Oficio de tinieblas
Cuando de viaje, hija, salgas al mar
Cuando de viaje, hija, salgas al mar.
ten siempre en tu corazón a Wenteyao.
Llegar hasta allí es tu destino.
A Kanillo, kalkus y anchimallenes no temas.
Tales espíritus nunca hallarás
si tu alma no los pone en tu camino.
Deseo, Alen, que el camino sea largo.
Detente
en Pucatrihue, Choroy
Traiguen.
Recolecta como tus antiguos rulamas
lunfo y sobre todo algas
todo tipo de algas.
Con la shumpall de Caleta Manzano
comparte los dulces cantos de tu madre.
Pero no apures tu viaje en absoluto
mejor es que muchos ríos cruces.
Deseo, hija, que no manquée tu caballo.
Detén tu viaje en los catrihues.
Detrás de un cielo azul te hablarán en voz baja.
Y si pobre encuentras la isla
el viejo no te ha engañado
hermosa, como has llegado a ella, sabrás
del lugar
donde los pájaros van
a nacer con los ojos cerrados.
A Kavafis, en la memoria.
Arco de nguillatún
Las bandurrias vuelan en bandada.
Bajo las piedras algunos insectos
corren perseguidos por otros.
Harina tostada y muday
ardiendo en el fuego sagrado.
De rodillas esperamos la salida del sol.
Con el rocío las oraciones ascienden
hacia la “ Tierra de Arriba “.
La tierra vuelve a ser jardín
poblado por antiguos pasos
Una página en blanco
una vasija
en donde cabe todo
un puñado de semillas en un instante.
El fin de mi aliento es
el comienzo de otro.
Nuevamente la palabra traduce
la reunión de las cosas.
Lan Antu [1]
Fue un día de cosecha, allá donde los Llanquileos.
Nos juntamos nosotros los huilliches
y el sol.
Yo tendría todo el temor alojándose
en lo húmedo del pulmón izquierdo.
Asistimos a la muerte del sol.
Lo velamos en cuerpo presente.
Rezamos mucho.
Rezamos y vimos su rostro
reflejado en la fuente
con agua.
“Antu kushe, Antu fucha wentru”.
Tres veces nos arrodillamos
y el canto
no cayó en el vacío.
Así era la idea hace mucho tiempo.
Ahora podemos estar tranquilos.
Apagar el tizón.
Ya están cantando los gallos. Celestes
se ven los cerros
de San Juan de la Costa, el sol
evapora el rocío de los techos y la noche
cae nuevamente en su mordedura .
Noche de wetripantu
Anochece. Una mano dibuja en los vidrios
el rostro de una helada, cuyo nombre ha olvidado.
Los manzanos sueñan la felicidad
de compartir el mundo con los pájaros.
La Nueva Salida del Sol ilumina
el camino de los perdidos.
El invierno hunde sus pies
dejando una huella sin forma.
La estación de las lluvias es nuestro único consuelo.
Noche de Wetripantu. Un nuevo orden perdura en las cosas.
La memoria recupera el silencio
anterior a la palabra.
Difícil como el de Sechuán
es el camino a Panguimapu.
Poco antes de nacer Li Po
su madre soñó que en su seno caía el planeta Venus
y por eso le dio el nombre de
de Po, que significa “el luminoso”.
Sechuan,
la tierra en que anduvo el poeta
está llena de cerros y montañas
de difícil acceso
como aquí en Panguimapu donde siempre
vuelves como el hermano muerto
a recoger tus últimas pisadas.
Como estás solo invitas a beber
a tu sombra y a la luna
el último trago.
Más la luna no sabe de bebidas y tu sombra
se limita a imitarte.
Un ojo desnudo en la noche es la única luz imaginable.
un sol
de otra parte les tiende la mano.
La memoria dibuja el rostro
de la mujer que amaste en la cosecha
de mil novecientos cuarenta y el rocío
se sostiene
borracho entre las hojas de los árboles.
(De Arco de Interrogaciones. Lom Ediciones, Chile, 2005)
Pound
Pound vivía en un cuarto grande donde cocinaba y otro pequeño
donde recibía a sus amigos.
A los poetas les buscaba editores, los invitaba a comer y les daba su propia ropa.
También les prestaba dinero.
Los sacaba de la cárcel y les presentaba a mujeres ricas.
Pasaba la noche con ellos , les pagaba el hospital y les rogaba que no se suiciden.
Eliot le dio el borrador de Waste Land para que lo corrigiera.
Pound con un lápiz azul
lo redujo a la mitad.
Pero tus amigos extraños y montaraces,
maloqueros y conchavadores.
No prestan libros ni mucho menos lo devuelven.
No hablan del camino de retorno a los espejos.
Como un caracol perdido vuelven siempre a sí mismos
al temblor,
a la mano que arruga una rosa de papel.
Buscan el lugar que algún día nunca habitarán.
Creen que encendiendo una lámpara en la noche
encontrarán su último cigarrillo, el polvo
el farol amarillo
y la mano que siempre tuerce las palabras repetidas.
De seguro nunca escribes poemas de amor
Hace tiempo que en la Comarca no se escriben poemas de verdad.
Ni siquiera poemas de amor.
La mayoría de ellos hablan de fugitivos de la justicia.
Mujeres abandonadas, cautivas y prostitutas.
Hombres que transitan por pulperías, fuertes y villas
portando cuchillos y armas de fuego.
Sin embargo tú hablas del despojo de las lluvias.
Del dormirse en el vientre húmedo de las semillas.
Del gusano que busca en domingo las mareas de su sal.
De la madre que lame a sus hijos, del perro
que busca la mano torcida del silencio.
Es difícil creer en estas historias,
cuando las escribe un contrabandista.
A veces es bueno detenerse para mirar la extrañeza en los demás.
Pero tú vas de viaje, siempre vas de viaje.
Lo más probable que nunca escribas poemas de amor.
Yo esperaba que me dieras los primeros jacintos de la estación.
Y me dijeran :
“Ahí viene la chica con los primeros jacintos de la estación”.
Pero no podías hablar y te fallaban los ojos, no entendías nada
aún mirando el corazón de la luz.
Yo sigo leyendo poesía buena parte de la noche.
Es media luz en la mitad del olvido.
Recuerdo por un breve instante que junto a mi cuarto,
hay mujeres que venden su cuerpo.
Y sería largo contar que por la mañana siempre estamos cansados.
Que bebimos, acuérdate, copas de vino en celo.
Caro se pagan
los agravios
en la comarca, poeta.
Oficio de tinieblas
No puedes escribir poemas malos, teniendo entre tus libros a William Blake.
No se habita la memoria sin su órgano.
En el cuadrado del olvido
las formas vacías se ponen duras y el corazón perdido busca
su cáscara de sal.
Entra el humo y la niebla bajo mi puerta .
Cinco reinos vacíos me llevan a ti,
a una mano sin anillos, a mis sueños
donde siempre me interrumpes y llegas con tus manos heladas
y me hablas de la muerte del tabernero.
De la mujer que lo amó, sin esperar nada más que un caballo
que la lleve de vuelta al umbral ,donde siempre se ve amada,
revolcada ,
bajo el polvo de una tarde de domingo.
En la destilería
Me gustaría, ahora, que Pascual, tú y yo
volviéramos de nuevo a la destilería de aguardiente del Irlandés Morton.
Y que Verniory estuviera vivo
y Elisa Bravo y Quilapán y Proust
estuvieran allí hablando de lo que saben.
Y bebiendo junto a ellos el Padre Constancio y Blake .
Además, sería maravilloso escribir un poema
a bordo de este ferrocarril que se aleja y que todos
pidamos algo cada vez más dulce
cada vez más fuerte.
(De Comarcas. EAF Impresiones, Puerto Montt, Chile, 2013)
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Nota
1.Muerte del Sol