Breviario de oficios en el Istmo de Panamá
-BREVIARIO DE OFICIOS EN EL ISTMO DE PANAMÁ
(PREMIADO EN EL CONCURSO IPEL 2022
CATEGORÍA POESÍA ESTHER MARÍA OSSES)
EL PESCADOR DE PERLAS
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Rubén Darío
Un negro esclavo de la Colonia
Buceaba en el fondo del Archipiélago
No llevaba el aire en sus branquias como los peces,
Si no en la boca
Repleta de fabulaciones. Sus ancestros solían estar
Por las vastas praderas de África cazando bestias para atesorar carne,
(Vestigio también de depredadores);
Cantando entre los baobabs y tejiendo cestas para la recolección de los frutos.
En el Istmo le colgaba un grillete y aun así era hábil en la piragua
Sumergiéndose,
Y conteniendo en el diafragma los poderes de sus dioses.
Ese día del verano decidió
Dominar el imperio de las ostras; cantándoles la canción de cuna
Que aprendió de su madre cuando la luna maduraba las turquesas de su gargantilla
Y haciéndoles drenar
Grandes burbujas a la superficie que explotaban los pelícanos
Y muy al fondo, bramaban y golpeaban las olas
En la Bahía de Panamá.
Por encontrar
Una perla
Apodada después
La Peregrina
(Y así por su trabajo forzado)
Aquel esclavo
Compró su libertad,
Deshaciéndose de una gracia
Concedida por el mar
Y no importando
Si la joya se engarzaría luego
En joyeles
Y tiaras reales
Más significaba
Su caminar liberto
Entre las mariposas del orbe.
PELÍCANOS PARDOS
A Lorena Noriega y a su balcón
Siempre atisbando al remedador de redes
O a los pescadores de perlas
Estuvo el pelícano. Quizás también danzando
Sobre las ondas, cuando la canoa del cacique
Con incrustaciones de nácar, iba recorriendo los puertos confitados de las islas;
Allí con su pico como una gran aguja enhebrando en su caza
La muerte de los peces
O zurciendo la bitácora de los ahogados y las naves
En materias de naufragios en la bahía de Panamá.
Mi infancia ha estado ligada a los pelícanos.
Desde el Yaly, el bus colegial que recorría la Avenida Balboa,
Los divisaba sobre el malecón
Construido desde el Casco Viejo
Hacia la otra punta donde se levantaban los rascacielos
En esa mecánica de cambiar la ruta de los aires
Y golpear en otros rostros la espiritualidad marina del paisaje.
Estas ciudades, que es una sola, pero que porta la dualidad saberse de cal y canto
y en la majestuosidad del vidrio
Parece contarnos más ahora
Donde, desde en un piso 12, en San Francisco de la Caleta,
Contemplo un pequeño manglar que sobrevive
Agitándose por debajo
Como si un gran cardumen liberara burbujas
Para cimbrearse desde la plataforma continental
Y en el oleaje;
Allí están los pelícanos pardos posados sobre las copas aguardando el crepúsculo
O la noche de un emblema
Y ya no desde aquel que contemplaba en la memoria
Sino en una bandada que pareciera empollar aquellos árboles
Y su poco talento para caminar por la arena
Pero hábiles en el vuelo y en el nadar.
En cada uno de ellos se repite
Aquel que sobrevive en mi niñez y que esperó este poema que ahora se presenta,
Cuando quedó traspasado por una flor de anzuelos y un sedal
Que inducía a un revoloteo infundado en el dolor;
Unas manos le ayudaron a liberarse del incordio y volvió a adentrarse en la bahía
A volar sobre nuestras cabezas, ahora que están todos allí
Sobre la marisma
Asediados por los hombres en la pesca artesanal
Y un río de aguas sucias que va a encontrarse con otra realidad
Del delta cegador
Y del astillero sin astillas;
Sabiéndose más que bicentenarios,
Cantados por poetas,
Traspasados por otros anzuelos,
Por otras imágenes,
Y que sólo sospechan otra maquinación
Oleosa
Por la gallardía del mar. Imagino que me toman de improviso, no como una presa,
Para así adentrarme y ubicarme dentro de la bolsa
Que cuelga bajo el pico y desde allí, con mis versos,
Y asomar la cabeza entre la historia y el futuro,
Centelleando en el blanco el rojo y el azul de un sueño
Escudriñando el país que somos, con sus agitadas y estremecidas banderolas.
SUBIDA AL BARÚ (LOS GUÍAS)
el cielo estaba tan lejano como de costumbre
Horacio Castillo
Muchos enloquecen y grande es el ímpetu por lograr la cima.
Algunos han desfallecido bajo las huestes del sol
Y otros son raptados por la luna que doblega la marcha de los bambúes.
Sin embargo, no todos entienden, que es una manera de encontrarse,
De desafiar el cosmos, aunque la constelación no se alinee a su favor.
Caminando y reptando, serpenteando la masa geográfica
En las turbulencias de la niebla que se unen a la fatiga
Y al paroxismo de perderse;
Ellos se encadenan una y otra vez
A las falacias del aire.
Llegar a la cúspide de los puntos más altos del planeta
Es la expiación de toda terrenalidad y una manera de conjurar
La alquimia de las aves. El Barú en Panamá es tan sagrado
Que erupcionaba cuando un gigante se rascaba la espalda
Sepultando en una ocasión a la cultura Barriles
Que tallaba grandes metates ceremoniales
Y poseía esclavos
Que cargaban aguanchinche
A sus señores con gorros puntiagudos para el clima.
Hoy los guías
Y esos cargadores
Se dan la mano
Desde el tiempo y el oficio
Y ya desde cualquier punto,
Como dos guardianes, lejanos, el Pacífico y el Atlántico
Son vistos por aquellos que deliran con esos dos océanos
Que no se pueden tocar desde allá arriba, como de costumbre.
CHOFERES DE TAXI
Lector del mundo y de estos versos,
…
encaramándote en todo cuanto viaja,
en taxi, en días, en negocios, en amores,
en recuerdos
José de Jesús Martínez
A mi padre Eugenio, quien por 40 años fue taxista
Por más de cuarenta años, mi padre, fue chofer de taxi.
Conoció el progreso de las calles y la evolución de las carrocerías
Y de los caballos de fuerza. Siempre se quejó de la ausencia
De las yeguas para impulsar la máquina. Fue testigo del cambio
De las tarifas y del color amarillo final para identificarlos. A veces
No estaba de acuerdo con el cobro según las zonas. Utilizaba su lógica
Para mantener la estabilidad del pasajero.
En ese mundo de abstracción
Con sólo un sexto grado de primaria, fue sociólogo,
Psicólogo, terapeuta de parejas y paño de lágrimas
Para relaciones disfuncionales.
Aprendió a dar consejos
Durante la noche y la madrugada y en algunos casos
En la develación del amanecer. La luz de desplomó
Muchas veces sobre su tablero y dormía poco.
Grandilocuente era su memoria para recordar atajos
Y referentes en las calles. Más de una vez fue amenazado
Y lloró de impotencia
Cuando le colocaron una pistola sobre el cuello
Por cobrar veinticinco centavos, ante el precio justo.
Difícil profesión la de sortear los destinos de los paseantes;
Avistar la belleza huidiza de las nubes
Cuando las lluvias nos habitan con otros lenguajes
Y cuando otras lunas
Se reflejan sobre las sílabas de un charco.
En cierto orden lógico del día,
Escuchó puñetazos en su puerta. Eran los vecinos
Pidiéndole que llevara a una mujer al hospital
Que necesitaba labor de parto. La llevó ante los gritos de dolor
Cuando sorpresivamente en el trayecto
Hubo un golpe seco
Sobre el suelo del carro. La vida volvió a vociferar con el llanto
De un niño
Acompasándole
El movimiento del volante.
Mi padre, que durante cuarenta años fue chofer de taxi,
Nunca pudo saber
El precio
A cobrar
Por tal carrera;
La de un recorrido
Por un nacimiento entre la luz
Sobre una carretera del mundo.
EL RASPADERO
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.
José Watanabe
A Eugenio a mi padre, ahora raspadero
El raspadero -sin saberlo- es el guardián del arcoíris sobre el hielo.
Regala rosas rojas derramadas sobre el cono
O amaneceres fúlgidos
Como la yema de un huevo
O el púrpura de unas uvas
Cuyo racimo
Es desprendido por las sacerdotisas de la carne,
O el grito de los monteadores que se saludan desde las arterias del calor
Cuando nos penetra la luz por las membranas de un espejo
Y los ojos de la piña vienen a recibirnos en las jarcias del sirope
O el naranja
Destellando
Junto al verde de la menta
Mientras van vociferando las pulpas del tamarindo; así para que vayan como una ofrenda a tus labios
Los sabores
Naturales
Y artificiales
Con la leche condensada del amor
Junto con la miel de las cañas
Que se acostaron para ser molidas y acariciadas por tu lengua
Para degustarte, lambisqueando, mordisqueando
El sabor y la coloración de las estaciones.
Amala rápido me dijo el sol
Y cumple con la vida.
Ámala en todas las transfiguraciones
Desde el hielo
Y cumple
Con la momentánea eternidad.
Ámala en todos los raspaos de tu reino.
EL HACEDOR DE COMETAS
pero sé que mañana serás del aire
José Watanabe
A Toño, el de Maya
Mi infancia estuvo traspasada por cometas
Rojas, amarillas, blancas, azules, verdes
Como aves en el cielo de la tarde. Toño solía
Confeccionarlas con virulí (unas delgadas cañas
Como los dedos envejecidos de una diosa)
Y papel de china repleto de alegorías y fabulaciones.
Pudieron ser velas de nave,
Alas de colibrí
O envoltorios de regalo;
Pero era seccionado y dispuesto sobre el rombo; geométrica flor de los puntos cardinales.
Mientras la goma de harina se secaba
Imaginaba un revoloteo
Conquistando la magnitud de un arcoíris.
Ahora que la calle pareciera estar desierta
Y que Toño ya no vive en la casa de Maya
Y que un trompo sigue girando enérgicamente
En el país de la nostalgia
Las recuerdo entre rondas, el escondido y el juego de la lata.
-Esa fue tu infancia. – me dijeron las cometas. -Tienes un hilo de poesía,
Te convertirás en él
Y sabemos
Que mañana
Serás del aire.
Para hacernos volar.
UN OBRERO ANTE LOS CINCUENTA AÑOS DEL CÓDIGO DE TRABAJO
Los corazones son también motores.
El alma es también fuerza motriz.
Somos iguales.
Camaradas de la clase trabajadora.
Proletarios del cuerpo y del espíritu.
Solamente unidos
Vladimiro Mayakovski
Un hombre ha indagado la paz de una colina
El viento corre desde el mar hacia esa altura
Invadida por la escarcha. Es la mañana y el sol
Difuminando niebla;
No es un viajero del tiempo
Que indaga los edificios alineados a los costados de la bahía
Piensa en la clase obrera y en sus múltiples batallas
No la de los campos de guerra; sino la de las calles
Y desde los lugares de los múltiples oficios. Varado parece estar
En una suma de caminos. No duda de que cada mujer,
Cada hombre
Por dentro y por fuera es una marcha.
Piensa en los cincuenta años
Del código de trabajo y lo celebra;
Pero hace falta mucho más.
La barrera policial no lo obliga a detenerse.
Sopla el verano sobre el almendro, escupe la lluvia
Su prodigio sobre los robles y los cedros
En la cresta del invierno. Se pregunta si verá
Bajo este mismo cielo una revuelta
O si ahora que es joven y que es anciano
Soñará con una isla en ese océano concedido.
-Levanta tu copa, le dice la vida,
Mientras prueba un puñado de tierra
Cuando su infancia era un deseo de hablar
En cualquier parte, ahora que la edad es un prodigio
De abrazar su cansancio obrero, el aluvión de sus palabras
Que también tiene piedras soldadas la noche.
En cada recuerdo hay pancartas, arengas y sirenas,
Vociferaciones enérgicas mientras revolotean
Banderas en el ulular de la sangre. Se cree un puente,
Se cree una carta, un correo electrónico
Como un río que precipita a su encuentro
Con las tribus de la sal. Bendice a Dios,
A su trabajo sempiterno, al tiempo, a la colina.
La jubilación nunca es justa
Porque todos los precios suben
Y otras escenas
De hambre y de escasez de medicamentos se repiten;
Pero aún así sigue auscultando entre las nubes;
Arranca hojas de hierba con una paciencia e inocencia milenarias,
Rumia los frutos
Y se dobla
Y se yergue
Como una campánula
Poniendo ladrillos y bloques hasta el firmamento,
Glorificándolos con la mezcla de cemento
Y el balaustre. Grita y de él brota otra consigna
Y su voz es como un badajo que transmite ondas sonoras.
Otras generaciones
Seguirán luchando por sus derechos
Construyendo edificios
Hacia el penacho del sol
Y ya nada
Ya nada
Los ensombrecerá.