Última Thule
EL HUÉSPED
Arte Poética
Entre tú y yo, lector, hay un tercero
que no escribe ni lee. No sé de dónde vino
ese huésped con su equipaje leve.
El desván del poema estaba aseado
y anochece, ya es demasiado tarde.
La luna se levanta desde oriente
y estos versos plateados se iluminan.
El huésped canta una canción antigua,
su voz, lector, sólo tú y yo la oímos
junto a los versos que escribo y tú lees,
que seguirás leyendo cuando yo ya no esté,
y cuando no estés tú quedará la canción
de ese huésped que no escribe ni lee
y que canta en la noche entre versos de plata.
TANGO ROCK
Era un boliche de Durazno y Andes,
de strip-tease de muchachos y de baile.
Me sacó a bailar tango rock: “Yo llevo
el compás”, y me llevó noche adentro.
Hoy que el insomnio me lleva alma adentro
no sé si subo o bajo por mis huesos,
si tropiezo en la escala de mis años
ni qué cajones cierro y cuáles abren
la memoria de cuándo y de qué piano
llegan notas de un tango y los muchachos
que bailaron conmigo –y me llevaban–
en el boliche de Durazno y Andes.
POETA Y OLVIDO
Y para qué servirán los recuerdos,
asomarse al abismo del pasado
hiriéndose los pies en la escollera
construida con piedras de otras vidas.
De qué sirven los ángeles nostálgicos,
sobrevuelan los mapas del despojo,
fantasmas que se adhieren a las alegorías,
naufragios que tal vez nunca existieron.
El poeta en un muelle sin recuerdos,
una estatua de sal disuelta por las olas,
ya no lee en vestigios, ganó el mar,
la medusa, el olvido, el horizonte.
PARAÍSO
Tan alto el paraíso. Hablo del árbol,
porque hoy quiero cubrirlo de palabras.
Acariciar con nombres, decir árbol
como se dice amor, o como dicen padre.
Cinamomo, agriaz, piocha, canelo,
tanta palabra hermosa nombra al árbol
humilde y hechizado de la infancia
que en la calle de un barrio de otro tiempo
se llamó, por su gloria, paraíso.
Donde el gorrión se vuelve mensajero
un niño atravesaba los veranos,
y trepado a la frágil rama oía
cardenales que iban a trinar,
su evidente lugar de paraíso.
Entre el silencio húmedo del árbol
y el cristalino cantar de los pájaros
supo el niño su sino de poeta,
la magia dócil de la enjundia verde
que sigue refugiándose en la sombra
montevideana de los paraísos.
LA TAPERA
Primero se rajó, después cayó
la primera pared, como una tapia
al fondo de la casa, en el jardín
que los yuyos dañinos invadieron.
Y las puertas se hincharon de humedad,
ya no abren ni cierran, las ventanas
el viento las selló o fueron los años.
Ya no hay caranchos sobre la tapera.
Nadie yace allí dentro, ni los zorros
que buscaban entrar para morir.
Después cayeron las tapias del frente,
y un callejón de viento era la casa.
Sólo alimañas hacían sus nidos
bajo patas de catres o de mesas
que los vientos, las lluvias de verano
o la helada durante los inviernos
convirtieron en polvo o piedra estéril.
Las tapias laterales resistieron
una estación o dos, no más que eso.
Lo que restó fue un muro, terco, mínimo.
Sin yuyos, sin musgo, sólo una piedra.
TAROT, XIII
Cuando aún mana el agua y es alegre la sed
y la tierra es promesa abierta a la semilla
y el fuego hornea el pan y templa la esperanza,
paciente, en el silencio, estaba allí el Tarot
con los cuatro elementos de tu vida y del Mundo,
el Amor, las Estrellas, el Ermitaño-guía
desde tu desamparo el día que entreviste
la Torre en el abismo abierto frente a ti.
Y esperar fue un destino hecho de trampas, buscas,
estrategias, recursos para no ser, no ver
aquel Arcano XIII, instante detenido
del que, tú lo sabías, ya no podrás huir.
Entre el muro macizo y tú está el Tarot.
Con el día primero también venía el último,
el sello de la Carta que te trajo hasta aquí,
donde hace noche y duele como otro nacimiento,
el de antes de la aurora por donde se atraviesa
la hora en que se nace, la hora en que se muere.