestigio de tus antepasados. Hubieras
visto crecer las fieras ante tus ojos exhaustos, hubieras
construido prontamente un dios de hierro,
de escombros de nuestros hierros. Niño tarado,
babeante, y sin ninguna crueldad en tus babas brillantes.
El que iba a ser tu padre jugaba,
como tú, con ciudades y mitos. Tal vez lo sepas
en la región de sueños donde moras. Tal vez lo sabes,
Anakairo, hermoso niño, Anakairo.

 

 

 

Algo de dialéctica

& proceder
según la habitual negación
que descascara los edificios, cava zanjas en las avenidas
y se esconde detrás de la mentida Arcadia
de la vida en familia. Según la regla de oro
que descubre en los hombres de negocios
una turbia avidez, una ratería, y en el poder
una arbitrariedad, una maldiciente esponja de mil ojos.
De manera que la vida
dependa de la muerte, la salud
de millones de enfermos, el poder
de los desposeídos.
La Naturaleza dijo: “No obstante
si niegas el milagro de la carne, de las hortalizas y de la
inteligencia
eso es como matar a la gallina de los huevos dorados”.
Y proseguimos negando y afirmando
dentro de ciertas leyes que una vez conocidas
quedan incorporadas, y el fenómeno atómico y las
sulfonamidas,
son utilizadas como enseres de casa, ocupando su espacio
en los botiquines y en los viejos depósitos de
herramientas.
Adelante no hay nada. Solo
la negación o nuestra afirmación, según el caso.
El Imperio caerá. Matarán al rumiante. Se inventará
una nueva variante del Gambito de Dama.
“Pero no estás aquí” dijo la medusa,
“Ni tampoco allá. La negación
te conduce a romper esos vínculos sin los cuales
retardas tu incorporación al movimiento.”
Y en verdad,
consideremos:
Las grandes aguas no pueden abarcar tu movimiento,
las palabras que calientan y oxidan el fondo de la tierra
no pueden abarcar tu movimiento,
y la órbita del sol marchando hacia la constelación de
Hércules o Hidra
indica que te mueves, y no obstante
no te mueves dentro de los tuyos,
y los tuyos te exceden, y te excedes a ti propio
balanceándote entre un mundo de símbolos y una
academia de pruebas.
Según la regla de oro
no hay contacto pero es que si hay contacto,
eres la desgracia de Narciso y eres el que se reconoce,
y hacia atrás ya no hay nada, como no sea
una brusca memoria que te lleva
a tu estruendoso fin de adolescencia.