Las limitaciones de tiempo-espacio
FRONTERIZOS (27)
Néstor Mendoza
Las limitaciones de tiempo-espacio, desde el primer texto (y digo texto sin una pizca de prejuicios), ya plantea un diálogo con otros contextos de la creación; esta vez, con el ámbito de la ficción breve. Su autor, el poeta colombiano nacido en Cali Álvaro Pérez Sastre, describe un hecho oculto de la niñez: un trauma vinculado a un episodio donde la voz poética (¿el propio autor?) casi pierde la vida por ahogamiento. En seguida pensamos en un referente del cuento latinoamericano, el cuento “Día domingo”, de Mario Vargas Llosa. El miedo de un niño en el mar es, se podría decir, universal. El pánico está presente y también el pudor (o el orgullo) de mantener todo en secreto, por miedo a represalias de los padres o por miedo a institucionalizar el dolor psíquico de quien sufre ese trauma. Yo casi me ahogo en un pozo de mi pueblo, siendo niño, y esa imagen no nos abandona nunca.
Este libro se presenta como un libro autobiográfico, incluso el autor nos interpela a nosotros, sus lectores, de manera explícita. Ya mencioné su cercanía con los atributos de la ficción narrativa, pero con todo y eso se logra percibir un fluyo lírico en medio de lo narrado. Así lo deja saber el autor desde el segundo poema del libro, en las últimas líneas o versículos: “a quienes solo saben apreciar el brillo, les digo que en principio fue casi la desnudez/ a quienes no suelen ir más allá de la mácula, les reitero que en principio fue prácticamente la desnudez”.
Para quienes conozcan la poesía colombiana, los posibles lectores se sentirían extrañados con la escritura de Pérez Sastre: su línea va a contracorriente del verso libre, de la nomenclatura metafórica más o menos habitual, del constante pulimiento de las superficies. Con esto no queremos decir que su escritura sea desaliñada o descuidada. Nada de eso: el autor tiene un consciente control de lo expresado, de la simpleza y de la utilidad de las palabras necesarias. Se podría decir que su finalidad es ese efecto controlado, nunca excesivo, de las emociones. Y esas emociones, expuestas de un modo poco convencional, se expresan a veces desde la experimentación, la parodia, el pastiche, el feísmo y una manera muy personal de acercarse a la ciencia ficción. Si existe un referente inmediato en Pérez Sastre podría ser Jaime Jaramillo Escobar, quien hizo del versículo y del recurso narrativo y antilírico una fuente abundante de expresión poética, incluso en otros territorios fuera del “poema”, tal es el caso del género epistolar (recordemos sus cartas poetizadas a Geraldino Brasil). Otras “influencias” del autor estarían en cierta línea de la poesía peruana contemporánea (Pérez Sastre vivió varios años en Lima y publicó su primer libro allí); es decir, las influencias que hemos leído en Rodolfo Hinostroza y otros herederos de la libertad asociativa.
Poemas de Álvaro Pérez Sastre
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Tuviste una infancia acomodada, qué duda cabe
en aquellas vacaciones, sin embargo, pasó algo
el mar no te parecía tan picado, el fondo no se hallaba tan abajo
de repente, sin saber cómo, estabas de cabeza, manoteabas, pataleabas: el mar se te metía por la boca
de alguna forma conseguiste sacar la cabeza al aire, escupiste agua salada
desde los toldos de colores te hicieron señas, te llamaron de viva voz, fuiste
no se lo contaste a tu madre ni a nadie, te limitaste a decir que habías perdido la careta y el esnórquel
te agrada poder contarlo ahora de manera sobria, como si le hubiera ocurrido a cualquier otro
te ocurrió a ti, que estás convencido de que hubo un antes y un después de ese día.
SOBRE EL ABUELO SASTRE
Inmigró de la mano de la bisabuela, buscaban dejar atrás la pobreza que los asediaba en la Francia de entreguerras
un familiar me ha dicho que el abuelo desembarcó prácticamente desnudo, tendría él unos cinco años al llegar
en Colombia descubrieron la pobreza colombiana, pero de alguna manera se las arreglaron —de lo contrario yo no estaría escribiendo esta página, ¿no?
el caso es que el abuelo aprendió de metalurgia en su juventud gracias a un falsificador que cambiaba monedas espurias en el ferrocarril —así me lo contaron, sin mayores detalles
esa relación duró bastante poco y el abuelo se dio con cierto éxito a la fabricación de cucharones, ollas, grifos de agua, rejillas y sifones de metal
vinieron una mujer y otra y otra y muchos hijos y nietos
de modo que existo y en mi niñez paso algunos fines de semana en la casa del abuelo, que es asimismo un taller que alberga gran cantidad de chatarra empleada para fabricar cosas a la vez útiles y brillantes
cuando muere el abuelo no hay mucho que repartir, según creo queda un exprimidor metálico de limones en la casa de mis padres
¿es todo? —se preguntará el lector— ¿se ha contado todo cuanto hay que contar?
en absoluto
agrego lo siguiente, sin ánimo alguno de parecer edificante:
a quienes solo saben apreciar el brillo, les digo que en principio fue casi la desnudez
a quienes no suelen ir más allá de la mácula, les reitero que en principio fue prácticamente la desnudez.
UNA LUZ ENCENDIDA PARA MI AMIGO JUSTO
A lo mejor lo considerarías absurdo, tú, querido Justo, que tienes a cargo asignaturas de matemática aplicada y que muy bien leíste el materialismo dialéctico
yo, sin embargo, me figuro que escribir esta página es como encender una luz capaz de viajar —esto es, trascender— más de dos mil kilómetros en línea recta hasta el quirófano del hospital Almenara
de modo que escribo y mientras lo hago me hablas sobre la inmigración china en el Perú y tus ancestros culíes en la sierra —“eran analfabetos y no podían leer los contratos que les hacían firmar de cualquier manera antes de embarcarse, al llegar trabajaban como esclavos en las plantaciones”
tomamos el bus en la Panamericana Norte, a la altura de la César Vallejo —“si seguimos por esta vía, pero en sentido contrario, llegamos a tu país”—, e insistes en pa- garme el pasaje porque de algún modo ello hace parte del rito de tomar el bus en la Panamericana Norte, los jueves en la noche
con fortuna hemos conseguido asiento uno junto al otro y, luego de informar sobre nuestras respectivas compañeras —en tu caso también sobre los hijos— y de abordar rápidamente los asuntos laborales, consumidas ya en trayectos anteriores las anécdotas sobre tus correrías en Eu- ropa —la RDA incluida—, a falta de noticias —a menudo graves— provenientes de Colombia que exijan comentarios inteligentes de mi parte… la charla versa hoy sobre cine —“ante todo las películas de Costa-Gavras, pero qué entrañable es Los paraguas de Cherburgo”
ya en Pueblo Libre, a pie, dejas caer el comentario de que no crees que la vida te alcance hasta la temporada del próximo Mundial de Fútbol, me expreso en contra y guardas silencio, al separarnos en la Cipriano veo desde la esquina cómo apuras el paso: no falta mucho para la media noche
amigo Justo, avivo la lumbre de los recuerdos buscando influir así en tus circunstancias, como si recordarte sobre la tierra te comprometiera a seguir discurriendo en la tierra, deseando creer que se puede proyectar una voluntad aun cuando se descrea de tantas cosas, en contravía de lo que indica sobre este particular el materialismo dialéctico, querido y admirado Justo de los Ríos.
COMBUSTIÓN HUMANA ESPONTÁNEA
A juzgar por la teoría de los multiversos, lo del viajero procedente de Taured resultaría factible
lo de los reptilianos es en mi opinión poco verosímil, pero poco verosímil no significa irreal
acaso la telepatía tenga lugar en circunstancias determinadas
lo que me resisto a creer es eso de la CHE (Combustión Humana Espontánea)
si entiendo bien, sería como que cualquier persona puede empezar a quemarse en cualquier momento desde adentro y continuar ardiendo hasta que sus huesos queden reducidos a cenizas, contravención de leyes elementales de la física —he visto un programa del canal National Geographic
si aún estuviéramos juntos me dirías tal vez que la CHE, con su supuesta aleatoriedad, es algo poético
poético es despertarse a media noche a causa del escozor que ocasionan los ácaros presentes en las sábanas y las cobijas, e ir a la cocina para prepararse un bello sándwich de atún
concluye el programa del National Geographic: “la verdad más terrible es que la mayoría de las supuestas víctimas de la SHC —Combustión Humana Espontánea, por sus siglas en inglés— eran mayores y enfermos, a menudo con sobrepeso, fumadores y muy solos (sic)”
gordo no soy, muy viejo tampoco, mi enfermedad se encuentra bajo control y dejé de fumar hace tiempos.