Antonio Colinas. La ciudad está muerta

 

Presentamos tres textos claves del notable poeta español.

 

 

 

Antonio Colinas

 

 

Nacimiento al amor

—Traes contigo una música que embriaga el corazón,
le dije. Y en mis ojos rebosaban las lágrimas.
Llenos de fiebre tuve mis labios que sonaban
encima de su piel. Por la orilla del río,
trotando en la penumbra, pasaban los caballos.
De vez en cuando el viento dejaba alguna hoja
sobre la yerba oscura, entre los troncos mudos.
Mira, con esas hojas comienza nuestro amor.
En mi toda la tierra recibirá tus besos,
me dijo. Y yo contaba cada sofoco dulce
de su voz, cada poro de su mejilla cálida.
Estaba fresco el aire. Llovían las estrellas
sobre las copas densas de aquel soto de álamos.
Cuando la luna roja decreció, cuando el aire
se impregnó del aroma pesado de los frutos,
cuando fueron más tristes las noches y los hombres,
cuando llegó el otoño, nacimos al amor.

 

 

 

Encuentro con Ezra Pound

debes ir una tarde de domingo,
cuando Venecia muere un poco menos,
a pesar de los niños solitarios,
del rosado enfermizo de los muros,
de los jardines ácidos de sombras,
debes ir a buscarle aunque no te hable
(olvidarás que el mar hunde a tu espalda
las islas, las iglesias, los palacios,
las cúpulas más bellas de la tierra,
que no te encante el mar ni sus sirenas)
recuerda: Fondamenta Cabalá,
hay por allí un vidriero de Murano
y un bar con una música muy dulce,
pregunta en la pensión llamada Cici
donde habita aquel hombre que ha llegado
sólo para ver gentes a Venecia,
aquel americano un poco loco,
erguido y con la barba muy nevada,
pasa el puente de piedra, verás charcos
llenos de gatos negros y gaviotas,
allí, junto al canal de aguas muy verdes
lleno de azahar y frutos corrompidos,
oirás los violines de Vivaldi,
detente y calla mucho mientras miras:
Ramo Corte Querina, ése es el nombre,
en esa callejuela con macetas,
sin más salida que la de la muerte,
vive Ezra Pound

 

 

 

La ciudad está muerta

La città è morta, è morta.
(S. Quasimodo)

¿No tuviste bastante con morir una vez
en la muerta ciudad, que vuelves otra vez
entre sus cancerosos muros iluminados
¿Quedan aún las brasas de los sueños
ardidos en lugares y en labios que creíste
hermosos
¿Te niegas a aceptar que aquí estuvo el amor
imaginando pájaros, desenterrando ruinas?

Llueve, llueve, y la música es negra en estas calles
abarrotadas de crucificados que andan,
de agonizantes que laboran,
de insepultos cadáveres que aplauden y sonríen.
Acaso quede aún en este espacio
de sueños destrozados, de sueños machacados,
otro loco que aún sueñe y vaya repitiendo:
“Tenéis cerca la luz; está cerca la luz”.