Anne Sexton

Para el año de los locos

 

 

 

 (Traducción al español de Elisa Ramírez Castañeda)

 

 

 

Mamá y Jack y la lluvia

Tengo una habitación propia.
La lluvia cae sobre ella. La lluvia cae como gusanos
de los árboles sobre mi hueso frontal.
Embrujada, siempre embrujada por la lluvia, mi habitación confirma
las palabras que a solas haré.
Busco los estantes a tientas, como ciego,
busco la madera, dura como manzana,
palpando levemente la pluma, mi arma.
Con esta pluma mantengo a raya a mis diversos yos
y con estos discípulos muertos contiendo.
Aunque la lluvia maldiga la ventana
hágase el poema.

La lluvia es un dedo en mi córnea.
La lluvia traspasa goteando sus viejas e inútiles historias…
Me fui a la cama como el caballo al establo.
En mi húmedo lecho estival acuné mis rodillas saladas
y oí a mi padre besarme a través del muro
y oí el corazón de mi madre bombear como marea.
La sirena de niebla aplanó el océano como un cuero.
No hice viaje alguno, no tenía pasaporte.
Era la hija. En el otro cuarto
el whisky fortificó a mi padre. Sobrevivió al clima,
contó su botín y trajo
su barco a puerto.

Lluvia, lluvia, a los dieciséis
tendida junto a Jack toda la noche en el pequeño lago
sin hacer nada, yacía tiesa como ejote.
Jugamos bridge y juegos de taberna, por jugar,
llenamos la lámpara de kerosene,
nos cepillamos los dientes, preparamos sándwiches y té
y nos echamos a dormir en la litera del camarote.
Acostada, un lago ciego, fingí dormir y Jack, en tanto,
me quitó las cobijas de lana y miró
mi cuerpo, ese cuerpo invisible que las muchachas esconden.
Toda esa noche dulce cabalgamos,
espalda contra espalda, sobre la tormenta.
Ahora Jack oficia misa
mi madre al morir usaba sus propios huesos de muletas.
Llueve en el bosque, llueve en el vidrio
y estoy en una habitación propia. Pienso demasiado.
Desde los ojos de Dios nadan los peces. Déjenlos pasar.
Mamá y Jack llenan el cielo; ambos endosan
mi feminidad. Cerca de tierra arriba mi barco.
Vine a esta tierra a montar mi caballo,
a tocar mi guitarra, a copiar
sus dos nombres, distintos como girasoles; a conjurar
el pan de cada día, a sobrevivir,
de algún modo a sobrevivir.

 

 

 

Esponsales con los ángeles

Estaba cansada de ser mujer
cansada de ollas y cucharas,
cansada de mi boca y de mis senos,
cansada de afeites y cansada de sedas.
Aún había hombres sentados a mi mesa,
en círculo ante el cáliz que yo les ofrecía.
El cáliz rebosante de uvas moradas
y moscas que zumbaban atraídas al olor
aún mi padre vino, trajo su hueso blanco.
Pero estaba cansada del género en las cosas.

Anoche tuve un sueño
y le dije…
“Tú eres la respuesta.
Vivirás más que mi esposo, vivirás más que mi padre.”
Veía en este sueño la ciudad encadenada
donde se ejecutó a Juana de Arco vestida de varón
el natural de los ángeles seguía siendo un enigma
ya que no hay dos siquiera de igual condición,
uno tiene nariz, aquél lleva en la mano su oreja,
otro mastica el astro, por dar cuenta de su órbita
cada cual una línea, se obedece a sí mismo
cumpliendo las funciones de Dios,
aquella persona aparte.

“Tú eres la respuesta”,
así dije y entré
me tendí a las puertas de aquella ciudad.
Sujetaron, mi cuerpo rodeado de eslabones
perdí género común, perdí apariencia final.
Adán se colocó a mi izquierda
y a mi derecha Eva
ambos del todo incongruentes con el mundo racional,
trenzamos nuestros brazos
cabalgamos bajo el sol
y no era ya mujer
tampoco esto ni aquello.

Oh, hijas de Jerusalén,
el rey me trajo a su aposento.
Soy morena y soy hermosa.
Me han abierto y desnudado.
No tengo brazos ni piernas.
Como el pez, soy una sola piel
Y no soy más mujer
de lo que Cristo fue varón.

 

 

 

Para el año de los locos

Una plegaria

Oh, María, madre frágil,
escúchame, escúchame ahora
aunque desconozca tus palabras.
El rosario negro con su Cristo de plata
está sin bendecir en mi mano
pues soy la descreída.
Cada cuenta en mis dedos, redonda y dura
es un pequeño ángel negro.
Oh, María, concédeme esta gracia,
esta transgresión,
aunque sea fea,
inmersa en mi pasado
y mi locura.
Aunque hay sillas
me tiendo en el piso.
Sólo mis manos viven
tocando las cuentas.
Palabra a palabra tropiezo.
Principiante, siento tu boca tocar la mía.

Cuento las cuentas como olas
martilleando sobre mí.
Su número me marea,
enferma, enferma en el calor del verano
la ventana, arriba
es la única que escucha mi torpe ser.
Gran cautivadora, consoladora.
Me da aliento,
murmura,
exhala su inflamado pulmón como un enorme pez

Más y más cerca
está la hora de mi muerte
mientras compongo la cara, retrocedo,
pierdo madurez y mi pelo se alacia.
Todo esto es muerte.
Hay un callejón angosto llamado muerte,
en donde me muevo
como en el agua.
Mi cuerpo es inútil.
Yace, ovillado como perro en la alfombra.
Se ha rendido.
No hay palabras aquí sino las aprendidas a medias,
el Ave María y el llena de gracia.
He penetrado ahora al año sin palabras.
Noto su extraño arribo y su voltaje exacto.
Existe sin palabras.
Sin palabras puede tocarse el pan
o recibirse el pan
o no hacer ruido.

Oh, María, tierna doctora
ven con polvos y con yerbas
pues estoy en el centro.
Es muy pequeño y el aire es gris
como el de un baño de vapor.
Me dan vino como al niño le dan leche.
Lo ponen en un cáliz delicado
con el hueco redondo y el borde delgado.
El vino tiene color de brea, añejo y secreto.
Por sí mismo sube a mi boca el cáliz
y lo veo y lo entiendo
sólo porque sucedió.
Tengo miedo de toser
pero no hablo,
miedo a la lluvia, miedo al jinete
que a mi boca cabalga.
El cáliz se inclina por sí mismo
y me enciendo.
Veo dos ríos angostos quemándome el mentón.
Me veo como quien mira a otro.
Me han cortado en dos.

Oh, María, levanta los párpados.
Estoy en el imperio del silencio,
en el reino del dormido y del loco.
Hay sangre aquí
y la he bebido.
Oh, madre del vientre
¿vine sólo por la sangre?
Oh, pequeña madre,
estoy en mi propia mente.
Cautiva en la casa errada.

Anne Sexton Nacida en Newton, Massachusetts, en 1928 y fallecida en 1974 es, junto con Sylvia Plath, una de las voces más potentes de la llamada poesí ... LEER MÁS DEL AUTOR