Edgar Lee Masters

Harry Wilmans y otros textos de Spoon River

 

 

 

(Traducción al español de Sandro Cohen)

 

 

 

 

Hamilton Greene

Fui el único hijo de Francés Harris, virginiana,
y Thomas Greene, de Kentucky,
ambos de sangre valiente y honrada.
A ellos les debo todo lo que soy:
juez, congresista, importante senador.
De mi madre heredé
viveza, imaginación y lenguaje.
De mi padre, voluntad, juicio y lógica.
¡El honor es de ellos
por cuanto sirviera al pueblo!

 

 

 

Searcy Foote

Quería ir a la universidad,
lejos de aquí.
Pero mi tía, Persis, la rica,
no me quiso ayudar.
Entonces fui jardinero,
y con lo que gané
compré los libros de John Alden
y luché por la supervivencia.
Quería casarme con Delia Prickett,
pero ¿cómo con lo que yo ganaba?
Y ahí estaba mi tía, Persis, septuagenaria,
instalada en su silla de ruedas,
medio muerta,
su garganta tan paralizada que cuando comía
se le escurría la sopa como a un pato…
Y todavía no satisfecha, invertía sus ingresos
en hipotecas, nerviosa en todo momento
por sus acciones, rentas y papeles.
Ese día le estaba cortando leña
y leyendo a Proudhon en mis descansos.
Fui a la casa por un poco de agua,
y allí estaba, dormida en su sillón,
y Proudhon sobre la mesa,
y un frasco de cloroformo sobre el libro,
¡lo usaba a veces para dolor de muelas!
Vertí el cloroformo en un pañuelo
y se lo apliqué a la nariz
hasta que murió…
Oh Delia, Delia, tú y Proudhon
firme mantuvieron mi mano, y el forense
dijo que fue su corazón.
Me casé con Delia y me dieron el dinero…
¿Verdad que te burlé, Spoon River?

 

 

 

Archibald Higbee

Te odié, Spoon River. Traté de dejarte atrás,
me dabas vergüenza. Te aborrecí por ser
el lugar de mi nacimiento.
Y allá en Roma, entre los artistas,
hablando italiano, hablando francés,
a veces parecía estar libre
de toda huella de mi origen.
Parecía alcanzar las cumbres del arte
respirando el aire que los maestros respiraban,
contemplando el mundo con sus ojos.
Sin embargo, mi obra, la criticaban diciendo:
“¿Qué pretendes, amigo mío?
A veces la cara parece de Apolo,
y a veces se ve una sombra de Lincoln”.
Saben que en Spoon River no había cultura,
me abrasaba del bochorno y callaba.
¿Y qué podía hacer, del todo cubierto
por el peso de suelo americano?
sino aspirar a otro nacimiento en el mundo
y rezar porque de mi alma se extirpase Spoon River.

 

 

 

Elmer Karr

Sólo el amor de Dios pudo hacer
que el pueblo de Spoon River se enterneciera
y me perdonara a mí,
que ofendí la cama de Thomas Merrit,
además de asesinarlo.
¡Oh, corazones benévolos que me aceptaron
al regresar de la prisión después de catorce años!
¡Oh, almas caritativas, que en la iglesia me recibieron
y escucharon llorando mi confesión penitente
comulgando con el pan y el vino!
Arrepentíos, vosotros los vivos, y descansad en Jesús.

 

 

 

Harry Wilmans

Acaba de cumplir veintiún años,
y Henry Phipps, el director de la escuela religiosa,
leyó un discurso en el teatro.
“Hay que defender el honor de la bandera”, había dicho.
“No importa que la ataquen salvajes tagalos
o la más grande potencia de Europa.”
Y aplaudimos, y aplaudimos su discurso y la bandera
que hacía ondear.
Y fui a la guerra a pesar de mis padres,
y seguí la bandera hasta verla izada
junto a nuestro campamento
en un arrozal no lejos de Manila.
Y todos lanzamos ¡vivas! y la vitoreamos.
Pero había moscas y cosas venenosas;
y había esa agua que era fatal,
y el calor cruel,
y la comida pestilente, putrefacta;
y el olor de la zanja detrás del campamento
donde los soldados iban a vaciarse;
y había esas putas que siempre nos seguían
infestadas todas de sífilis;
y los actos bestiales entre nosotros o a solas.
con intimidaciones y odio, la degradación común
y los días de repugnancia y las noches de miedo
que llevaron a la hora de la embestida por la ciénega infernal,
detrás de la bandera,
hasta que caí con un grito, de entrañas vaciado a balazos.
¡Ahora, en Spoon River, me cubre una bandera!
¡Una bandera! ¡Una bandera!

 

 

 

John Wasson

¡Oh! pasto cubierto de rocío, pasto de las praderas carolinenses,
pasto por el cual me siguió Rebecca, llorando, lloraba
el niño en sus brazos, lloraban los tres que la seguían, todos lloraban,
alargando el adiós. Me fui a la guerra contra los ingleses,
y vinieron años largos y duros hasta el día de Yorktown
y la búsqueda de Rebecca.
La encontré, por fin, en el estado de Virginia,
dos hijos habían muerto.
Viajamos en buey hasta Tennessee,
al cabo de unos años llegamos a Illinois
y finalmente aquí a Spoon River.
Cortamos el pasto búfalo,
abrimos los bosques,
construimos las escuelas, los puentes,
hicimos los caminos y cultivamos la tierra,
solos con nuestra pobreza, las plagas, la muerte…
Si Harry Wilmans, quien contra los filipinos peleó,
ha de tener en su tumba una bandera,
¡yo le doy la mía!

 

Edgar Lee Masters (Kansas, 1868-Pennsylvania, 1950). Uno de los poetas más importantes de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos, dejó publicados a ... LEER MÁS DEL AUTOR