Marioantonio Rosa

Ventana nocturna y otros textos

 

 

 

PASAJE O ALMA

 

En la carretera un silencio

un arpa de hojas, alguien que se siente y solo es sombra;

esa lejanía desconocida sin transeúntes

esa voz de luz, indescriptible de todo.

El subir quebrado y perfilado de los robles secos

como el rostro de un patriarca dormido

la ausencia del agua, y lo que la imaginación duerme

 

como un corazón, a mapa de muchos ojos.

 

Miro al silencio,

toco el silencio y es el aire en panderos vivos

chasquea en los dedos sus auras nocturnas

se suben a la frente, no avisan su vacío,

oh la voz de la luz me va naciendo lejos

o tú, paisaje, en esa cortadura tibia de tu cercanía

vas abriendo artesanos surcos de ecos,

y nadie te ofrece, yo no te ofrezco, mis ojos se han ido,

contigo en otra noche sin encontrarnos,

alma y no sé qué cosa de tu desnudez, de tu valija,

donde siempre un eclipse guarda milagros

 

mientras voy en el auto, esta invasión solemne

se callando conmigo, todo es alma, en luces y desgarres,

 

o todo pudo haber sido yo

 

lejos de la palabra.

 

 

 

 

 

MAR DE VERANO

 

El mar amarillo del verano

con su fuego mojado y sus pronombres

la sensación de soledad bajo morada

y una ola pequeña consolándose en los pies

 

el mar herido con el sol

las nasas que se extravían al escándalo de resplandores

y los peces de otras noches cierran el escalofrío

 

en el mar amarillo de una mujer desnuda,

 

el viento que llega ciego en sus cruzadas,

se va en extranjería y amanece en tu cara

con ese ropaje dulce de náufrago rendido

porque las barcarolas que perecen tienen dueños en el alma

 

quizás tu propia astronomía,

 

esta es una flaca canción del mar,

puede ser esa acuarela que intentaba pintarme arrepentido,

en ese abuso de quemarme marinero en tierra

 

y no mirar atrás,

imaginado por tu único amor

 

imaginado sin nada,

 

rebelde y tuyo.

 

 

 

 

 

BOINA GRIS

 

Boina gris, es el último pájaro que conozco,

que trae pedazos del alba hasta mi ventana y los picotea

como si estuviese adivinando un cuerpo para astros

o echándole el rostro a la hierba

 

viaja a contraluz con el aire del campo

es dueño de las cosas pequeñas para el mundo

no tiene amigos; solo esa mansedumbre del aire que escribe sus abrazos,

que llegan hasta algún latido del mar,

 

para que el milagro del vuelo prevalezca.

 

Día a día le he ido escribiendo este poema,

lejano de los hombres, y hecho a su idioma puro,

coloreado con los racimos de sus vuelos y cantos desvariados

a veces desnudo en rebeldía, semisoleado de visiones,

 

a veces como yo, de frente a la noche

olvidado del tiempo, casi fuera de mí, en navegación ciega,

 

hacia cualquier tránsito,

como él, llegando con la aurora,

dios contrariado y tierno,

 

hermoso en sus eclipses.

 

 

 

 

 

VENTANA NOCTURNA

 

Dejo que el aire habite su costado,

las islas rotas desangradas por el sueño

el después de esa música donde cada quien se desnuda,

y va con su sudor, bajo lámparas calladas,

misa para desterrados, otros fuegos sin lenguajes

 

dejo que el aire sea tu ventana,

 

escucha,

lo lejano llueve sobre lo lejano

se acerca un aliento, unos pasos, un invisible,

escucha y esconde nuestra herida,

es mejor que tus manos sean esta noche

donde cada voz toca su despojo, agrede con ciudades,

imagina camas sitiadas de estatuas,

escúchame si estás enamorada, o fuiste enamorada

quédate de espaldas al mundo, nadie llega,

la noche nos derrumba en rebeldes invasiones,

es mejor que te escuches en el sublime oscuro

es alta la oscuridad en la suma de los seres,

 

deja que el aire te imagine,

 

escucha por el aire,

 

la fuerte herida del infinito.

 

 

 

 

 

DE KILÓMETRO SUR

 

VIII.

 

Este hombre, este pájaro interior

este milagro degollado de viajes hermosos

levanta su nueva marejada del desierto.

 

Ahora sientes el verano blanco y en pendientes

colinas hechas con agua de ciegas huellas

anacondas vigilan el próximo salto de la noche

deseando de la sed los mejores pantanos de amor

ya calcinadas de hambre

regulan el puerto de las estrellas,

hasta nunca saber qué muerte es cierta, reyerta de vacíos

al paso que nunca sabrá el tiempo.

 

Camino sin pensar en una pisada fiel

nada más con mi mochila, un cigarro y ron

apretándome el recuerdo de unos senos pequeños.

 

Llena de desvelos se enciende una cigarra

la noche es otro ojo que parte un océano de negación

 

¿yo?

 

De pronto nuevos robles se brindan en las alturas

una niebla para extraños sesga la cosecha de los sueños:

 

duermo.

 

(De Kilómetro sur, 2013)

 

Marioantonio Rosa (Puerto Rico, 1966). Poeta, Editor, Periodista Cultural, Crítico Literario Publicó Misivas para los Tiempos de Paz,(1997) y LEER MÁS DEL AUTOR