Alejandro Sebastiani Verlezza

Festina Lente

 

 

 

 

Reseña sobre el libro FESTINA LENTE (LP5 Editora, 2023)

Leer a Alejandro Sebastiani Verlezza es seguir su rastro en el incendio del ahora. Un cúmulo de órganos, dimensiones y fugas se conjugan para dar a luz esta constelación de sonidos. Dialogan aquí pulso y sentido. Su escritura va más allá de los límites, como toda gran poesía. Sebastiani propone otra medida del tiempo. Se mira a sí mismo multiplicado desde el futuro y no se encuentra, ya no existe, pero sí el ritmo. Un ritmo proyectado sobre la página. Presenciamos la danza del eco.

Festina lente nos sugiere la voz que es posible gracias al aire y sus movimientos, la memoria que es posible gracias al vacío, el camino que es posible si eres ceniza. Simultaneidad y superposición de la descomposición de las lenguas del mundo, incluida la lengua del río y de la nada.

Sebastiani Verlezza ha elegido la poesía experimental para evidenciar la despersonalización, el deshacimiento, el abanico del instante. El giro es su territorio de manifestación, el azar y sus gemidos. He aquí, sin dudas, una obra cumbre brillando entre las voces de su generación.

Gladys Mendía

 

 

 

Poemas de Alejandro Sebastiani Verlezza 

 

 

 

 

 

(revisited)

 

los vientos

y su voz

 

la memoria

y sus desiertos

 

sus tramos

me van cenizando

 

 

 

 

gemir y gemir hasta perder la lengua

esa es la belleza del alma

 

no la dejes suelta en el desierto

 

 

 

 

(evocación de Avo Pärt: slow slow)

 

el silencio sobre el soplo

reanima el mágico camino del trazo

 

los hilos blancos

y el resplandor desértico

se funden en las tramas del aire

 

desde el filo fogoso

no hay cerraduras

no hay furia

no hay error

 

apenas la ceniza regada

y sus mínimas huellas sobre el lago oscurísimo

 

si el tímido baile del polvo se avista

ha ocurrido Ya la migración del instante

 

es la tierna escalada del erizo hacia la llameante precipitación

 

 

 

 

(repercusiones)

 

el eco: los manotazos contra las rocas me llevan a tu insólito rumor

el muro: y el temblor de tu paisaje ante mis ojos me deja aniquilado

el eco: tu cruzas –locura– mis brazos

el muro: son el agua desbordada

el eco: tú la recibes como una manifestación

el muro: corres en el torrente de mi cuerpo y giras giras giras

el eco: desbordes y mareas vengo a anunciarte aquí

el muro: la lengua del río silba y me siento a oírte en los sueños

el eco: ya viene el asalto del batallón

el muro: viene otra masacre

el eco: y después…

el muro: el terror o la pausa

el eco: la puerta que logras abrir

el muro: y la mano del tiempo

el eco: el gran escultor

el muro: descansa Ya en el secreto aposento de tus laberintos

el eco: ven a la dulce –dulce– espera de la Nada

el muro: dulce y ardiendo en su bodega definitiva

 

(para Armando Rojas Guardia)

 

 

 

 

(ciencia tao)

 

y en el instante de migrar hacia otro instante

 

justo

justo ahí

 

éramos la brisa

 

 

 

 

(baciata)

 

anoche una lengua risueña y enorme quiso cerrarse sobre nosotros; húmeda, perforada por los golpeteos de la brisa quemante, fue la coronación del milagro: acabar con las horas, volverlas a lamer desde la cresta; sembrados en una esquina del mundo, llenos de ecos y húmeda lumbre, queríamos levantar otra vez los círculos calcáreos y adentrarnos en la espesa corriente; ah, sus picos encrespados, llenos de lengüetazos salobres, el paisaje se fue levantando desde muy abajo, rebasó las rodillas, las conchas volaron, la arena soltó su ronco y dulce canto, solo queríamos soltarnos de la nada y sus enormes batallas, puf, juntarnos con las jubilosas suspensiones; y después, después no sé si hay después, salvo deshacer los nudos, adentrarse en las huellas de las fugas, los golpes de la luz sobre la frente vacía, vacía, vacía, blanquísima; no hacen trampa los instantes, sabes, las olas te buscan, llegan relampagueando a tus percepciones más sulfurosas (ay, ruidito, ay roce oculto que va levantando sus fuegos en silencio: ¡qué suave me cantas!); toca abrir los ojos, sentir ya las heridas en las piernas y soltar para lo más adentro: esta alegría fue cediendo a las expectaciones del presente; hizo falta menos que un parpadeo para que el cuerpo lo notara: tu huidizo destello viene y va, me hace recordar los desbrozos que las olas van soltando, son sus escupitajos, las ramas secas, largas y erráticas, tendidas sobre la orilla: ofrenda de la espuma a los instantes y sus feroces reverberaciones; y solo oía de ti (¿venías de la noche con el fuego en las manos, realmente venías, venías tú conmigo en la ronca avenida?): fool, fool, fool, my sweet lovefool, our love is easy, like wine rushing over the stones from our river.

 

 

__________________

 

(addenda)

(festina lente, máxima atribuida al emperador Augusto –apresúrate lentamente– es la divisa para ir atento y con la velocidad que requiera la Ocasión [¡diosa, dea!]; Joyce la emplea en inglés, la sonoridad es sabrosa: hurry slow; Octavio Armand versiona así la frase: apuro sin apuro; yo diría: lenta prisa; Daniel Medvevdov, a su vez, recuerda que Erasmo –en sus Adagia– alude a este lema; y agrega: “rememora un famoso fragmento de Heráclitus –fragmento 84– donde sólo aparecen cuatro misteriosas palabras: ANAPAYLA EN TEI PHYGEI –lo que se traduce como ‘Descansa en tu huída’, o ‘Descansa mientras huyes’)

Alejandro Sebastiani Verlezza (Caracas, Venezuela, 1982). Poeta con incursiones en las artes visuales. Ha publicado en poesía: Posdatas (El pez soluble, 2011), ... LEER MÁS DEL AUTOR