Ojo de agua
Es una niña al borde de la fuente
que le pone pétalos al agua.
Un pétalo, otro pétalo
Un malvón deshojando otro malvón.
Un día lejano, dentro de muchos días
quizás esté sentada en otro sitio y vea
a otra niña que en sucesión interminable
se siente al borde de otra fuente
y ponga otros pétalos
de otros malvones sobre el agua.
Entonces quizá, remotamente, una piedra
se vuelque en su memoria
Algo cambie de sitio y por una rara
ramazón de aire se recuerde
sentada en una fuente lejana
poniendo pétalos al agua
de unos malvones con este mismo olor
de pronto.
(De Replicantes astrales, 1993)
“lo único que quiero es mi ojo”
(Un esclavo al emperador Adriano)
I
Una fisura se tiñe con la niebla que inicia en la llanura.
Verde del jade oblicuo que da la transparencia que es negada:
hojas de espeso tinte, aroma que desciende
fragor de ese principio como vacuo, condena
desde el tinte al aroma, durazno que recubre.
Sonrosa la línea y va sonriendo, pide de su dulzor
al cardenal azul, cardenalicio moretón de celo
Rosa en la ventana del espanto el azul tinte
de morada medusa, no mora donde acusa y va de luto.
Golpeando la cabeza contra el vidrio el roto cardenal
abre de rosas la cumbre del brazo, la curva que la dicha no
quisiera. Es tarde, deben abandonarlo todo con sangre entre
los dientes, con el espeso aroma de las hojas humeantes
de la niebla. Batirse en retirada a duelo,
sobre las alas de ese inmenso albatros disecado
colgando desde el techo del sepulcro.
Dorada bóveda de grillos, blandir en el trasluz del fuego
la mano, hecha de enaguas. Soñar de crisantemos
Al levantar el manto que es la niebla, está la espejada de
luz con manantial, el fruto de la aurora
Tajo en la frente mórbida, sombría, eje de evanescencia
Distraído.
(De La sombra de la Azucena, 2000)
CLOTO
Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras
que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños
jilgueros. Se camina sonriendo
por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo
qué me dicen no entiendo qué hago ahí, por qué me siguen.
Y yo no sé qué hacer, y ellos tampoco.
LÁQUESIS
Es un prisma. Es un prisma que gira.
Es un prisma que fragmenta la luz, la descompone.
Es un sueño la luz.
Es un sueño la luz que se repite.
Es un espacio verde, que se hiciera
Hay dos amordazados en la luz
en el preciso verde.
Gira una vez el prisma y se hizo tarde.
Gira una vez la luz y hay un zapato suspendido en la esquina
un montón de arañitas verdes, casi transparentes que caminan
incendiándose el lomo, sobre una tela casi transparente que no
deja respirar a los que de una manera casi transparente
empiezan a quemarse.
Afuera, alguien salta tratando de mirar por la ventana
un golpe apenas en el vidrio, una marca de sangre.
Y es la luz, los irisados tonos de la angustia
Ese silencio bordado de la tela
Crujiendo, desde la lluvia verde, casi transparente.
LA ESPERANZA
Siempre. Como un punto blanco y arrasante
una luz, de pura esencia necesaria. Incandescente.
Cegada por la luz, la boca abierta
palpita algo en el valle, ruido de agua
Hojas de eucalipto perfumado
Algo de paz se recoge sobre el oro esparcido
Algo, parecido a la misericordia
Queda.
VERBIGRACIA
Hilos. Invertebrados. Largas madejas.
Tubérculos oscuros.
Leguminosas.
Rizoma.
Emerge hacia la superficie. Corre
como cordel, pequeños bulbos
Familia se escribe con minúscula, es un yuyo.
Ovario ínfero, es el que duele por el rema, es
lo que queda. Una semilla sin endoesperma,
el almacenamiento es en depósitos, el
almacenamiento es como el tiempo, no es de nadie
Está, permanece, gotea en los galpones.
Entra y sale la gente los animales las demás semillas,
todo. Él permanece humedecido en la penumbra quieto.
Los cotiledones son oleosos en el ovario ínfero, el embrión
de la semilla es recto. Gineceo
es la posición del ovario
Puede decirse infinitos
La dispersión es por el viento
O los insectos.
(De Nada de nadie, 2001)
OJO DE AGUA
En el campo tranquilo duerme el alba
está tu nombre ahí merodeando la sombra
como eco rozando con la vara los metálicos
mimbres que en ramalazos traen estrías de
luz en el rielar quietísimo del agua recostada
en las hojas de los álamos dulces. Llega hasta
aquí como la misma sombra y al músculo
enaltece sin nombrarlo, otro golpe en el pulso,
finísimo ramaje enardecido, algún pájaro canta
o gorjea, lejos –avisando– agorero. En algún sitio
empieza la lluvia, deliciosa.
Y cuando el blanco del albor tiña las líneas
y suene entre las hojas el aire del estanque
es Alma, estremecida pronunciando
mi amor la sola línea. Sin pájaro
Tu nombre.
(De Pulso, 2011)
25
Hacia adelante una explanada se descubre
a ambos lados de la senda. Las escaleras y
lo escarpado de la roca se guarda en la atmósfera
sobre el campo que parece vacío. No vienen
porque no te concierne. Los pasillos terminan en un
cerrojo que está del otro lado. Lo que queda
son hojas batiéndose, removiéndose dentro con
el aire que a veces se nota combado y fabuloso.
Salirse de la voluntad es algo así como dejar la
ropa doblada y junta. Un hábito de monja encapuchada
hace llagas en la piel más suave. Lo brioso del caballo entre
verbenas, las maderas devolviendo la gravedad de los sonidos.
La cavilación se da entre ahí.
Sí, la anacahuita sabe algo entre ese ramaje desparejo.
Se licúa todo esto de la línea y el presente encandila de frente.
El útero tiene esa voz que canta al campo abierto. Añoranza
de años es lo extraño cuando la pierna te convoca. Las valvas
sostienen la corriente en la orilla como un filtro sonoro sin ese
acantilado desde arriba. Entra de lleno el amarillo retumbando
para durar en el atrás de cada ojo.
30
Por ejemplo: el calor. En cualquier parte del día
Incendia la columna, llena de agua pliegues, recovecos
de los que se desconocía su existencia. Sí. Sí.
Aparecen membranas mientras va cantando el día
Y todo lo que está, florece. Olores. De las flores, orín,
olor del corazón bombeando negro apretujado ya falto
en su raíz. Sí, Olor del miedo cuando joven la grupa
por el monte fulgía. Sí. Y más acá paisajes, con aviones,
los ríos dibujándose en el mapa. Todo el ras de la tierra
en polvareda. Más miedo despertado en los incidentes de
la tarde. Ah. La definición se ve impelida el tiempo
pasa sucediéndose en tramos, extremos, la música disuelve
los huesos de los hombros, los pequeños omóplatos. Esa es
la unción de los pezones incipientes un día, raya, la foto
mantiene la espalda en presente infinito frente al agua.
Ahora en la voz, ahora en el cuello que se cede, en el calor.
Traicionero. El cuadro de Brueghel desplegado en las tablas
donde pasa a la vez, todo. Simultáneo. El calor,
los montes de hace un rato desprendiendo olor a matorral,
un poco de sangre en la corteza colándose hacia abajo. No
hay resultados, todo es,
al mismo tiempo.
31
Sin intención. Digamos despoblada.
Interna, adentro, exclusa, inexplicable. Sí.
Inexplicable y sigue. Sigue sigue. Siempre,
esa palabra que perdura, que le saca el tiempo
a lo demás, queda en la línea inerme de presente
que es blanca. Cielos rayados en la noche, campos
cruzados a traviesa. El dolor en pañuelitos ciegos
guardados en el cofre. Ah. Adviene, inmensa ola.
Curva la noche igual siempre apabulla, entre tanto,
el adentro prospera en el gerundio nadie sabe hacia dónde.
Porque se puede presentar cardumen y empezar a manar
sangre de golpe. Puede ser. El ruido de un gong, una figura
inmensa o aureolada. Explaya, expande. Y deja de importar,
las demás cosas, el plato con las hojas de menta la lengua
los ojos que llegaron presurosos a ver qué sucedía, si había
ayuda posible, dónde. Era. En la premura de las horas, ese
instinto secreto que guía a los mamíferos a su alimento
primordial. A las madres detrás de los camiones que reclutan
los hijos, Deméter caminando por días sin parar y sin agua
cuando la tierra se cierra detrás de los aullidos. Ah. Y los
coros con las manos unidas. No hay bendición ninguna en
ese rito, solo repetición, idolatría, sólo el mando que eleva
la continuación al infinito. Entre tanto, y dentro, interno misterio,
indescifrable. Atrás silencio. Y atrás, lluvia que cae.
(De Todo comienzo, 2016)