Efraín Barquero

El fuego nuevo

 

 

 

 

EL FUEGO NUEVO

 

Ve a buscar el fuego nuevo en las tinieblas.

Y con el pedernal que fue mío golpea su puerta

pidiéndole abrigo, diciéndole mi nombre.

Porque el fuego recuerda al último

que lo alumbró con su boca

arrodillándose como ante un animal herido

soplándole la cara de pan enterrado.

Y que nadie te vea porque el hombre está

desnudo cuando pide o da algo de sí mismo,

algo que no se vuelve a dar sino después de la muerte

y con el rostro vuelto, y con la mano sin dedos.

Que no te vea nadie cuando apagas el fuego viejo

y prendes el fuego nuevo.

Y te acompaña la primera o la última palabra dicha

antes de irte de todas partes.

Y te acompaña tu propia oscuridad

y el frío del amanecer con que se mira el mundo

cuando todos duermen hace mucho tiempo.

Cuando tú también estás muerto

y buscas dentro de ti la vieja llave de la casa.

Buscas los utensilios que han cambiado de sitio.

Buscas lo que no se puede hallar dos veces.

Y te acuerdas de todo lo que hacías,

del soplido de tu boca en el gran soplo.

Del nombre del fuego apagado

que es el mismo del fuego encendido.

 

 

*

 

Cogió un puñado de fuego apagado

y al hacerlo escuchó levantarse el viento

-el que pule las piedras hasta darles suavidad

de algunos rostros y del cuerpo de las madres.

Y al hacerlo escuchó el llamado misterioso

igual que cuando bruñen con cenizas el fuego viejo

-el corazón de cristal en el fondo de las copas

o en la luna vacía de todos los espejos.

Siempre se estremeció al oír ese sonido

como si alguien debiera aparecer de inmediato.

Era una señal, una orden

-la del sacrificador, de la víctima

-la del encantador, de la serpiente

-la de los amantes silenciosos.

Y él la escuchó de nuevo al frotar entre los dedos

esos granos ásperos y suaves de ceniza, de hollín,

parecidos a las semillas de un día muerto para siempre

que los hombres llevan en los bolsillos de la ropa

y pierden sin poder recordar quién se las dio.

Porque no hay nadie que pase ante un fuego extinguido

sin repetir ese rito de los viejos orígenes

-de detenerse ahí

-de arrodillarse ahí.

Como ese hombre inmóvil en la penumbra

en trance de escuchar el viento entre los árboles

o de soplar la piedra donde el fuego surgió.

 

 

*

 

Hermoso como el tigre es el misterio de ser hombre

y mirando el fuego con los ojos que me dio

cuando lo talle en la piedra que tengo preso

en el instante de saltar sobre otro animal.

Y el tigre vuelve a ser como el primero que vi,

ausente a toda mirada, inencontrable en sí mismo.

Como esta máscara tallada por el fuego en los muros

donde arden sus ojos al fondo de la noche.

Y yo  temo mirarlos porque oscurecen los míos

con un velo tan fino, con una lejanía tan grande,

y nunca hubiera llovido, y no existiera ningún árbol,

y nadie apareciera en la faz oscura de la luna.

Porque ha vuelto a ser como la luna redonda

que hace manar el agua y abrirse el sexo de las piedras.

Un tigre cazado por un hombre. Y un hombre

meditando el misterio de estar vivo.

 

 

 

 

PUERTAS DE CHINA

 

Extranjero, detente en mis murallas

contengo tantos muertos que entera soy de cal y espinas

mi tempestad será de cenizas extinguidas hace siglos

te quemaré como al caballo de la estepa.

 

Sarmentosa soy como la más pura claridad

fiera como un terrible leprosario

no verás mi desnudez que el viento cuida

conmigo dormirás sin conocerme

en mis rodillas dormirás el sueño devastado del invierno

oirás sólo el tifón

el puñado de los huesos enemigos que en mí no encuentran el reposo.

 

Para ti seré ausencia de raíces

un río turbio, un fruto descarnado

en mi manto hay un tambor que batiré por ti mientras existas

hueso contra hueso morderás el arroz podrido del esclavo.

 

Olvidarán los hijos y los padres

todo aquel que en mi pecho exprimido se formó

en ti seré siempre este fragor del tifón en las estepas milenarias

la sequedad, el frío de mis uñas

el coro de mi hambriento en tus oídos.

 

En el hombre encontrarás refugio

en el templo hallarás el aire que te niego

junto a Buda la oscuridad de mi memoria

de mí saldrás como has venido

no verás sino mi anchura inabarcable

no tendrás otra cosa que el silencio.

 

 

 

 

EL ANTIHOMBRE

 

Tú, sacrificador impuro

verás surgir la mirada del dios terrible de los brazos amputados

del rostro más humano que nos has visto nunca

has roto algo tibio, suave nocturno

has provocado el corazón secreto de la tierra

has desgarrado el lienzo de los vivos y los muertos

has negado al hombre su condición divina

poseerás el mundo

jamás la muerte de los inocentes

esta es más grande que ninguna patria conocida

debajo de cada muerto hay una estrella de fuego

debajo de cada estrella hay mil signos extraños.

 

Hombricida, te irás cubriendo de rugosas escamas

tus manos se convertirán en tenazas

tus pies en pezuñas

la boca se te alargará con la blasfemia

los dientes te cubrirán como armadura

crecerá tu cuerpo como cápsula gigante

lleno de una materia blanda, pegajosa, que arrastrarás como una cola

te rodeará una niebla gaseosa

un plasma blanquecino se derretirá como un amanecer ante ti

estarás solo, rodeado de aletas metálicas

solo en un mundo de máscaras, de escafandras, de cicatrices volcánicas

sólo un salar, en una tierra de raíces.

 

Como los boxeadores jadeantes masticas, masticas goma

con tu uniforme de jugador de rugby golpeas las ventanas, las puertas

eres el molde, el recipiente donde fermenta un licor dulzón desvaído

eres un engendro de niño y de arma moderna, de perro faldero y

de mujer hombruna

eres el violador de los muertos cuyo sexo adornas con trajes de muñeca

cuerpo deforme alimentado con hormonas

ídolo rodeado de ancianos cancerosos

paloma con pestañas postizas, carnívoras

tus ciudades son la armazón de un monstruo inútil

manicomio, prisión de cavernosas carcajadas

la soledad es tu tesoro

la soledad es un jardín de endurecidas flores

donde los niños juegan con los avaros un juego reglamentado, triste

los locos son las piezas sueltas de un gran artefacto que gobierna el mundo

tu crueldad irritada como un órgano

quiere hacer de la mujer una fuente de energía mecánica

quiere ambientar los genes en una redoma de vidrio

en esa vasta cámara de hielo llena de peces humanos

estás solo y armado con tu rostro de goma, tus manos radioactivas y azules.

 

De violencia te acuso

de resucitar a Cristo con otras ropas

no desnudo, sangrante, dulce

no colgado en una cruz

extendido en un mesón

carne blanca, negra, cobriza

toda carne de animal terrestre era la suya

todo paño obscurecido de sudor era su rostro

todo vendaje de enfermos

toda sábana nupcial

a todos nos miraba desgarrado por los clavos

nos miraba con cada parte de su cuerpo

con su vientre, con su sexo, con su pecho, con las palmas de sus manos

con su larga, poderosa, quebradiza delgadez

con el peso del madero, el silencioso espanto de sus rasgos

nos miraba con su cuerpo

nos hablaba con su cuerpo

en él luchaban la rebelión, la dulzura, la piedad, la cólera

era joven, viejo, sereno, triste

incorruptible como el sol, como el fruto, como el pan

era lo más desnudo que pudo existir.

 

Efraín Barquero (Chile, Piedra Blanca, 1931 - Santiago, 2020). Seudónimo de Sergio Barahona Jofré. Formó parte de la llamada “Generación del 50” jun ... LEER MÁS DEL AUTOR