Guillermo Sucre

De los viajes y el regreso

 

 

 

 

ENTRETEXTOS

 

para empezar: no moriremos de poesía

nadie tiene la palabra aunque hablen

o todos la tienen aunque callen

poetas de su tiempo llegan a destiempo

me voy con los que parten y no regreso

anuncio a los que nada anuncian

el ojo del poeta se adueña del mundo

que reaparece

condenados a la realidad por la realidad

que inventamos

(realidad, realidad, no me abandones)

 

 

 

 

LA LATA

 

yo estoy fuera de la literatura

yo no escribo sino con sangre

yo sólo escribo por raptos (de sabinas)

yo desprecio el oficio cuando oficio

yo no hablo de la eternidad (ella habla por mi)

soy el soplo de las edades

las edades del soplo

el soplo sin edad

etc etc etc

 

 

 

 

TRANSPARENCIAS

 

No bañado sino penetrado de luz. No lo que nos refleja,

Sino lo que vemos. El cristal, no el espejo: una imagen vista

sin través: nítida, pura, absoluta en sí misma, sin destello.

Una imagen que es imagen. Un rostro que es un rostro

-sobre todo por sus ojos, por su mirada.

El tiempo es una ráfaga. Es también una hoja suspendida

entre el verano y el otoño, que nunca veremos caer. La

respiración en vilo no admite arrebato ni memoria. Somos

lo que es el animal sobre la tierra: la costumbre de ir devorándose

en su propia piel. La luz nos frota como la arena en

una playa donde nos vamos quedando solos. Con el mar y

la noche. El viento. La sal que secretamente se extiende.

 

 

 

 

HAY LA CABEZA QUE NACE EN EL ESPEJO PULIDA POR

el pensamiento

aparece como la música que regresa después de

un largo olvido

la luz que la dibuja desvela la noche de donde

emerge

remota como el pájaro que late en nuestras

manos

la piel quemada por las cicatrices de la

intemperie

es la cabeza amada que yace en los acantilados

al fondo de los años

la sal se destroza y se dispersa en su pelo

la playa que antes de abandonar el sol ilumina

se despeja en su frente

sus ojos fijan la fría fulguración de quien

despierta en medio del sueño

y ya no reconoce el mundo.

 

 

 

 

DE LOS VIAJES Y EL REGRESO
I

 

Me esperaban los crepúsculos sobre el mar.

El mar que glorifica los desastres y sella los enigmas

El mar erguido en sus violencias, sus instintos,

inacabado e inabordable en su eternidad.

 

Debí atravesar sus resonantes dominios, poseído

de silencios y de blasfemias.

 

Las aves que asumían la distancia me abandonaban

a los destellos de los atardeceres.

Los delfines se cruzaban, sagrados, nupciales,

como espadas: en ellos reconocí

la furia o el amor.

 

Y el olor de brea de los buques era ya la ausencia:

puertos y ciudades – ¡oh memoriosas

imprecaciones de la piedra!-

que se acumularon en mi corazón.

 

Ciudades impenetrables o sensibles a la noche que

se ilumina como un hangar.

 

Entre las duras aguas un orden sistemático moría,

Una raza de lamentos.

 

Un orgullo de ídolo en el ocaso sobre la faz del

Mundo.

Se esfumaba una red de palabras como una

dinastía de sal.

Había tanta fosforescencia, tantos soles caídos en

las  espesas olas,

y luego ese martirio de la luz devorándose a sí

misma,

aquella cadena de sonidos prolongando la muerte.

 

Oh vigor inmóvil saciado en sus cenizas, límite

más allá de los límites,

materia jadeando de materia,

¿quién me arrojaba en tus parpadeantes sueños,

irisados de lámparas, de vigilias:

el rayo de la muerte rápido como un deseo o las

embriagadoras crisálidas de la vida?

 

…Más era el tiempo de partir.

 

El tiempo de arder, oh memoria, en la arboladura

de los navíos,

bajo la constelada dehiscencia de los cielos.

 

Se abrían los caminos del estupor, los grandes

nacimientos.

 

Y más lejanos que los sueños, sucumbían los recuerdos,

Mi adolescencia condenada a las espejeantes

 

Comarcas del estío,

El brillo o el secreto de aquellos seres en una

soledad de abismos y cometas.

 

Así, en la inminencia de la hora, como en la turbulenta

caída de las sombras,

fui penetrando aquella vastedad…

Me pertenecían aquellas costas desérticas.

 

Me dilataban aquellas olas salvajes y solemnes.

Y era acaso el destino, semejante a un fuego que

devora sus cenizas.

O la noche que irrumpía entre tantos reflejos.

O el alma ya deshecha entre los errantes reflejos.

 

Y heredero del futuro, hombre transitorio y volcánico,

dominado por los ademanes del mar,

imaginé entonces la tierra que habría de conocer,

y, evadido de la muerte o de mi propio lamento,

construí la ciudad del exilio:

 

su multitud de seres que se levantan y se destrozan

en medio de la fugacidad de los días.

 

 

 

 

DONDE EL VIENTO NO HA PODIDO  VENCER

 

II

 

Somos, cada uno, toda la historia.

No el espíritu, el éxtasis

que lo embalsama y lo suspende

en sus radiantes jerarquías;

no la gracia de una edad con la púrpura

de su origen, flor ilusoria

como la eternidad;

no la sangre que, sin vivir, extinguida

violencia,

cada día se preserva

del fuego o del desastre,

sino esta cólera cambiante, esta ola

oscura y ardiente de la vida,

más la sal que la devora o la redime,

más las ruinas también,

esas congojas

que se acumulan en el fondo del tiempo.

 

 

 

 

ESCRIBO CON PALABRAS QUE TIENEN SOMBRA PERO NO DAN

sombra

apenas empiezo esta página la va quemando el insomnio

no las palabras sino lo que consuman es lo que va

ocupando la realidad-

el lugar sin lugar

la agonía el juego la ilusión de estar en el mundo

la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga

escindida-

simulacros donde ocurren las ceremonias

intercambios del fulgor del vacío del deseo

ya no hay sitio para la escritura porque ella es el

sitio mismo- de lo que se borra

no descubrimos el mundo lo describimos en su terca

elusión

ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia

que el mar cuando la palabra lo dice

y se derrama sobre la página como una mano

ya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo

y entreveo su ramaje pasa el viento

ya no habrá más verano sino ese sol que devora a la

memoria

y viene la gran noche de la arena que cubre los

ojos y sólo podemos leer lo que no estaba

escrito.

 

 

 

 

INREFLEXIONES

 

In-

flexiones de la palabra: hacen de uno muchos objetos

sin tocarlos sin gastarlos: no los palpan

 

re-

flexiones del cuerpo: escritura del universo

un objeto que no sea sensación

una memoria que no sea recuerdo

vaciar el sentido

lenguaje: reloj de arena

lo demás es lo viciado: lo pleno

de sentido de poder

palabras que no nuestras que no poseemos

de repente al apenas decirlas ya nos poseen

 

el mundo es una dicción que no nos es dado

pausar pautar sino con el cuerpo

 

Las palabras tienen que seguir siendo lo que son

lo que siempre han dejado de ser

no hay dos lenguajes: la misma palabra que habla

es la misma que calla

pero hay dos silencios: la misma palabra que calla

no es la misma que habla

cada palabra desplaza a otra que nunca logramos

decir.

 

 

 

 

SINO GESTOS

 

Plume solitaire eperdue
Mallarme

 

Las notas que tomo en mi memoria

y luego olvido o traslado

torpemente,

desasistido ya

de ese relámpago que enardecía mi infancia,

las veo llenarme de ruinas, frases

que no logro hilvanar

con hechizo,

y así se deslizan,

discurren con crueldad.

Lo extraño: su tenaz compañía,

los gestos, los sueños que hacen

nacer en mí

y las furias, las cóleras

que en mí sepultan.

Para decirlo todo: añaden no

la confusión

sino el espejo

transparente

del fracaso.

Donde me miro y reconozco

mi rostro.

 

 

*

 

 

Arderemos lejos de ese fuego

de esa tierra

que te había prometido.

Penoso tal vez.

Pero lleno de desgracias es el aire

que respiro.

Enredado en los monstruos

que van tejiendo mis sueños

ya no atiendo a súplicas.

Dispongo de lo que me dispone.

 

 

 

  

ARBOLEDAS

 

A Pierre de Place

 

Ni la luz ni el cielo directamente

Sólo despunta en esos ramajes la conciencia

El otro sol

Lo compacto se ha vuelto rasgado destello

Hojas que el viento ramonea

La resplandeciente cola del verano pasa entre nosotros

En la noche ahí están las panteras emboscadas

Pantano de mil ojos de pronto se ilumina

Plumajes de un gran pájaro que se eriza

El terror sagrado en la casa de madera crujiente de mi infancia

La espesura original del lenguaje

Su rumoroso silencio de silencioso brillo

En lo alto cabrillea tu mirada

El único espejo en que me abismo

 

 

 

 

TELÉMACO

 

Había recorrido esta ciudad bajo otro cielo

Lo abrumaba la conciencia

Su rostro era lo desconocido

Respiraba en las calles un perfume insolente

El espejo detrás del deseo

El trato con la tristeza lo tornó rebelde

No vivía en el desamparo sino en la soledad

Todo viaje lo extraviaba

Ese sol que gira en las noches

Quién ardía detrás de su fuego

Ningún rostro ningún nombre

Sólo el origen el lenguaje de la muerte

Así vio quemarse todos sus sueños

“Padre, estas cenizas.”

Guillermo Sucre (Tumeremo, estado Bolívar, 15 de mayo de 1933-Caracas, 22 de julio de 2021). Fue un poeta, traductor y crítico literario venezolano. Su ... LEER MÁS DEL AUTOR