Improbables anotaciones de un poeta rumano
En la ciudad de Bucarest, Nikita Stănescu escribió y fue más allá de la crítica de su tiempo. Se reconoció como poeta de la “no-palabra”. Poco después de su nominación al Nobel, recuerdan que, el poeta observó como una pluma se precipitaba desde el aire. Nichita convirtió en poesía aquel instante de contemplación:
Fíjate en el verdadero milagro.
Me basta con que siga aquí en mi balcón.
En otra ocasión consideró que debía despojarse de todo lo material y fue entonces que se presentó a la entrega del Premio Herder envuelto en un camisón y con un corazón dibujado en la mejilla. En aquel momento expresó que no tenía un traje adecuado y prefirió homenajear, al vestir de aquel modo a los dacios, aquellos antepasados esculpidos en la columna de Trajano. Stănescu fue un peregrino en los caminos de la lírica, una iluminación de ausencias, un poeta sin biografía.
I
Puedes decirme que existen las montañas y aun así emigraré, antes echaré a correr por las calles
de Ploiesti y recogeré huellas en la nieve,
poemas en las escaleras en los torrentes en las noches.
II
Escribo en lengua balcánica escribo huérfano de luz.
Me visto como los dacios y hablo sobre el Mar Muerto.
Dibujo un corazón en mi mejilla por aquellos sin latidos en este misterio de existir:
En sí mismo comienza y
en sí mismo termina…
Es el adentro pleno,
el interior del punto,
más apretado en sí que el punto mismo.
III
Desciende mi cuerpo cargado de riberas, pasiones y abetos.
Esta memoriosa piel me lleva a un pueblo y al poeta que viaja en mí:
Así,
él se apresura a derrumbarse
en el sueño,
atardecer tras atardecer.
IV
—La gran pausa del mundo es el océano —me repetí.
Busqué la noche las noches
Busqué el cielo los cielos
Los caminos se quedarán con mis huesos.
Aquí no duermo yo solo,
conmigo duermen todos los hombres
cuyos nombres llevo.
V
No seré longevo como el Danubio.
Mis pulgares no son los de un dios, rozan tierras y labriegos.
Me siento una pluma precipitándose en el milagro del aire.
Supe que nunca sería sagrado.
Mis vértebras desconocen calendarios pensamiento inmortalidad.
Ser algo entre nosotros, alguien más,
yo mismo bauticé lo que había hecho,
hiriéndome,
Siempre imputándome, siempre muriendo.
VI
Mis ojos no celebrarán las estrellas, ni mis oídos los lăutari[1] .
Todo será silencio en esta piel sin biografía.
No tropieza con nadie
ni se golpea con nada,
ya que no ofrece nada al exterior
con lo que pueda golpearse.
VII
Mis huesos yacerán junto a las raíces, en minúsculos caminos subterráneos
donde ninguna mitológica ballena llegará para despedirme:
Estoy entre dos fosas y llueve,
y el agua corroe la tierra con dientes
de rata hambrienta.
VIII
Desterré la belleza a mi memoria,
desaparecieron las estrellas dentro de su mismo vacío
y despegué las hojas de otoño de la tierra helada.
Me soñé en esa mitad del tiempo donde permanece el corazón:
Lloverá en Bucarest.
Lloverá sobre mis huesos sin razón divina:
volviendo a reclamar todos los significados,
siempre hacia atrás. Incluso a ti,
esclavo de los imanes, pensamiento.
Lograré
ser semilla y apoyarme
en mi propia tierra
IX
No hilvanaré como mi padre universos entre râsu-plânsu[2]’
asumiré como un griego la tragedia de los bosques porque…
todo aquello que vosotros no comprendéis es pariente mío
X
Mis versos recogerán lluvias piedras latidos.
Me leerán búhos y cormoranes,
elevarán mi sangre y reconocerán la mar.
ella, de la que tenemos sed,
está igual de predestinada a la sequía
como nosotros lo estamos a la palabra
XI
Misterios en la caligrafía cuando los versos ocultan mi corazón del ojo que juzga.
Soy como las águilas que sobrevuelan el cuerpo de un hombre que soñó con el cielo:
Vivo en nombre de los pájaros,
pero, sobre todo, en nombre del vuelo.
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Notas
(1) Cantos populares de su región.
(2) Risa y llanto.