Camila Charry Noriega

Una sed olvidada

 

 

 

 

 

Juicio final

 

Lasciate ogni speranza, voi ch´intrate
Dante

 

En una obra de Giotto

el demonio devora a un hombre

mientras expulsa a otro por su cloaca.

 

El fresco es de una belleza espeluznante.

 

En él está contenido el mundo y su materia.

No representa Giotto a la bestia sino al hombre

descarnadamente hambriento.

 

El símbolo es sencillo y no requiere explicación:

lo ingerido se coagula, se hace carne y hueso,

se destituye

se engulle de nuevo

se expulsa

se endurece,

es el hombre separando la luz de la tiniebla,

el sueño del residuo.

 

El artista, desde la luz y el color,

nos obliga a penetrar

cuaja las sustancias,

asombra las retinas del observador

y le devuelve su reflejo

consumido.

 

Pero eso es solo lo primero;

la fascinación por los signos

más reales a veces que la misma realidad,

empujan en su trazo hacia la reconsideración:

¿qué divina sustancia

sobrevive a la idea de mundo?

 

El artista lima, hace que los bordes encajen,

limando extrae de ese ensueño que es el bien

la imagen,

la monstruosidad más verdadera.

El color y la simiente oscuridad sobre la que respira la luz

dictan las formas

y estas son a los ojos el señuelo,

el centro del demonio.

 

Lo otro,

el destello de maldad frente a algo que se reconoce

profundamente humano

es lo que se desprecia,

hipócrita.

 

El mundo    su idea   el verbo

son el intestino de ese demonio

que sonríe.

 

En el fresco, de apariencia inmóvil,

está contenida la historia de los hombres.

 

 

 

 

 

Una sed olvidada

 

En la carne, en los huesos,

en la entraña inflamada del mundo,

solo hay hambre.

 

En los rostros el gesto

de que esta vida no es suficiente

y que esto no se trata solo de latir

ni de nombrar lo que se ama

ni de pulverizar una piedra enorme

hasta que aparezca el bosque.

 

Hasta hoy no dejé que Dios,

─el carnicero─

hiciera de mis manos

el barro

para sus empresas.

 

Una sed olvidada

que cada tanto regresa

y es apenas suficiente

la imagen de un charco estriado por la luz y el viento

es apenas suficiente

este amor

que encuentra la manera

de hacerle frente a la muerte.

 

 

 

 

 

El enemigo

 

Hubo un día en que el pan

fue una piedra entre las manos descarnadas

y brillante la llaga

en la boca de los perros.

 

No hay revolución más cierta

que separar los sesos de las tripas;

a un lado la lengua

esa espina magra

que hace frente a la voz

y la mano que escarba y va sumando a uno y otro lado:

mucha gente es desasosiego,

poca es templanza, mesura

y la mano mezcla y revuelve

estira las tripas,

pesa el hígado por donde corren

los odios más roñosos

y tantea la serenidad con la que se vigila el mal ajeno.

 

A uno y otro lado se batalla,

se resiste con furia animal.

 

Vuelvo a nombrar los días más amados

y es poco lo que queda:

 

las manos descarnadas

los hocicos lacerados,

la quietud del humo

a lo lejos.

 

 

 

 

 

Sparring Partner

 

una calma più tigrata,
più segreta di così,
prendi il primo pullmann, via…
tutto il resto è già poesia…
Paolo Conte

 

La noche es oscura

─dicen─

y es cierto que llueve.

 

Cerramos los ojos.

 

Puede ser que vengan a buscarnos

y entonces habrá que borrar las coordenadas.

 

Diez espíritus mueven las raíces de la casa

que es una isla y un tigre;

nos aferramos a la continuidad de lo invisible

creemos en esta noche como en un barco luminoso

que se anticipa al porvenir

pero quizás estamos ya inundados.

 

Olvidamos la ciudad y el doméstico afán de regresar.

 

Casi es año nuevo.

Esperamos a los bárbaros de cuchillos afilados

y en la lengua el sopor del vino.

 

Ya no hay nombres

ya no importa que amanezca

mientras suena la música más triste.

 

En altamar el faro es incertidumbre

la mirada ya no le pertenece a nadie

y amamos no regresar.

 

31 de diciembre de 2018

 

 

 

 

Objetos oscuros

 

Todo lo que ha sido es eterno;
el mar lo devuelve a la orilla.
Nietzsche

 

La naturaleza de algunos objetos

sacudidos por la urgencia de los ojos que los mira

es a veces solo barro conmovido

que se cuece en su limpia eternidad.

 

Permanece su sustancia como un pozo;

en esos objetos crueles se funda la belleza

y quien los canta

desdeña la posibilidad de que sean de otra parte,

de otro mundo.

 

Solo acá,

consagrados a la vida humana se agotan y resucitan;

entre ilusiones se debaten

y son

en medio de este mar

la tabla de salvación.

 

Nos conmueve su corazón real

y así fundan esta casa,

la hacen eterna.

 

Idénticos a sí mismos

el espíritu ante su fuerza se quiebra;

nos contienen

y son capaces de hollar la más firme voluntad;

atentos a nuestros movimientos

son pequeños núcleos

que en el cine sustentan la vida de la obra

y en la vida

emergen desde un fondo indistinto

para obligarnos a amar un nombre

a olvidar nuestra voz

bajo el cielo despoblado de dioses;

son testigos

de esta corta ruta

encendida por ellos y en su gracia.

 

La música como una gota oscura

que beberemos;

el seco papel

y el lápiz y la punta agotada;

la silla después del viaje

y el perro que a la sombra de la cama

escucha nuestros pasos y sacude la cola

como sacudiendo el ensueño.

 

Materia, toda esta materia amada

en la que lo más hondo se revela.

 

 

 

 

Intento optimista con perros y Pink Floyd

 

Cada una de las cosas que pasaron

y de menos estuvo

que el tiempo fuera breve

y una engordó

y fue la historia un puñado de perros

que uno a uno también engordaron

entre las cosas mías

que siempre han sido un parlamento fumante

sobre lo mismo

y menos mal

porque traían de regreso

del otro lado de la vida

el encargo de lo que resiste.

 

Bring the boys back home

se repetía en el desayuno

el almuerzo

la cena

y era tan cierto como ahora

el desprecio por los hombres que deciden

que otros vayan en su nombre a morir.

 

Pasaron tantas cosas y uno apenas

vio el destello

el oscuro rescoldo

que quemaba la punta de los dedos

por no poder decir algo diferente

y así se repitieron a través de los años

los mismos poemas

y quienes los leyeron decían:

­­levanta de entre el lenguaje otras imágenes

más acordes a esta época

 

y la época siempre es la misma

y una engorda y engorda

de impotencia

de pensar en el temor enconado

de los otros por mí

porque nunca pude decir otra cosa

ni ser vanguardista

y me quedé girando

bella e inalterable en el mismo espejo

cuando todo siguió pasando

y se esperó

de la poesía

el futuro

 

aunque no.

 

 

 

 

 

Actos renovados

 

Se deshila el pellejo

se arranca y asoma

la carne que deslumbra los ojos.

Se sosiegan los nervios

se los hace cantar como a raíces

de un árbol enterrado en el cuerpo.

 

Los cuchillos se acomodan boca arriba

sus aristas recuerdan las costillas de un mal amor.

Luego se lame el filo

el pasmo

y sobreviene el crujido de la carne rasgada;

lo crudo que se olvida con la primera mutilación.

 

A los tenedores hay que agarrarlos por los picos.

Tres dientes

tres astillas afiladas que espantan a la presa

y viven famélicos,

plenos de hambre.

 

En la penumbra las cucharas eran

peces extraños de cola esbelta;

las vimos otras veces

encima de algún plato,

animales satisfechos en plena digestión.

Entonces era mejor no tocarles la panza de metal

pulida, como una bella retocada.

En su cóncavo estómago podía uno contemplarse:

un ojo alargado,

deformado por el metal que escarba el rostro.

 

Sencillo despojar del pellejo,

salvar la carne que late a la espera.

 

A veces había luz

porque el cuchillo cambiaba de lugar

y su destello cortaba la sombra.

 

No sabíamos mucho sobre objetos de cocina

apenas de las ollas y los platos,

de las tazas

donde el agua es oscura.

Camila Charry Noriega Poeta y editora colombiana. Profesional en Estudios literarios y Maestra en Estética e Historia del arte. Ha publicado los libros Detr ... LEER MÁS DEL AUTOR